¿Otra oportunidad?

1348 Words
El momento se acercaba y tuvo que decidir que ropa ponerse, se duchó y mientras se secaba el pelo y se peinaba se convenció a ella misma que llamaría a Alan para decirle que cenara solo. Salió a su habitación y se empezó a vestir, se miró en el espejo y se vio en sujetador y braguitas, abrió los ojos, “Pero como se te ocurre ponerte esta combinación tan bonita y sexi si no vas a dejar que te toque un pelo, eres tonta nena”, pensó. Se acabó de vestir, un tejano que le quedaba muy bien y un jersey de cuello alto, no quería que él pensara que intentaba seducirlo vistiéndose atrevida. Se volvió a mirar en el espejo ya preparada, “Desde luego que eres idiota, estabas pensando hace un momento en llamarlo para anularlo todo y ya estás vestida”, volvió a pensar, miró el móvil y ya era la hora. Bajó lentamente las escaleras, miró la puerta, respiró profundo y la abrió. Alan la estaba esperando al otro lado de la verja de pie al lado del coche, lo miró y mientras atravesaba el jardín de la parte delantera de la casa pensaba, “Que guapo está el cabrón, ha cumplido con el reto, se ha adelgazado, vuelve a estar fuerte, como a mí me gusta, como me gustaba idiota, ya no te gusta, no te volverá a gustar nunca más, cenas con él para hablar de los niños y ya está”, intentaba convencerse Aisha, salió a la calle y se encontraron frente a frente, Alan sonreía. — ¿Qué te hace tanta gracia? — Nada, que estás muy guapa y vestida igual que en nuestra primera cita. — Como me vuelvas a decir guapa te dejo plantado. — De acuerdo, solo quería ser agradable, ¿puedo darte dos besos? — No. Abrió la puerta del coche y se sentó, Alan mientras daba la vuelta para entrar por su lado pensaba que iba a ser una noche movidita, la conocía y cuando hablaba así es que estaba guerrillera y con ganas de discutir. Aisha lo miraba al través del parabrisas del coche volviendo a pensar, “¿Porque estoy aquí?, le tenía que haber dicho que no quería verlo, que guapo esta el tío, para ya Aisha no pienses más en eso joder”. Alan conducía camino del restaurante, los dos iban en silencio sin atreverse a romper el hielo. Pasó un rato. — He estado varias veces a punto de decirte que no te quería ver. — ¿Y porque no lo has hecho? Ella se ponía nerviosa. — Yo que sé, todavía no entiendo porque no lo he hecho, por pena supongo, sé que estás solo. — No quiero que salgas conmigo porque te doy pena, para hablar de los niños, para no perder el contacto, hay muchas escusas para hacerlo, pero por pena no por favor. Se volvieron a callar y no dijeron nada hasta estar sentados en la mesa a punto de empezar a cenar. Aisha pasó al ataque. — ¿Por qué quieres salir conmigo Alan? El tragó saliva, se puso nervioso, que le podía decir, que estaba loco por volver a casa, a estar con ella y los niños para ser una familia unida de nuevo, que la quería con locura y no podía vivir sin ella, que el sentimiento de culpa que tenía lo estaba matando de dolor. Se le humedecieron los ojos. — Me gustaría volver a verte aunque sea de vez en cuando, que hablemos de los niños, o de lo que tú quieras … Paró de hablar y Aisha se dio cuenta que se estaba emocionando, ella sabía por Leo y Marga que cuando estuvo tan mal le había confesado que le hubiera gustado tirar el tiempo para atrás y volver como estaban antes de que se metiera aquella mala puta por el medio. — Supongo que nos podemos ir viendo de tanto en tanto, pero no quiero asegurarte nada. Alan la miraba fijamente a los ojos. — Tú, tú estás preciosa y yo me he comportado como un cerdo contigo, te quiero pedir perdón… — Te he dicho que no me digas piropos joder. A Aisha no le gustaba verlo así, estaba a punto de llorar pidiéndole perdón y ella se estaba ablandando, no le interesaba por donde iba la conversación. — Coño, me has dicho que no te dijera “guapa” por eso te he dicho “preciosa” esta vez. — ¿Tú eres tonto o qué?, ¿es que no sabes leer entre líneas? Alan había comenzado una conversación que no quería dejar en el aire. — ¿Me podrás perdonar algún día? Aisha se alteró, dejó los cubiertos encima del plato y lo miró enfadada. — ¿Qué quieres de mí Alan? — No siento que tenga autoridad moral para pedirte nada. — Ha pasado tiempo, yo tengo mi vida encarrilada, tengo todas mis necesidades cubiertas… Alan se asustó y le dio un vuelco el corazón al escuchar que tenía todas las necesidades cubiertas. Al hablar le salió una vocecilla de gilipollas. — ¿Todas?, las del amor también, ¿tienes una relación con alguien? Ella lo miraba en silencio, se dio cuenta del cambio de voz y el miedo se le podía ver en la cara, pensó que estaba acojonado por que tuviera pareja, meditó si putearlo y decirle que si, sabía que le haría mucho daño. — El amor lo tengo de tus hijos, no necesito otro, no volveré a querer a ningún hombre, no dejaré que me vuelvan a hacer daño, ni tú ni nadie. Estuvieron un rato callados y acabaron hablando de sus hijos. Cuando se tomaron los cafés Alan la acompañó a su casa, Aisha salió del coche, él detrás para despedirse, ella se giró con su mano apoyada en la verja de la entrada. — No me vuelvas a pedir para salir por favor, no me llames, no me envíes mensajes si no es para decirme cuando recogerás a los niños, necesito seguir con mi vida. Alan se quedó de pie a su lado tragando otra vez saliva, no se esperaba esa reacción, él esperaba poder seguir saliendo con ella de vez en cuando. Aisha atravesó el jardín y entró en su casa sin volver la vista atrás, cuando cerró la puerta puso un ojo en la mirilla, él seguía quieto con la mirada fija en la puerta y la cara de desilusionado, Alan bajó la cabeza y se metió en el coche, Aisha separó el ojo de la mirilla apoyando una mano en la puerta, le cayeron unas lagrimas enormes que le recorrieron la cara en un instante. Alan conducía y también lloraba, lloraba por la desilusión de no poder volver a verla, el último mes fue el mejor en mucho tiempo por las ganas que tenía de estar con ella, se cuidó y volvió a hacer deporte por ella, por verla, para que lo volviera a ver atractivo. Tenía la sensación de que estaba más cerca de acabar definitivamente con Aisha que de tener más contacto, eran lágrimas muy amargas. El sábado por la mañana Aisha estaba con Marga en la cocina tomando un café con leche, los niños jugaban en el jardín. Le estuvo explicando a su amiga como había ido la noche anterior. — ¿No le vas a dar otra oportunidad?, él te quiere Aisha, está arrepentido y quiere arreglar las cosas, con lo felices que habéis sido siempre, por un error, ¿quieres decir que no te vale la pena perdonarlo y volver a intentarlo? Aisha la miraba bebiendo de la taza, no le había contado a nadie lo que pasó, el verdadero motivo de la separación, la dirección que estaba tomando su relación cuando Alan dejó que Giselle le comiera el coño y hasta hubiera dejado que un tío de color con una polla enorme se la follara delante de él. Todos creían que fue por un lio de él con Giselle. — No puedo Marga, no puedo.
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