La fatídica noche

1951 Words
Pasaron un par de horas, todos los preparativos para recibir a los intrigantes invitados estaban listos, había un gran banquete en nuestra mesa y ya faltaba muy poco para su llegada. Me acerqué a papá una vez que vi todo arreglado. —¿Hay algún atuendo con el que crees que deba presentarme, padre?— mi atuendo actual no estaba mal, pero era mi vestimenta informal para estar en casa. —Mi retoño,— dijo y acarició mi cabello —hoy no te presentarás con nuestros invitados, te suplico que te mantengas en tu habitación— dijo con un gesto amable dejándome completamente en blanco. ¿Qué había dicho? ¿Por qué no podré estar? Entonces, definitivamente esto sería tan malo como creía. —Padre, dime la verdad. ¿Hoy pasará algo?— pregunté casi rogando, tomé una de sus manos y la apreté entre las mías. Él me dirigió una mirada llena de amargura y tristeza, pero también compasiva y amorosa. Cerró los ojos por unos segundos y suspiró. —Te pareces tanto a ella— sonrió genuinamente elevando su vista hacia los preparativos. —Dewey, quédate con ella, por favor— pidió ignorando mis súplicas. Dewey, que venía hacia nosotros, asintió automáticamente. —Emmu, te lo pido también a ti—. —Sí, señor—. Mis ojos se aguaron ligeramente y mis labios se apretaron intentando contener una mueca de tristeza. A veces, odiaba mucho que papá ocultara cosas, sé que nada de lo que hacía pretendía dañarme, al contrario, me estaba protegiendo, pero, ¿de qué? La bienvenida para aquellos indeseados y enigmáticos invitados había comenzado, lo sabía porque los músicos de la planta baja habían comenzado con el entretenimiento y el bullicio llegaba hasta arriba. La puerta de mi habitación estaba custodiada por seis guardias reales cuando normalmente bastaba uno de ellos para cuidar mis aposentos. Mientras, yo estaba en la misma habitación con Emmu y Dewey. Habían comenzado a jugar juegos de azar, ellos parecían muy entretenidos, pero yo estaba tan ansiosa como un león enjaulado clamando por su libertad. Iba de un lado a otro por la habitación mordiendo desesperadamente mis uñas, aunque no lo suficiente para romperlas. —Pequeña luna, por favor ven aquí— pidió Dewey extendiendo un brazo hacia mí. De nuevo quería encantarme con su reluciente sonrisa. —Señorita, su té se enfría—añadió Emmu. —¿"Señorita"?—inquirió Dewey viendo fijamente a Enmu, se veía muy serio. Había destrozado la cálida atmosfera que habían construido alrededor de mí. Su repentina conducta me produjo extrañeza. —Disculpe, Beta Dewey. El Al..., su padre me pidió referirme así hacia la Luna menor— respondió Emmu completamente calmada disimulando un imprevisto error que había atrapado. Dewey asintió sin darle más importancia, pero yo no podía dejarlo pasar. —¿Qué? ¿Por qué le dijiste "beta" a Dewey?— Intervine. Emmu se mostró rígida ante mi pregunta mientras que Dewey tomó la delantera para responder como si hubiera cierta complicidad entre sus acciones. —Oh, así nos llevamos. Emmu y yo ya nos conocíamos desde antes, ¿recuerdas? —Sí lo recuerdo, pero no recuerdo que fuesen tan unidos como para llamarse con apodos...—me crucé de brazos frunciendo el entrecejo interrogando al par delante de mí. —¿No será que estás celosa, pequeña Luna?—preguntó Dewey levantando una ceja mientras mostraba su perfecta sonrisa. Negué rápidamente con la cabeza haciendo un puchero de frustración. Me estaban distrayendo con tonterías, eso era todo. Las horas pasaban, abajo no sucedía nada anormal, aquellos dos se ponían muy creativos con las actividades. Pude olvidar mi preocupación por unos momentos y entonces, sin quererlo, el sueño comenzó a pesar en mis párpados. Mis sueños nunca eran muy interesantes, nunca les había hallado sentido, pero esta vez todo parecía indicar lo contrario. Estaba sola en un lugar completamente oscuro, intentando caminar sin tropezar, había agua, mucha agua, me llegaba a las rodillas, moverse era difícil, pero lo intentaba por alguna razón. De pronto, pasó una luz, justo como la que vi en el bosque. Se acercó a mí y luego avanzó como si deseara que la siguiera. Lo hice. Con cada paso que daba, decía cosas que no lograba comprender y otras que eran familiares para mí: destino, compañero, luna mayor, luna, guerra, destino, alma, lucha, luna mayor, océano, luna, sangre, compañero. Las palabras se repetían aleatoriamente sin cesar y yo cada vez podía acercarme más a la luz, pues esta ya se había detenido. Una vez que estaba suficientemente cerca pude ver que era un pequeño orbe destellando luz cálida. Me sentía tentada a atraparlo entre mis manos así que tan pronto como lo hice escuché como si alguien soplara una vela. El orbe se apagó en mis manos y una voz me susurró al oído "ve al océano, él te ayudará", entonces, desperté con un estruendo. —¡Mierda! ¡Cárgala ahora mismo, saldremos por el balcón!— gritó Dewey y Emmu corrió hacia mí disculpándose, sumamente nerviosa. Yo estaba adormilada y no comprendía nada de lo que estaba pasando, pero pronto el pánico me hizo su presa al ver la situación. Emmu me cargó en su espalda mientras Dewey sostenía la puerta que estaba siendo golpeada por alguien, ya estaba rota, era inútil que siguiera ahí. Chillé del susto cuando la puerta cayó provocando un estruendo en el suelo. Un hombre había entrado, era aterrador con los ojos tan rojos como la sangre. Entró golpeando a Dewey sin compasión. Tenía unos largos colmillos adornando su sangrienta sonrisa, su piel era muy blanca, era altísimo y su musculatura no se quedaba atrás, desafortunadamente, superaba a la de Dewey. —¡Dewey! ¡Emmu, bájame!— grité con desesperación. Ella simplemente se negó y corrió al balcón. Su fuerza era sorprendente. —¡Emmu!— grité por segunda ocasión, pero lo que vi me dejó perturbada, era el rostro de Emmu, pero de su boca sus caninos se habían agrandado y alargado suficiente como los de un tigre, un león, un lobo, algún animal carnívoro y sus ojos brillaban con un intenso color violeta eléctrico. —¿Qué demonios te pasa?—pregunté asustada, pateando hasta que accidentalmente aflojó su agarre y caí al suelo. —¡Luna menor, por favor escucha!— suplicó Emmu, pero retrocedí. Volteé a ver a Dewey que ahora estaba retorciéndose de dolor debajo de aquél hombre clavando sus afiladas garras en su estómago, él también mostraba sus colmillos incluso más grandes que los de Emmu y sus ojos ya no eran los mismos. Para mi mala suerte, crucé mi vista con la de él hombre que lo sometía, alineando sus ojos carmesí con los míos. —¡¿Quién carajos eres?!— le grité siendo dominada por el terror. Las lágrimas se acumulaban en mis ojos, podía sentir cómo querían brotar ante mi desconcierto y el sufrimiento de Dewey. —¡La tan codiciada luna menor frente a mí!— sonrió complacido de una forma espeluznante hablando de cosas que no comprendía. —No tienes idea de cuánto ansié conocerte— estaba pasmada del miedo cuando se acercó tanto a mí, pero entonces Emmu se interpuso gruñendo como un lobo rabioso. Pude ver que sus manos tenían garras muy afiladas, unas que nunca había visto en sus delicadas manos cuando servía gentilmente una taza de té para mí. El hombre comenzó a atacar a Emmu, los movimientos de ambos eran muy rápidos, estaba aturdida intentando levantarme torpemente, pero no podía, mis piernas no respondían. —Ya basta...¡Ya basta!— las lágrimas no dejaban de inundar mis ojos junto con la desesperación, y entonces, cuando reuní algo de valor para levantarme, miré hacia arriba y aquel hombre clavó sus caninos en el cuello de Emmu desgarrando su piel y su carne en una escena grotesca que en vida jamás había presenciado hasta ese día. La sangre no tardó en brotar como un torrente de su cuello y su cuerpo cayó a un lado mío salpicando y creando un charco de sangre. —¡Emmu...! Emmu...— chillé moviendo su rostro hacia mí, intentando que me viera, pero sus ojos violetas miraban al vacío, habían perdido su brillo. Aquel hombre le quitó la vida frente a mí y yo no pude hacer nada para impedirlo. —Oh, Luna, Luna. Llorar no arregla nada—. Terminó de acercarse ahora sin obstáculos con una horrible sonrisa sangrienta. Se agachó de rodillas como si estuviera jugueteando con un niño y me sostuvo el rostro con sus dos manos ensangrentadas. —Eres hermosa, Luna, seremos una grandiosa pareja sin duda— tarareó como si todo esto fuera un juego. Me sacudí de su agarre y golpeé su rostro tanto como pude, le grité las peores cosas, entonces él sostuvo mis muñecas con una sola mano y con la otra, sorpresivamente golpeó mi rostro de forma dolorosa, volviendo a aturdirme, adormeciendo mi mejilla. Tenía una musculatura todavía más grande que la de Dewey. Hubiera caído directamente al suelo de no ser porque se mantenía agarrando muy firme mis manos. —Parece que eres igual que tu estúpida madre— bufó. Entre lo aturdida que me sentía, había logrado entender a lo que se refería. —¿Qué...?— balbuceé. Él sabía algo de mi madre. —¿Tú la... conociste? En respuesta escuché una sonora carcajada. —Así que tu estúpido viejo padre no te ha dicho nada... era de esperarse— lamió sus labios y luego acercó su lengua en dónde me golpeó. Intenté retorcerme nuevamente, pero sus ojos clavados en los míos fueron una severa advertencia de que me golpearía aún más fuerte si no cedía. —No conocí a la zorra de tu madre, pero mi padre sí que la conoció. En la venas de tu madre corría la sangre de una auténtica Luna mayor. Ella estaba en una unión arreglada con mi padre, pero como era una estúpida zorra, huyó y encontró a su compañero, tu padre. Entonces se apareó con él y como resultado, naciste tú, otra luna auténtica. Fue lo único bueno que salió de ella— acarició mi rostro, pero esta vez me estrelló contra el suelo de la habitación poniendo mis muñecas a cada lado de mi cabeza con él estando encima de mí. Intentaba procesar todo lo que decía, pero no entendía, "¿Luna mayor?" Justo cuando abrí la boca para hablar, me silenció. —Cierra la boca cuando tu futuro esposo está hablando, querida Luna— advirtió. —Aún no he dicho lo más importante— comenzó a reírse mientras se acercaba peligrosamente a mi rostro, rápidamente giré la cabeza y él se dispuso a olfatear. —¿Sabes qué es lo que las hace tan especiales a las lunas auténticas?— preguntó mientras yo forcejeaba. Apreté los dientes y decidí encararlo de nuevo. —Me importa una mierda ahora. ¡Dewey, Dewey!— grité intentando que pudiera recobrar la conciencia al otro extremo de la habitación. —Son sus vientres— susurró lamiendo mi oído. El asco me llenó por completo. —El vientre de una luna auténtica es capaz de crear más lunas auténticas o a guerreros formidables. Por eso tú vendrás conmigo, porque vamos a aparearnos y vamos a criar a bestias como nadie las ha visto— sentí como sus dientes se acercaban a mi cuello y recordé la escena que había presenciado con Emmu. Las lágrimas se derramaban por mis mejillas mientras mantenía los ojos apretados deseando que todo eso solo fuera un sueño, pero entonces escuché pasos y algo quebrándose como si una fuerte rama se partiera en dos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD