VII

2120 Words
– No sé porque yo tuve que venir – me quejo arrugando la nariz ante el molesto frio que hace. Me gusta el frio, siempre preferiré esto al clima tropical, odio el calor, sudar y todos los malos olores que eso trae. Pero es diferente el frio y la humedad de Seattle a este frio extremo. Además, que desde hace muchos años que dejé de sentir Rusia como mi hogar. – Porque siempre estas siendo un fastidio diciendo que te dejamos atrás – volteo enojada hacia Nikolai, pero él ni siquiera me mira, solo se concentra en su celular – Y porque Viktor tiene cosas que hacer – aprieto los labios, pero no le discuto. Desde que pasó lo de Alek y Sasha, Viktor ha sido el que más trabajo ha tenido, siendo el doble de quisquilloso sobre las actividades de todos nuestros hombres, entrenándolos no solo físicamente, y encargándose de entrenar a los que entraron reemplazando a todos los que dio de baja. Viktor es un caramelo con Diana, pero en general es alguien que no da segundas oportunidades. – Entiendo, pero esto pudiste haberlo hecho solo – me quejo. No es que me disguste estar aquí, es que me disgusta estar aquí. Quiero decir, no tengo nada en contra del país, es mi tierra, aquí nací y crecí, viví muchas cosas bonitas, pero simplemente es algo que ya pasó, no me queda nada más. Además, que hace pocos días me fui, pensé que podría descansar al menos un poco más antes de volver. – Contigo terminaré más rápido, emperatriz, ya deja de quejarte, es hora – los dos nos ponemos de pie al mismo tiempo y entramos a la habitación frente a donde estábamos esperando. Al entrar están chulito número uno y número dos, con quien tuve la reunión antes de irme. Lucen algo golpeados, solo un poco, y detrás de ellos están Sasha, Jules y Armin. – Señor Bogdanov, emperatriz – le sonrío un poco a Armin. Siempre es un placer verlo, es una pena que sea en estas circunstancias, seguro debe estar muy preocupado por el paradero de su hermana. – Buenos días, caballeros – comento con tranquilidad acercándome a esos dos y viéndolos desde mi altura. – Perra – escupe uno a mi lado. Noto como Jules hace un ademán por acercarse, pero lo detengo con un gesto. Suavemente pongo el pie sobre la mano de Edwin Lancaster, el chulito número dos. Él intenta quitarla, pero ejerzo un poco de fuerza. – No tengo tiempo que perder, en donde está mi Meredith – pregunto sintiéndome malhumorada. Quiero ir a casa. – No lo sabemos – suelta el otro hombre, aprieto los labios y dejo de pisar su mano para voltear hacia Nikolai, regañándolo con la mirada. A mí no me gusta ensuciarme las manos, por eso en esos casos el mejor es Viktor, o Dmitry, a ninguno le importaría reventar la cabeza de alguno para demostrar que pasará si no les dan lo que quieren. Yo no tengo tanta paciencia, simplemente dispararía a matar y utilizaría otros medios para conseguir lo que quiero. Nadie es indispensable, y si ellos no me darán respuesta no tengo porque esforzarme e insistir, conseguiré lo que quiero por otro lado. – Este es el método menos tardado – me responde mi hermano, como si pudiese saber todo lo que estoy pensando en este momento perfectamente. Entrecierro los ojos – No te estoy diciendo que tienes que tomar ese papel, yo lo haré – empieza a remangarse las mangas de su camisa, lo que me hace feliz. Doy un par de pasos hacia atrás, dejándole espacio. Sé que a él también le disgusta esta parte, pero a mí más. – No nos asustan, hijos de puta – escupe el mismo que pise antes. Me cruzo de brazos y veo como mi hermano le deja ir un golpe en la cara. Inclino un poco la cabeza para verlo desde otro ángulo. Creo que fue algo débil. – Utiliza manoplas, sino no funcionará – suelto sin dejar de verlos. Nikolai voltea a verme con molestia. Arqueo las cejas hacia él. A veces solo hacen falta estas miradas y gestos para entendernos perfectamente. Él al final acepta que sí, que tengo razón, porque estira la mano hacia mí. Aprieto los labios. Es un molesto, perfectamente podría tomarlas y ponérselas. De todos modos, las tomo de las manos de Jules, que me las extiende, y finalmente se las dejo a Nikolai. Es un molesto, no le costaba nada dar esos algunos pasos y ya. – Ustedes son una burla ¿saben lo que dicen de los Bogdanov? ¿de cómo todos ustedes son unas maricas débiles? Creen que dan miedo, pero solo son niñas jugando a ser hombres de negocios – admito que sus palabras me molestaron un poco, pero aun así me mantengo impasible, viendo como Nikolai vuelve a golpearlo, esta vez más brutalmente. También lo hicieron enojar. No es que nos importe mucho la mierda que alguien como él pueda decir sobre nosotros, sin embargo, por culpa de Vitaliy y toda la mierda que causó mientras usurpaba nuestro puesto, él hacia cierto todo eso se decía de nosotros. Y mierda, con nuestro nombre y honor nadie jode y sale ileso. – Señor – Nikolai deja de golpear a esa masa indecente de carne y los dos levantamos la mirada hacia Armin, que sostiene su celular en la mano. >> Mere activó el rastreador de sus zapatos, ya van dos unidades hacia el lugar – j***r, yo sabía que era cuestión de tiempo encontrarla y que tratar con esta basura era una pérdida de tiempo y energía. Volteo hacia Nikolai justo en el momento que él voltea a verme. Arqueo las cejas con obviedad. Se lo dije, claro que se lo dije, y él sigue insistiendo que siempre es mejor preguntar antes de actuar. Y una mierda. – No lo digas – saco la pistola que tenía guardada en la cinturilla de mi pantalón. – Te lo dije – por supuesto que lo hice. Levanto el brazo y le disparo a cada uno. Ya no nos sirven, ya podemos prescindir de sus servicios. Escucho el bufido de mi hermano, pero no le presto atención, sino que salgo detrás de Armin y sé que Jules viene a mis espaldas. Sasha y Nikolai ya vendrán detrás. – Encárguense, que nunca los consigan – escucho a mi hermano dar instrucciones a un par de nuestros hombres que esperaban afuera y nosotros nos acercamos a la camioneta donde veníamos. Armin sube de piloto y a su lado Jules. – Te lo dije – repito solo por el placer que me causa dejar en claro cómo es que siempre tengo la razón. – Ya calla el culo, eres irritante – suelto una pequeña risita. Me agrada molestarlo con esto porque él jura que nunca se equivoca, y últimamente se siente que es como lo único que ha hecho, pero eso le pasa por querer llevarme la contraria. – Y tú eres todo un príncipe encantador – tarareo. De todos modos, dejo de prestarle atención a su pequeño berrinche y me concentro en mi celular. No me agrada dejar tanto tiempo sola a Dahlia con todo lo que hay que hacer, pero ella se está adaptando perfectamente. Además, que no será muy pesado porque no tendrá que reorganizar citas, sino que solo debe instruir a Dmitry, que ya sabe a grandes rasgos la situación con las reuniones. El resto del camino vamos en un silencio tranquilo, cada quien en sus asuntos. Nikolai seguramente esté acosando a mi asistente, la cual está contestando mis mensajes al momento, lo que me ayuda mucho porque Dmitry ni siquiera se preocupa por leer lo que le mando. – Llegamos – levanto la mirada apenas escucho e inmediatamente hay alguien abriendo la puerta para mí. Bajo y me doy cuenta que estamos en la enorme mansión que mi padre construyó para madre. Esperándonos en la entrada está Miliana, mi nana, y la madre de Mere y Armin. – Emperatriz, Señor Nikolai – ella se acerca con su siempre porte perfecto y nos saluda inclinando un poco la cabeza. Yo lo obvio y simplemente le dejo ir un corto abrazo. Ella siempre ha sido una mujer muy fría y poco demostrativa, yo fuese igual a ella si no hubiese sido por mi mamá y lo mucho que me recalcaba lo importante que era demostrar afecto también con contacto físico. – Hola nana – no pregunto por su estado porque me parece claro que estará preocupada. Ella asiente, agradeciéndome y voltea a mi hermano, que simplemente asiente en su dirección. – Ya están por llegar, hubo un par de bajas – eso me quita el buen humor que había recuperado después de j***r a Nikolai. – ¿Quienes? – pregunto. Él me responde dándome dos nombres que recuerdo vagamente. Deben ser de los prospectos, de otra manera podría ponerles cara a esos nombres en mi cabeza sin dificultad. De igual modo, sean prospectos o de nuestros altos mandos, es una mierda perder hombres. Viktor se cabreará, él siempre es quien más se enfurece cuando alguno de los nuestros cae y los hace entrenar con más ahínco. Él puede ser el más violento, pero también es quien tiene más aprecio por la vida de los suyos, y siempre se preocupará porque la menor cantidad posible de los nuestros caigan. Volteo hacia los hombres detrás de nana y ellos entienden perfectamente que deben ir a proceder con los preparativos que siempre llevamos a cabo cuando alguno muere. Darle un pequeño reconocimiento, enterrarlo, y darle dinero a su familia, si es que tienen. Está claro que con dinero no reemplazamos una vida, pero si esa persona ya murió y era quien sustentaba un hogar, ese dinero claramente vendrá muy bien en lo que sanan su pérdida. Un poco después llegan un par de nuestras camionetas, la primera en bajar es Meredith. Hago una mueca al notarla con el rostro algo golpeado, pero también la respeto por la manera en la que camina hacia nosotros con la barbilla en alto y sin ningún síntoma de dolor. Ella es tan dura de roer como su madre. – ¿Todo bien? – pregunto, ella asiente y me sonríe suavemente. – No se hubiese molestado, emperatriz, todo estaba bajo control – la recorro con la mirada y noto como cubre una herida corto punzante en su costado. – Por supuesto, ve a que te revisen eso, no queremos más muertes – ella asiente y se acerca a su madre, que inmediatamente la sostiene, ayudándola a caminar hacia el pequeño hospital que tenemos aquí. – Yo me haré cargo mientras ella sana – volteo hacia Armin y le sonrío a su cara llena de preocupación. La relación de esos dos es igual a la que nosotros cuatro tenemos. – No será mucho tiempo, ella es fuerte, le doy tres días antes de querer volver al trabajo – él ríe un poco antes de asentir y devolverme la sonrisa. – La ataré a la cama hasta que esté perfecta – suelto una ligera risa asintiendo. Creo que eso será lo mejor. – Ekaterina, nos vamos, ya no hay nada más que ser aquí – hago una pequeña mueca al escucharlo. Por eso no quería venir. Estaba preocupada por mi amiga, sí, pero sabía que esto no tomaría mucho tiempo. – Bien – volteo hacia Armin – Nos vemos, cuídense – y sin más voy detrás de mi hermano, siendo seguida por Jules y Sasha. – Él nunca ha dejado de amarte, lo sabes ¿no? – suelta mi hermano una vez nos montamos los cuatro en la camioneta que nos llevará al aeropuerto. Arrugo la nariz con algo de molestia. No me gusta pensar en eso. – Supe que tiene una novia – respondo volviendo a fijarme en mi celular. Puede que lleguemos mañana en la noche. – Eso no significa nada, él sigue amándote, lo sabes – suspiro con pesadez recordando como Armin declaró su amor hacia mí cuando teníamos unos quince años. Él es un buen hombre. Es una mierda que no haya podido corresponder sus sentimientos en ese entonces, así como tampoco puedo hacerlo ahora. Solo podría ofrecerle sexo, pero no sería justo para él. – Lo sé – es todo lo que digo. Hace un tiempo pensé que podría estar con él, que es una buena opción, lo conozco casi desde siempre, sé que no haría nada que me molestara, es lindo, fuerte y todo eso. Pero no lo amo, no creo poder hacerlo nunca de esa manera, de hecho, creo que yo nunca podría amar a nadie de esa manera.
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