De esa manera, Elowen y su príncipe hada llegaron al interior del sagrado templo de la diosa Eliane, un espacio lleno de delicadas flores y velas que iluminaban su camino. El suave aroma del incienso inundaba el aire, creando una atmósfera cargada de secreto y armonía. El hombre hada y la elfa caminaban en silencio, entrelazando sus manos en un contacto constante. Sus miradas se encontraron, profundas y repletas de amor, mientras se acercaban a la habitación reservada para aquellos encuentros tan íntimos. Al abrir la puerta, reveló una cama cubierta por sábanas de seda y un dosel que desprendía una luz tenue y cálida. Las decoradas paredes mostraban delicados lienzos pintados a mano, que representaban la belleza y el poder de la diosa Eliane. Una mesa lateral ofrecía una bandeja de fruta