Profundamente dormido quedé, pero al abrir los ojos me di cuenta que estaba en casa de Bryony, ¡y ya eran las 10 de la mañana! Debía irme lo más rápido posible con los muchachos de ingeniería para adelantar los trabajos. Me arreglé como pude y salí de la habitación, bajé las escaleras y la llamé porque no la veía por ningún lado. —Baby Bry, angel mío ¿donde estas? Debo irme. —Exclame hasta que la vi voltearse. Llevaba una simple bata de baño blanca, bata que me recordaba a la primera vez que ella y yo conocimos el paraíso sin salir de la tierra. Tan fresca, ligera, sonreída como si tuviese el control de todo y con los cabellos sueltos como acostumbra. La miré y me sentí afortunado, me sentí honrado y premiado con la increíble diosa que me vuelve loco el corazón y que es la dueña de