Al decir eso, la mujer pretende sentarse cara a cara con el rey, pero él le indica que se ponga de espaldas, de modo que no haya demasiado contacto. De esa manera, él sujeta las caderas de la elfa que sostiene el pene del rey, guiándolo hacia su zona íntima. Ella traga saliva sintiendo asco, pero agradece en silencio que al menos no tenga que verlo. Le agrada estar de espaldas, sin embargo, sus manos fuertes la sujetan y en el instante en que ella ha introducido toda la masculinidad del rey en su zona íntima, él emite un gemido bajo, y así comienza a moverla de arriba hacia abajo. La elfa cierra los ojos con fuerza, sintiéndose como una muñeca porque ella no hace absolutamente nada. Ella solo es el "orificio" de su horrendo rey, que gime de vez en cuando, lo que hace que la elfa de largo