Ella quiere verte

1232 Words
— Intenté quedar con ella de vez en cuando con la excusa de hablar de los niños. Solo pudimos salir un día, me echó de su vida, me odia Tomás, y no la culpo, sé que le destrocé el corazón, que lo han pagado mis hijos… — No creo que te odie. — No me ha dado la oportunidad de pedirle perdón, lo intenté una vez y casi no me dejó hablar, no me ha querido volver a ver… Se le rompió la voz del todo y se puso a llorar tapándose los ojos con una mano, Tomás le cogió del cuello apoyando su cabeza en su hombro. A la vez lloraban los dos apoyados en el hombro de sus amigos, un dolor inmenso les atravesaba el alma. Cuando se encontraron Teresa y Tomás se explicaron las experiencias con sus visitas, solo una cosa acabaron teniendo clara, los tenían que ayudar como fuera. Teresa tenía un niño más pequeño que los de Aisha, no trabajaba, por unas gestiones de sus amigos pudo llevarlo al mismo colegio que ellos, por las tardes o a la hora de comer se juntaba cada día con Aisha, iban a recoger a los niños juntas y pasaban la tarde con ellos hasta que Teresa se volvía a su casa para esperar a Tomás. Eso les permitía tener largas conversaciones, no siempre hablaban de los problemas de Aisha, los combinaban con otros que a ella le permitían sentirse a gusto con Teresa. A Aisha le sirvió para olvidarse definitivamente de sus amantes y de cenas con el amigo. Cada fin de semana cenaba Alan un día invitado en la casa de sus amigos. Teresa se quedaba el viernes por la tarde en la casa de Aisha con los niños jugando esperando a Tomás para cenar juntos. En cada cena intentaban hablar con ellos del otro, a Alan se lo dijeron claro, querían intentar juntarse todos algún día para que empezaran el contacto de nuevo. Alan ya les advirtió que unos ex amigos lo intentaron en su momento y no pudo ser, Teresa lo tranquilizó, no sería pronto, lo tenía que madurar mucho con Aisha, ella por supuesto no sabía nada de sus planes, se lo diría cuando la viera preparada, cuando estuviera segura que sabría comportarse con seguridad, cuando Aisha estuviera convencida de querer hacerlo y no sentirse presionada. Alan estaba al corriente y se ofrecía para cualquier cosa que pudiera hacer para ayudarlos. Aisha no tenía ni idea que sus amigos y Alan estaban conspirando. Para Teresa y su marido las reuniones más difíciles eran con Aisha, sabían que estaba enamorada de Alan, se le notaba por todos lados, solo había que verla cuando de vez en cuando le hablaban de él, se ponía nerviosa, cambiaba rápido de conversación, pero lo que la delataba eran los ojos, se le iluminaban sin poder evitarlo. Pasados algunos encuentros, después de una cena donde el vino había hecho su efecto, le dejaron caer como anécdota el día que los presentaron y como una semana más tarde lo convencieron para que la llamara, cómo Alan estaba acojonado por que la encontraba tan guapa que creía que no era para él, Aisha por primera vez no cortó la conversación y rio, se acordó de aquellas primeras conversaciones con los dos tan nerviosos, como Alan no sabía ni lo que decía y la hacía reír. Ese fue un gran paso, dos encuentros más tarde y la “terapia” de Teresa durante la semana, ya podían provocar que Aisha les contara anécdotas de su vida con Alan, reían los tres y se la veía contenta. Aisha sin darse cuenta fue capaz de irse abriendo aceptando hablar y acordarse de Alan. Cuando se quería masturbar ya no dudaba, pensaba en él, en su cuerpo, lo guapo que siempre lo veía, se hacía unas pajas que le daban un placer tremendo, se corría pensando en las eyaculaciones de Alan sin problemas, cuando acababa toda mojada sonreía. Y lo más importante, estaba empezando a ser consciente que su amiga Teresa tenía razón, su corazón estaba ocupado por Alan y no tenía sentido querer esconderse de la realidad, lo tenía que ir aceptando. Alan estaba enterado de todas las conversaciones de sus amigos con Aisha, pero no era muy optimista en que ella lo quisiera ver. De todas maneras estaba contento de saber que Aisha estaba más relajada y que podía hablar de él sin ponerse nerviosa y hasta riendo. Llegó un día que Teresa creyó que Aisha estaba preparada para encontrarse cara a cara con Alan, así se lo comunicaron a él que como primera reacción le dio por reír, no se lo podía creer, riendo les dijo que si lo conseguían les invitaría a una cena en un buen restaurante. Teresa estaba convencida pero tenía que ser muy fina con Aisha para que ella lo viera claro y aceptara. Una tarde los niños jugaban al futbol en el jardín, ellas se tomaban un café sentadas en una mesa en el porche vigilándolos. — Los niños se han hecho muy amigos. — Sí, se lo pasan bien juntos. — Hablando de juntar, ayer estábamos pensando con Tomás… Aisha se la miraba dándole un sorbo a la taza del café levantando las cejas, pensando en lo que hacía días que sospechaba, tan tonta no era, sabía que en un momento u otro le ofrecerían de verse todos juntos. — ...que ahora con el buen tiempo podríamos organizar una barbacoa y que viniera Alan, estaríamos otra vez los cuatro juntos como cuando os conocisteis y recordar anécdotas, con los niños podría ser divertido, si a ti te parece bien claro, no quiero forzarte a nada. Aisha se la miraba con una sonrisilla, Teresa esperaba algo nerviosa que le contestara y la respuesta no llegaba. — Venga va, dame una respuesta joder, que me estás poniendo nerviosa. — Mamá, ¿has dicho joder? — preguntó el niño — No, he dicho culo. — ¿Qué? — Que sigas jugando hombre. Aisha se moría de risa. — ¿Queee? — Que vaaale. A Teresa le cambió la cara, se ilusionó, a Aisha no le pasó por alto el detalle. —¿Estás segura? — Claro. En realidad ya hacía días que Aisha barajaba esa posibilidad, se había dado cuenta que sus amigos habían conseguido que pudiera hablar de él, que se encontrara mejor consigo misma, que ganara confianza, había pensado como estaría Alan físicamente, si seguiría tan atractivo como ella lo recodaba o habría cambiado, se acordó de aquella cena que se había engordado. La manera de saberlo era viéndolo, y pensarlo ya no le producía el rechazo de antes. Teresa cuando salió aquella tarde de la casa de Aisha no se pudo contener de llamar a Tomás para decirle que la había convencido para verse con Alan, estaba más contenta que si le hubiera tocado la lotería. Tomás a la vez cuando dejó de hablar con su mujer llamó a Alan. Estaba tranquilamente en su despacho acabando una documentación para entregarla al día siguiente que le sonó el teléfono. — Hola tío, ¿tú no estás trabajando a estas horas? Tomás le habló alterado y rápido. — Ha dicho que sí, ha dicho que sí. — ¿Qué le has vuelto a pedir matrimonio a tú mujer o qué? — No idiota, Aisha, Aisha ha aceptado verte, quiere verte.
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