– Levante la barbilla, enderece la espalda, señorita Bogdanova, cruce los tobillos, se verá su ropa interior – suelto una exhalación disimulando lo más que puedo. No quiero que la comadrona se dé cuenta que respiré profundo o me regañará otra vez.
Una señorita no suelta suspiros.
– Señorita, no relaje su postura – al escucharla inmediatamente vuelvo a enderezarme. Mierda, fue un segundo.
– Lo siento – digo en voz baja, pero creo que no debí porque suelta una exclamación que me hace saltar en mi sitio.
– Usted nunca debe disculparse con un subordinado, no debe hablar en voz baja, tiene que ser siempre segura, imponiéndose sobre los demás – me repite lo mismo que viene diciéndome desde la primera clase que tuve con ella a los siete.
Ahora tengo doce y parece que en lugar de mejorar solo empeoro.
– Usted es la única mujer heredera de los Bogdanov, usted está por sobre los demás, si muestra que no se siente como tal, intentarán ir sobre usted – esas palabras se marcaron como fuego en mi cabeza.
– Miliana, no tienes que ser tan seria – volteo hacia mi mamá y tengo la intención de ponerme de pie y correr hacia ella. No la había visto desde anoche que me arropó antes de dormir, pero solo hace falta una mirada de la nana Miliana para desistir de ello.
Una señorita no corre.
– Señora Bogdanova, espero que haya tenido una buena mañana – es todo lo que dice ella inclinando la cabeza con respeto, como siempre hace cuando mis padres, alguno de mis hermanos o yo nos acercamos.
Ella siempre es muy estricta con los modales y con las muestras de respeto.
– La tuve, gracias – es todo lo que dice mamá antes de voltear a verme y sonreírme – Tus hermanos están entrenando ¿quieres y a verlos? – asiento un par de veces, sintiéndome totalmente emocionada.
Me gusta mucho ver como mis hermanos pelean, es divertido. Viktor siempre pierde, pero nunca llora.
Yo creo que yo lloraría, parece que Dmitry si golpea muy fuerte.
– Sí, mami, me gustaría – volteo a ver a la comadrona, y ella parece reacia a aceptar, pero no puede desobedecer los deseos de madre, va en contra de todo lo que me ha enseñado y de todo lo que ella es.
– Entonces vamos – cuidando mi postura, para no hacer sentir peor a Miliana, me pongo de pie, me aseguro que mi ropa no se haya ensuciado ni nada por el estilo, y una vez confirmo que todo está perfectamente bien, le sonrío a mi comadrona.
– Nos vemos en unas horas, nana – ella suelta un ligero respiro antes de sonreírme y asentir.
– No quiero escuchar que hizo algo no propio de una damita como usted, señorita – sonrío más grande y asiento.
– No lo haré – camino cuidando mi postura hacia madre y estiro la mano hacia la de ella, apretándola delicadamente, asegurando que no nos alejemos mucho.
– No tienes que obedecer a Miliana al pie de la letra, cariño, estoy muy agradecida por su ayuda, pero a veces creo que quiere convertirte en una muñeca sin sentimientos – lo pienso durante unos minutos.
Mi nana es grande y aterradora cuando se enfada, pero conmigo siempre es dulce, sí, quizás es un poquito fastidiosa con mi postura y todo eso, pero es mi culpa por arquear la espalda así. Ella solo cuida que no cometa errores.
– Ella es buena – es todo lo que digo, resistiéndome cuando involuntariamente iba a encogerme de hombros.
Escucho como mi mamá suspira.
– Eres una mujer, mi amor, pero una que puede hacerlo todo sin alguien que le diga que hacer, no quiero que te preparen solo para ser un trofeo, quiero que te preparen para ser una emperatriz – esas palabras también se grabaron en fuego en mi cabeza.
Me quedo sin palabras. La verdad es que no sé qué decir, siento que tiene razón, pero no tengo idea de que podría hacer para convertirme en alguien tan asombrosa como ella.
Juntas salimos al enorme patio que mi papá construyó para madre y me estremezco por el frio. Está nevando.
– Madre, todo se ve hermoso ¿no es cierto? – es como un paisaje mágico, todo blanco, luminoso. Como un cuento de hadas.
– Si cariño, lo es – ella aprieta mi mano aún más y juntas atravesamos el inmenso jardín hasta llegar al enorme gimnasio que padre construyó para mis hermanos.
– ¡Sigues siendo débil, párate y hazlo otra vez! – veo como mi hermanito menor limpia su nariz y se pone de pie para luego levantar las manos hechas puños al frente de su cara. Lo está haciendo mal, otra vez.
>> Otra vez, débil – padre lanza un golpe hacia uno de los puños de mi hermanito y siento la necesidad de tapar mis ojos para no ver como se hace más daño, pero recuerdo que Miliana me dijo que una señorita como yo no debe ocultarse, sino mostrarse orgullosa.
Que incluso si siento miedo, no puedo mostrarlo.
Abro los ojos muy sorprendida cuando mi hermano baja la cabeza, esquivando el golpe, luego se mueve hacia un lado, esquivando una patada, pero cuando intenta esquivar el siguiente golpe, resbala.
Todo se queda en silencio un par de segundos, antes de ver como padre ayuda a mi hermano a ponerse de pie y sacude su pantalón.
– Bien, ahora practicaremos puntería, Dmitry, tu primero – mi hermano mayor se pone de pie y sigue a papá hacia la sala de tiros. Voy detrás de ellos, prácticamente hipnotizada.
Me gusta mucho verlos entrenar. Luce divertido, también doloroso, pero creo que debe ser asombroso poder defenderse a sí mismo y no esperar que sea otro el que lo haga. A mí me gustaría ser tan fuertes como mis hermanos.
Hasta Viktor es más fuerte que yo y él es más pequeño.
– Quiero que le des en el tercer aro, luego en el cuarto y de ultimo al centro – mi hermano mayor asiente y no tarda nada en hacer lo que padre pidió perfectamente. Sonrío con orgullo.
Él es el mejor.
– Bien, Nikolai – ahora mi otro hermano mayor toma el arma y hace lo mismo que nuestro hermano, pero en lugar de ser felicitado, padre le suelta una palmada en la frente.
Auch, también me dolió a mí.
– Debes escuchar instrucciones, mocoso, si no escuchas no actuaras correctamente – noto como mi hermano parece ponerse rojo, seguro está molesto, aun así, asiente.
– Perdón, no lo volveré a hacer – pero no baja la mirada, él lo dice viendo directo a los ojos de padre, y eso parece hacerlo sentir orgulloso o algo así, porque asiente y vuelve a palmear su cabeza, solo que ahora menos duro.
– En el centro, los tres disparos – y así lo hizo, perfectamente. Me emociono. Es tan asombroso.
– ¿Quieres intentarlo tú, cariño? – volteo sorprendida hacia madre.
– ¿Puedo hacerlo también yo? ¿no importa si soy una niña? – Miliana siempre dice que las niñas debemos aprender modales, negocios y otras cosas, pero nunca jamás pelearse o disparar, que para eso tenemos guardaespaldas y hombres que nos protejan.
Dijo que si peleo puedo salir herida y una señorita nunca jamás puede mostrarse en la sociedad con heridas de ningún tipo.
Veo como mi mamá suelta un suspiro que seguro a la comadrona no le gustaría escuchar, pero no le digo nada, sino que me quedo viendo como toma mis hombros y se acuclilla hasta quedar casi a mí misma altura.
– Tu puedes hacer todo lo que quieras hacer, no dejes que nunca nadie te prohíba o te ordene algo, eres Ekaterina Bogdanova, mi hija, la hija de Vladimir, eres la emperatriz y el mundo tu imperio ¿entendiste? – dudo por un momento.
No sé si mi papá estaría de acuerdo con entrenarme, tampoco creo que mis hermanos vayan a pelearse conmigo así como hacen entre ellos, aun y cuando es entrenamiento.
– Pero… – mamá toma mi barbilla, haciendo que vuelva a verla, y me asusta un poco verla a los ojos. Parece muy molesta.
– Sin peros, quieres saber pelear ¿sí o no? – trago saliva cuando veo a mamá lucir algo molesta.
Ella siempre es muy linda y dulce con nosotros, le gusta peinarme y salir de compras conmigo, también solemos hornear pasteles para todos.
Pero ahora ella luce un poco aterradora. Como si fuese a pasar algo y le molesta muchísimo.
– Mami… – me aprieta un poco los hombros antes de empezar a peinarme suavemente, devolviendo esa mirada suave a sus ojos.
– ¿Quieres aprender a pelear, así como tus hermanos, cariño? – ahora, sin dudar tanto como antes, asiento. Ella me muestra una sonrisa antes de besar mi frente y ponerse de pie – Entonces comencemos pronto – y me empuja un poquito para que comience a caminar hacia donde está padre y mis hermanos.
El primero en darse cuenta de nuestra presencia es papá, que hace que Viktor deje de disparar.
– ¿Ocurre algo? – pregunta acercándose a mamá y luego baja la mirada hacia mí. Yo la bajo al piso, algo avergonzada por interrumpirlos, pero las palabras de la nana Miliana vienen a mi cabeza y vuelvo a levantarla.
No debo bajar la mirada, ni siquiera ante mi padre, es por eso que vuelvo a verlo a los ojos, aunque me siento un poquito avergonzada.
Quizás estoy comportándome como una niña malcriada y él ya no vaya a quererme por querer ser como mis hermanos y no ser como la comadrona me dice que sea.
– Ekaterina también quiere aprender a defenderse – papá voltea a verme otra vez y siento como se me ponen los cachetes calientes.
– ¿Eso es cierto, Katia? – tal y como hizo mi mami hace rato, papá se pone de cuclillas frente a mí.
Mis hermanos se acercan a nosotros, Viktor parece molesto, pero él siempre tiene la misma cara de culo.
Sin embargo, lo que me hace sentir más segura es la sonrisa de mis hermanos mayores. Ellos saben que yo siempre he querido ser como ellos y que me siento un poquito ahogada y solitaria porque soy la única que ve clases con la comadrona.
Mis hermanos lo hicieron un poco en el pasado, los cuatro juntos aprendimos a sentarnos correctamente, a comer correctamente y a expresarnos correctamente, pero cuando fueron creciendo ellos empezaron a entrenar con papá y yo tuve que quedarme solita con Miliana.
– Sí – asiento, sintiéndome mucho más segura, ahora que sé que mis hermanos también me apoyan, porque sé que Viktor también lo hace, solo que él lo demuestra diferente porque es un amargado.
Padre se queda viéndome fijamente un momento antes de sonreírme muy bonito y acercarse a besar mi frente.
– Mi princesa no será una princesita indefensa, ella sabrá tomar un arma y a tomar a os hombres por las bolas – él suelta una pequeña risa antes de ponerse de pie y caminar hacia donde estaba antes con mis hermanos, frente a una diana que está muy, muy lejos.
>> Primero dispararemos ¿está bien? Párate de esta forma – papá empieza a decirme en donde poner los pies y me da una pistola. Pesa más de lo que pensé – No la dejes caer o te harás daño – me regaña cuando bajo los brazos.
– Me pesa mucho – me quejo, aun así, vuelvo a intentarlo, siguiendo todo lo que acaba de decirme.
– Princesa ¿segura que quieres esto? – lo pienso por un momento. Luego volteo hacia madre, que me da una mirada seria.
Sé lo que ella intenta decirme con eso, quiere que sea yo la que elija el camino a tomar, ella no quiere decirme que hacer ni que otros me lo digan, ella quiere que yo sea la que mande en mi vida, en lo que haré y en lo que no.
Porque yo soy una emperatriz y el mundo es mi imperio.
– Sí papi, si quiero aprender – entonces, siguiendo sus instrucciones, sostengo con firmeza esa pistola tan pesada y le disparo a la diana.
Oh mierda, le di muy lejos del centro.
-----------------------------------------------------------------------------------------------
–Buenos días, señorita Bogdanova… – volteo hacia la comadrona y le sonrío un poco. Ella ya me había enseñado que sonreír demasiado podía malinterpretarse y me vería más infantil, no sería tomada en serio, pero, por otro lado, una sonrisa sutil podría conseguirme muchas cosas.
– Nana, buenos días – otra cosa que ha cambiado este último tiempo es que nos hemos visto en la obligación de hablar inglés con todos menos con nuestros padres, como manera de practica para no cometer errores en ese lenguaje extranjero.
No podemos permitirnos hablar incorrectamente, una mala comunicación podría traer errores enormes.
– ¿Hoy tendrá otro de esos entrenamientos? – me pregunta arrugando su frente, pero sin decir nada más en contra de ello.
Mi padre dejó en claro que yo sería entrenada y tratada como a mis hermanos, algo que a ella en particular le molestó, pero, yo me siento inmensamente feliz.
Hubo un momento en el que sentí que había un muro enorme e invisible que me dividía de mis tres hermanitos, me sentía muy sola y triste, pero ahora lo derrumbamos, y los cuatro volvimos a estar siempre juntos.
No quiero volver a separarme nunca más de ellos, ni siquiera, aunque quiera mucho a la nana Miliana y me guste aprender cosas nuevas con ella.
Quiero mucho más a mis hermanos, ellos son mis personas favoritas en el mundo y yo siempre elegiré estar junto a ellos que con cualquier otra persona.
– Sí, después de comer iré con padre y mis hermanos a entrenar – confirmo controlando mi sonrisa y mi postura.
Yo tengo a mis hermanos, pero Miliana solo me tiene a mí, seguro ahora debe sentirse sola ya que no pasamos tanto tiempo juntas como antes, entonces, lo mínimo que puedo hacer, es demostrarle que ella no perdió el tiempo, y yo escuchaba todo lo que me decía.
Escucho como ella suelta un suspiro.
– Nana, los suspiros no son bienvenidos – le recuerdo con voz cantarina, emocionada por corregirla.
Ella siempre es tan perfecta que casi se siente como una travesura corregirla. Escucho como ría un poco.
– Lo sé, discúlpeme, princesa Bogdanova – suelto una risita mientras niego.
– No soy una princesa, nana, yo soy una emperatriz, y el mundo es mi imperio – le sonrío y ella me devuelve el gesto con orgullo, asintiendo y poniéndose de pie.
– Muy bien, emperatriz Ekaterina Bogdanova, ve a entrenar porque tú vas a dominar tu imperio algún día, y no podrás hacerlo sin saber patear traseros – suelto una risita, y olvidándome de todos los modales y reglas que me enseñó, me lanzo a abrazarla.
– Gracias, nana, lo haré – siento como palmea suavemente mi cabeza un par de veces.
– Bien, pero tampoco olvide todas sus clases conmigo o tendré que hablar con sus padres para que deje de entrenar y vuelva a mi tutela – suelto otra risita y me alejo de ella sin dejar de sonreír.
– No lo haré, nana, para ser una emperatriz también tengo que comportarme como una.
– Y una de esas es muy elegante, es cierto – asiento sin dejar de sonreír.
Yo los haré sentir orgullosos, a ella, a mis padres y a mis hermanos, seré una dama de sociedad, pero también sabré defenderme yo solita.
Porque yo no necesito a nadie que me cuide si yo sé cuidarme solita.