Me siento en una especie de letargo del cual deseo despertar, pero no puedo. Siento mis párpados pesados, mi cuerpo también y la voz en mi cabeza me pide a gritos que me despierte. Lo intento, en serio lo intento, pero me cuesta hacerlo. Siento una leve caricia en mi mejilla, quiero apartar lo que sea que me esté caminando por el rostro, pero incluso levantar mi mano, me resulta una tarea difícil. —Despierta Bebé… —oigo el susurro de su gruesa y áspera voz a la distancia—. Ya basta de dormir, Cisne. «¿Está hablándome a mí? ¿O estoy soñando que oigo su voz acentuada?» Mi cuerpo reacciona, inyectándome de alguna manera adrenalina, la cual me ayuda a mover mis párpados. Dos ojos azules me miran fijamente sin pestañear. Son tan azules como el mar, brillan como un diamante y lo dilatado