El dragón

1066 Words
Agitó sus alas e inmediatamente me aferré a sus escamas conteniendo la respiración y apretando con fuerza. Cerré los ojos y esperé mientras comenzaba a moverse hacia adelante. De pronto sentí la fiereza del viento golpeando mi cuerpo y una sensación de vértigo y caída llenaba mi pecho sofocándome en el temor de caer al vacío que no era capaz de contemplar en ese momento. En cada brusca maniobra de vuelo que realizaba donde sentía que mi cuerpo se sacudía de un lado a otro estando al borde del peligro, inevitablemente un grito escapaba de mis labios y en respuesta podía sentir su cuerpo vibrando debajo de mí como si intentara decirme algo que, estando presa del pánico, era incapaz de comprender. Jamás me habría imaginado surcando los cielos. No mentiría al decir que era un sueño recurrente y una fantasía de cualquier persona. ¿Quién nunca habría soñado surcar los cielos como un ave extendiendo sus alas y volviéndose en uno con su elemento? Aunque claro, en mi situación las circunstancias eran radicalmente distintas principalmente porque estaba sobre un dragón enorme que me llevaba en una dirección desconocida para mí. Finalmente decidí levantar un poco la cabeza, el viento golpeaba mi rostro y agitaba mi cabello hacia atrás. Me separé ligeramente para observar mejor el panorama y detrás de nosotros habíamos dejado un hermoso paisaje. Podía verse el enorme imperio y adelante un paisaje verde tan cautivador. A mi derecha veía parte del océano, todo se veía absolutamente hermoso, mágico, etéreo. Su vuelo comenzaba a descender cerca de una zona montañosa rodeada de una abundante naturaleza donde había un gran manantial. Me asomé ligeramente observando el lugar en el que aquel dragón había decidido detenerse. El agua del manantial brillaba y habían algunos animales cerca de él e incluso en el agua, sin embargo, al ver a la enorme bestia que había puesto sus feroces garras en la tierra sacudiendo el suelo, todos huyeron despavoridos. No importaba si se trataba de humanos, hombres lobo, animalitos del bosque o lo que fuera, un dragón era algo todavía más estremecedor, impactante y electrizante en todos los sentidos. Él se agachó bastante dándome oportunidad finalmente de abandonar su rígido y escamoso lomo para caer directamente en el agua del manantial. En cuanto mis pies tocaron el agua, no pasó mucho tiempo antes de que estuviese sumergida y chapoteando en ella en una curiosa y desatada reacción. Todo el dolor se había ido. Revisé mis heridas y sorprendentemente no había nada. Me aseguré con un par de vistazos. Mis mejillas ya no dolían al tacto, todo estaba perfecto y me sentía más limpia que nunca. Quizás solo había un ligero ardor en la marca, pero era casi imperceptible. ¿Se trataría de agua mágica? Quizás sería la misma que hizo aparecer un enorme vórtice en medio del océano. La enorme bestia se deshizo del manto que me cubría apartándolo a con sus filosos dientes para que no tuviese que abandonar el agua. Entre mi gozo había perdido por completo la razón y había olvidado que estaba completamente empapada bajo la atenta mirada de aquel enorme depredador. Lucía muy entretenido solo observándome. Él se recostó en el agua cerca de una cascada. Viéndolo de esa forma, era bastante tierno aunque no lucía ni mínimamente inofensivo y no dejaba de ser abrumadoramente imponente. Avanzando a través del agua me acerqué a él y acaricié su amplia y escalofriante mandíbula. Juraría que casi ronroneaba como si fuese en un felino. No pude evitar soltar una risilla. Cuando intenté retroceder, mi pie se había atascado con algo haciéndome caer de golpe en el agua salpicándolo. Se veía tan sorprendido como yo que recapacité lo que estaba haciendo después de haber salpicado a un dragón, pero no reaccionó mal. Con una de sus enormes garras volcó una ola de agua sobre mí. —¡Ey! Esa era demasiada agua—reproché sacando la cabeza del agua completamente empapada e indignada. Ahora intencionalmente me dispuse a salpicarlo en cada oportunidad al igual que él lo hacía. Continuamos así por un rato hasta que decidí salir del agua. El día comenzaba a oscurecerse y el aire fresco circulaba por el lugar así que me cubrí con el manto. Él se acercó e inclinó su cuerpo hacia mí. Parecía que era tiempo de volver, aunque prefería no hacerlo y permanecer ahí indefinidamente evitando todos los problemas que había estado acumulando en estos días. Me aferré a sus escamas y me posicioné sobre su lomo escalando con una sutil dificultad, Pronto tomó vuelo y cuando creí que regresaríamos al palacio donde montones de problemas aguardaban, me llevó a una auténtica cueva en las montañas. Claro, todo dragón merece una digna cueva. Tan pronto como toqué la roca de la cueva él se fue a toda velocidad, perdiéndose en la lejanía y dejándome sola en la oscuridad con la luna iluminando y reflejándose en el manantial que podía ver perfectamente desde la altura de la cueva. También había un hermoso cielo estrellado y no podía evitar preguntarme cómo era posible ver todo eso al haber atravesado un hoyo en el océano. Me senté cerca del borde de la cueva esperando que volviese, ¿no me había dejado sola aquí o sí? Realmente no lo creería, pero estaba tardando bastante. Acomodé el manto en el suelo, era tan esponjoso que seguramente sería cómodo para dormir. Cuando estaba apunto de acomodarme, lo escuché a la distancia y al observarlo a lo lejos había algo colgando de su mandíbula. No tardó en entrar en la cueva y pude ver que se trataba de un árbol con frutos. Parecía haberlo arrancado entero. Lo puso frente a mí y yo no podía negar que tenía hambre. —No creo acabarme todos los frutos de este árbol, pero haré lo que pueda—dije acariciando su escamosa piel a lo que él reaccionó con complacencia. Observé sus garras y tenían rastros de carne. También fue a cazar. Arranqué un par de frutos del árbol; eran duraznos, y los puse en el manto mientras me sentaba. Él me rodeó con su enorme cuerpo acostándose alrededor de mí, muy pegado. Se sentía muy calientito y agradable. Los duraznos eran muy dulces y realmente disfrutaba comerlos. Aquél dragón cada que daba un mordisco, se veía tan complacido. El resto de la noche transcurrió pacíficamente, así caí profundamente dormida.
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