BRUNO ― ¡Muévanse maldita sea! ―grite furioso ―Muevan el puto trasero y búsquenla, no debe estar muy lejos. ¿Cómo jodidos es que se había escapado? Se suponía que tenían rodeando todo el lugar y vigilancia a todas horas, eso es lo que había ordenado. Y ahora la maldita se había ido y quien sabe en dónde demonios se había metido. Mande todo un ejército de mis hombres a buscarla por los alrededores y también les mande un aviso a los guardias que custodiaban las salidas y entradas de todo Oymyakon. El sitio era pequeño, y tarde o temprano la encontraríamos en alguna parte de este puto pueblo. Porque de mí nadie escapaba y mucho menos se burlaba como lo hizo esa pequeña zorra. ―Señor ―dijo Jack, al llegar a mi lado. ― ¿La encontraron? ―pregunté, él negó. ―No, aún no. Pero no creo… ―le co