Narkissa

1012 Words
DANTE Había ciertas cosas que siempre me había prometido que nunca haría. Estaba rompiendo esa promesa, no es que yo siguiera las reglas, pero jamás me entregaría al enemigo con facilidad. Yo nunca pensé flaquear en ese sentido, debía mantener mi reputación y no mostrar ningún punto débil. Pero hoy había llegado el día que conocerían mi puta debilidad, una que ni yo mismo creí que llegaría a tener. Por ella era capaz de hasta arráncame la piel si era necesario de hacerlo, que importaba si me torturaban para después matarme. Pero primero que nada me aseguraría de que ella estuviera a salvo y protegida. Tome el par de armas que se encontraban encima de la mesa que está junto a la cama. Los encajes en la funda que suelo traer en mis hombros y pecho, después de instalar la otra en mi pierna donde irían mis cuchillos. Ya con el equipo colocado, me instale frente al espejo y me mire por unos segundos. Cuanto había cambiado en tan poco tiempo. Ella, mi Fiera de ojos esmeralda me había hecho cambiar, nunca pensé que llegaría a hacer tal locura por una mujer, nunca pensé que podría arriesgar mi vida por alguien y mucho menos sentir esas mierdas que sienten las personas cuando se enamoran. Maldita sea, estaba completamente jodido por esa pequeña rubia, algo en mí me lo había dicho desde el primer día que tropezó conmigo. Su cuerpo pequeño, pero exuberante me volvió loco, sin contar su hermoso rostro y el brillo verde en sus ojos, ella era perfecta, ardiente, una diosa hecha realidad, hecha solo para mí. Era mi mujer. Mi móvil comenzó a sonar, una voz familiar atendió al otro lado del teléfono, con voz terminante y segura respondí. ― ¿Qué demonios, quieres Narkissa? ―solté un gruñido frustrado por su insistencia, sabía por qué llamaba. ― ¡Umm! ¿Nos levantamos de malas? ―dijo en un tono juguetón. La conocía perfectamente, tenía años de tratarla y no había dejado de llamar después de la boda. Lleve años sin saber de ella, y la verdad hubiera preferido que así siguiera, pero Narkissa era muy obstinada. Por más que le deje dicho que no quería nada con ella e ignoro mis palabras e insistió con lo mismo. Sabía que estaba casado, ella misma lo vio con sus propios ojos; aun así, no se daba por vencida. La apreciaba, a ella y a su hermano. Durante años nuestras familias estuvieron aliadas, tanto que me vi en la necesidad de ser su prometido cuando éramos muy jóvenes, eran las jodidas reglas tradicionales de nuestra organización. Con la muerte de sus padres y de los míos todo eso se fue a la mierda, por un momento eso fue lo único que agradecí, lo único bueno que dejo sus muertes, si no ahora estuviera metido en un matrimonio sin mi consentimiento. Y no es que ella sea de mi desagrado, hubo momentos donde la pasamos muy bien por cierta temporada, pero ya nada de eso se iba a repetir, no después de mi Fiera. No podía pensar en nadie más, mi mente siempre estaba con ella, era la única mujer que deseaba y la que me volvía loco cada vez que la escuchaba gemir de placer. Con ella disfrutaba y tenía todo, no había necesidad de buscarlo en otro lado. ―No tengo tiempo para tontería ― intenté controlarme, no podía desquitarme con ella, mi frustración era principalmente por Bruno. ―Lo sé, y sé lo que estás a punto de hacer. Y no permitiré que vayas a ese lugar a entregarte, no vale la pena que te arriesgues. ― ¡Y tú que mierda sabes si vale la pena o no! ―bramo furioso en la bocina del teléfono ―Ella es mi mujer, la madre de mis hijos. Que no se te ocurra repetir algo así, porque no seré considerado la próxima vez. Me conoces y sabes bien quien me lleve la contra la paga a un alto precio ―le advertí con un ligero gruñido. No porque la aprecie y pueda llegar a tenerle algo de respeto, eso vaya a significar que el deje inmiscuyese en mis asuntos y mucho menos me va a venir a decir si mi mujer vale la pena o no. Sabía que estaba celosa, me lo había dicho, pero me valía mierda su opinión o lo que sintiera. ― ¿Me estás amenazando? ―hizo la pregunta muy segura; sin embargo, podía escuchar el timbre de su voz, temblar —¿Ella está embarazada? — escuché como se quebraba su voz, sé que quería llorar. Aun así, me valió una jodida. Nunca llegue a pensar hacerle daño, en esta ocasión las cosas marchaban distinto. Para mí el mundo solo giraba alrededor de Lillie y pronto también seria con mis hijos, cualquiera que los tocara o se refirieran a ellos de mala manera, solo por el simple hecho haría rodar cabezas. ―Es una advertencia, pero pues tomarlo como te plazca ―determine tranquilo —No es de tu inconveniencia —agregué secamente. No le iba a dar explicaciones de mi vida y de lo que había hecho en este tiempo, como haber dejado embarazada a mi Fiera. ―No te hablaba para que discutiéramos ―su tono volvió a sonar dulzón ―Solo me preocupo por ti, sabes que eres el hombre que amo y no quisiera volver a sentir ese dolor de perderte. Resople contra la bocina, estaba cansado de escuchar esa mierda millones de veces, no quería ser duro con ella, pero no me dejaba otra opción. ― No me hagas perder más el puto tiempo ― ignoré su confesión melosa. Y colgué dejándola con la palabra en la boca. Sé que iba a seguir con lo mismo y por ello tuve que terminar con esa conversación que para ella nunca tenía fin. Me frustraba tenerla siempre detrás de mí, ya no era tan divertido como antes. Jamás fue de otro interés que no fuera follarla, pero hasta eso se había acabado.
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