Apollardao'

1048 Words
Alan se quedó mudo, aunque sabía que habían hecho muchos progresos con ella, que le quisiera volver a ver no se lo esperaba, más bien estaba seguro que no lo conseguirían. — Tío, ¿te has “quedao apollardao” o qué coño te pasa? — ¿Eh, qué? — Joder macho, cuando te pones nervioso te quedas tonto “perdió”, ¿estás contento o no? — No sé coño, deja que lo asimile. — No tienes tiempo chaval, el sábado quedamos en su casa para hacer una barbacoa con los niños. A Alan se le aturulló la cabeza. — ¡El sábado!, ¿pero qué dices?, si solo quedan dos días, no me jodas. — Si te parece quedaremos el año que viene para que tú tengas tiempo de mentalizarte "atontao". Escúchame, tranquilízate, ves limpio y oliendo bien, hazte tres pajas antes que con lo caliente que debes ir en cuanto veas lo guapa que está te tiras encima… — ¿Pero qué coño dices tío? — Yo que sé, también estoy nervioso hombre. Se despidieron y Alan dejó despacio el teléfono encima de la mesa, se concentró en acabar el trabajo que tenía y se quedó pensativo. Le entraron dudas de si sería buena idea, sabía que ella estaba tranquila, él tenía constantemente un dolor en el alma pero había aprendido a vivir con él, si volvía a notar que ella no lo quería cerca, incluso que lo odiaba, sería perjudicial para los dos, remover la mierda cuando está bien aposentada solo consigues que huela peor. Sonó el teléfono y era Aisha, pensó que eso ya era demasiado, que lo llamara ella personalmente le parecía imposible, contestó con una vocecilla de acojonado. — Sí. — Papá, nos ha dicho mamá que el sábado nos vamos a ver todos juntos. Respiró profundamente abriendo los ojos al no oír la voz de Aisha. — Si cariño, nos veremos el sábado, ¿estás contento? — Claro papá, Mario también, ya tenemos ganas de que llegue el día. Habló con su hijo de algunas cosas y se despidió. — Vale guapo, un beso para todos, nos vemos el sábado. Colgó y pensó, “Pues hala, se acabaron las mierdas en la cabeza, el sábado de barbacoa y que sea lo que Dios quiera”. Si le hacía ilusión a sus hijos como se la iba a quitar, se tragaría todo lo que lo que se tuviera que tragar pero él estaría allí. Aisha les dijo a sus hijos que el sábado harían una barbacoa con Teresa, Tomás, él niño y que también vendría su padre, se pusieron locos de contentos y el mayor quería hablar con Alan de la ilusión que le hacía, le dejó su teléfono y estuvo atenta a la conversación, cuando acabó y le devolvió el móvil. — ¿Qué te ha dicho tú padre? — Me ha preguntado si estábamos contentos, le he dicho que mucho y que ya teníamos ganas de que llegara el día. Nos envía un beso a todos. Aisha pensó si lo del beso también lo decía por ella, sonrió. Llegó el sábado, Alan habló con Tomás para que llegaran ellos primeros, podía ser violento encontrarse con Aisha cara a cara solos. Cuando lo avisaron de que ya habían llegado, salió él con el coche que se esperaba un par de calles antes. Le abrió la puerta Teresa, Alan le dio un ramo de flores y dos besos, ella tenía una sonrisa de oreja a oreja. — No rías tanto que yo estoy “cagao” de miedo. — Pasa anda, tranquilo que no te van a comer. Entró en la que había sido su casa durante tantos años, se encontró con Tomás también sonriente, le dio una bolsa con tres botellas de vino. Los niños jugaban fuera y Aisha se quedó en el salón esperando, abrió la puerta Teresa y entró Alan, era como si no hubiera pasado el tiempo, con sus tejanos rotos y el jersey una o dos tallas más grande, lo vio guapo y en forma. Tomás se metió en la cocina con el vino y Alan miró a Aisha en medio del salón, se le iban los ojos, que guapa la veía, notó como se le hacía un nudo en el estomago de los nervios, se acercó a ella despacio, como el que se acerca a un animalito para que no salga huyendo. Aisha lo miraba y pensaba, ¿por qué camina tan lentamente?, lo conocía y sabía que debía estar muy nervioso, por fin llegó a su altura, se miraron a los ojos y Aisha se dio cuenta que estaba “atacao” de los nervios, intentó facilitarle las cosas. — ¿Cómo estás Alan? El hizo un gesto como si despertara de golpe. — Mu, muy bien, ¿y tú? Aisha tenía que luchar para que no se le escapara la risa de verlo así, Teresa se giraba tapándose la boca para no descojonarse. — ¿Y esas flores? Alan giró la cabeza mirando el ramo que aguantaba en una mano, estaba tan nervioso que se había olvidado completamente de él, lo sujetó con las dos manos y las estiró poniéndolas delante de Aisha como el que le hace un ofrecimiento a la virgen. Aisha cuando lo vio se le escapó una risilla. — Muy bonito, ¿por qué es más grande que el que le has dado a Teresa? — No, no sé. Teresa se moría de risa y pensaba que su amiga era una cabrona que se estaba cachondeando del pobre Alan que estaba como un flan. Salió de la cocina Tomás. — ¿Y a mí no me has traído ninguno?, que amigo tengo por favor. Alan giró la cabeza de golpe. — Cállate coño y metete otra vez en la cocina. Teresa y Aisha se morían de risa. — Alan, ves a ver a tus hijos que tienen ganas de verte. Alan salió al jardín y cuando lo vieron salieron corriendo tirándose encima de él, los abrazó y besó, le dio otro beso al niño de sus amigos, hablaron un rato y siguieron jugando, él se sentó respirando profundamente intentando recuperar la calma, ya había hecho bastante el ridículo delante de Aisha como siempre hacía cuando estaba nervioso.
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