Allí estaré...

1928 Words
Alan se sentía como si hubiera renacido, volvía a sentirse fuerte físicamente, se relajaba en la ducha un domingo después de correr cuarenta minutos a buen ritmo, estaba cansado pero muy contento, el siguiente viernes haría cuatro semanas exactas, un mes, que Aisha le propuso de volver a verse. Aisha se levantó ese domingo temprano, no pudo dormir bien, le rondaba por la cabeza que el viernes de la nueva semana le había dicho a Alan que podrían verse y cenar, no tenía ganas de verlo, su vida la tenía encaminada sin sobresaltos y su corazón “cerrado por decepción”, le daba miedo volver a enamorarse, aunque fuera de aquel hombre que en su momento consiguió hacerlo y de qué manera, todavía estaba dolida, muy dolida. Entonces le vino un pensamiento a la cabeza, en las últimas tres semanas no había tenido ningún encuentro s****l, ni un polvo, pensó porque no lo hizo y que tal vez aquella semana podría quedar con alguno de sus “hombres para el placer” y pegarse un buen revolcón. El lunes por la tarde Alan salió antes del despacho para ir a comprarse ropa, quería estrenar algo nuevo en su cita con Aisha y que fuera de una talla que le quedara bien. Después de mirarse varias tiendas en un centro comercial acabó comprándose unos tejanos rotos, una camiseta y una sudadera, como siempre, era de la forma que se sentía más cómodo, al menos esta vez seria nuevo y le quedaba bien puesto en su nuevo cuerpo más delgado y fuerte. Pasaron el lunes y el martes, Aisha estaba cada día más nerviosa, había pensado en enviarle un mensaje y ponerle una escusa para no verse, le podría decir que estuviera él con los niños el fin de semana que ella tenía un compromiso y se iba fuera de la ciudad, luego pensó que eso le podría provocar celos creyendo que se iba con algún hombre, tampoco era cuestión de hacerle daño gratuitamente. Tenía un lio en la cabeza y todavía estaba pendiente el quedar para pegar un buen polvo. El miércoles Alan había estado esperando noticias de Aisha, pensaba que sería ella la que le avisaría de la cena, estaba seguro que se acordaba, Aisha siempre fue muy responsable acordándose de las fechas que tenía que hacer algo, no podía ser que se le olvidara, lo que sí podía pasar es que dudara si cenar con él o no, lo entendía. Por la tarde le envió un mensaje. — Hola, ¿cómo estás?, sé que quedamos en la posibilidad de vernos este viernes, hasta me propusiste un reto que me he tomado muy en serio, he vuelto a tener ilusión de hacer algo para cuidarme. Bueno, lo que te quería decir es que si te has arrepentido de la cena porque cuando me lo dijiste habíamos bebido o por cualquier otra razón, que sepas que lo entiendo, si no quieres verme dímelo sin compromiso, a mí sí me hace mucha ilusión verte, no es para presionarte, es para que lo sepas. Dame una respuesta por favor. Pd: Hasta me he comprado ropa nueva. Aisha leyó el mensaje y se enterneció, seguía siendo el mismo hombre de siempre, un libro abierto sin malicia, hasta le estaba dejando la puerta abierta a no quedar con él, simplemente le debía contestar con un “ya quedaremos más adelante” o “lo dejamos para mejor ocasión”, se puso a escribir en el móvil y le envió el mensaje. — Estoy bien, tengo una semana un poco liada y por eso no te había dicho nada, mañana jueves te confirmo lo del viernes. Me alegro de que estés mejor. Alan leyó el mensaje, “una semana liada”, la conocía y Aisha por mucho trabajo que tuviera nunca tuvo una semana liada, se lo quitaba de encima y hacía vida normal como si no pasara nada, tenía esa capacidad, se dio cuenta que era una excusa dejando abierta la posibilidad de decidir el jueves, no lo tenía claro y no le extrañaba. Le contestó. — De acuerdo, como tú quieras, no hay problema, lo que decidas estará bien, esperaré tu decisión mañana. Aisha vio que a él sí le hacía ilusión quedar con ella y aun así le dejaba todas las posibilidades de decisión sin presionarla, miró el móvil con una sonrisilla. Jueves por la tarde, Aisha en su casa sentada en el sofá decidiendo si le enviaba un mensaje a Alan o alguno de sus amantes para pegar un buen polvo. Cerró los ojos pensando y una de sus manos se le fue deslizando por encima del muslo acariciándose la parte interna por debajo de una camiseta larga que llevaba puesta, las piernas se le fueron abriendo y la mano seguía subiendo por la cara interna del muslo, cerró los ojos echando la cabeza para atrás y abrió un poco la boca cuando el lado de la mano contactó con las bragas, las palpó y las tenía mojadas, se estaba preguntando porque se había mojado y estaba tan cachonda, entonces se concentró en lo que tenía en su mente para excitarse, estaba pensando en Alan, ella tenía las piernas abiertas y por el medio de ellas veía a su ex pareja desnudo, la sujetaba por una cadera con una mano, la otra le acariciaba un pezón de una teta, justo lo que se estaba haciendo ella en ese momento, podía ver su cuerpo, su cara de excitado, con la polla tiesa amenazando de follarla en cualquier momento, la mano de Aisha habían apartado las bragas y se estaba acariciando con dos dedos pasándoselos de arriba debajo de un coño que ya lo tenía chorreando, se metió los dos dedos dentro de la v****a y gimió, en su imaginación Alan le acababa de meter la polla hasta el fondo, se había inclinado sobre ella y la estaba besando, le comía la boca despacio sacando la lengua restregándola con la suya, inconscientemente estaba sacando la lengua pasándosela por sus labios, sus dedos se aceleraban follándose, jadeaba y gemía, la mano que tenía apretándose los pezones que se los había dejado duros como piedras bajó y empezó a frotarse el clítoris con rapidez, estaba muy caliente, como hacía mucho tiempo que no lo estaba, el ruido de sus flujos con los dedos rozándose el clítoris y los otros metiéndoselos y sacándoselos del coño se le clavaba en el cerebro, en su cabeza veía la cara de Alan a punto de correrse, su musculatura tensa, sus glúteos apretados para penetrarla profundamente subían y bajaban. Sus dedos se aceleraban con sus gemidos, siguió imaginando a Alan como cerraba los ojos y relajaba la cara empezando a correrse con sus gruñidos, a Aisha el culo le subía y bajaba dando botes en el sofá, el cuerpo le dio un latigazo y se corrió a lo bestia, un orgasmo largo y fuerte que la atravesó haciéndole dar unos gritos tremendos pensando en lo guapo que era su marido, porque todavía era su marido, apoyó el culo en el sofá relajándose, de golpe se levantó hablando sola. — ¿Guapo?, ¿cómo puedes estar pensando en eso con la putada que te hizo?, eres idiota nena. Subió las escaleras para ir a su habitación y ducharse enfadada con ella misma por haberse corrido de aquella manera tan bestia pensando en él, a la vez contrariada por la comprobación de que pensar en él todavía la excitaba, pensar en su cuerpo, como la tocaba, como la follaba, la ponía a mil y se cabreaba con ella misma por hacerlo. Le hubiera gustado que Alan fuera un hijo de puta que la hubiera dejado para siempre, que pasara de ella, que la rechazara, pero no, encima el cabrón era educado con ella, hasta cariñoso, la mezcla de odio y amor por él la estaba matando. Mientras se duchaba pensaba en que le enviaría un mensaje para suspender la cena, estaba muy tranquila con su vida sin saber nada de él hasta que apareció de nuevo, se cagó en Marga y Leo por haberlos juntado, y en ella por dejarse convencer para ir. Salió de la ducha con unos morros que le llegaban al suelo, se puso una toalla alrededor del cuerpo y otra más pequeña enrollada en la cabeza tapándose el pelo, bajó las escaleras rápida para buscar su móvil que lo tenía en el salón, al lado del sofá donde se acababa de hacer una de las mejores pajas de su vida, miró el sofá enfadada acordándose de lo que había pasado hacía un momento y empezó a escribir enviándole un mensaje a Alan. Alan estaba en su despacho acabando unos documentos para presentarlos el viernes por la mañana, con los nervios le estaban costando más de lo normal acabarlos, en su cabeza se le cruzaba Aisha continuamente, sonó un timbre en el móvil avisándolo que había recibido un mensaje. Lo levantó lentamente de encima de la mesa, era Aisha, lo abrió nervioso. — ¿Mañana a las nueve en punto? Dejó ir un suspiro de alivio, dudaba que aquel encuentro se produjera. — Por supuesto, ¿te paso a buscar? — No, quedamos directamente en el restaurante. — Lo que tú quieras guapa. Aisha se miraba el móvil enfurecida, lo volvió a dejar encima del sofá y se giró para volver a subir las escaleras y secarse el pelo, las subía hablando con ella misma. — Guapa, guapa, tiene los cojones de decirme guapa, se creerá que con eso me tiene en el bolsillo el c*****o. Y yo gilipollas por confirmarle la cena pensando lo que estaba pensando, seré idiota. El viernes hasta la hora que habían quedado a Alan se le hizo eterno, las horas no pasaban y no sabía qué hacer, le costaba concentrarse en el trabajo y al medio día antes de almorzar se fue al gimnasio a quemar grasa y relajarse trabajando físicamente, se pegó una buena paliza, comió poco, intentó dormir un rato en su apartamento pero no paró de dar vueltas sin poder hacerlo , mucho antes de la hora empezó a ducharse, afeitarse y prepararse para la cita asaltándole la duda sobre si Aisha no se arrepentiría y a última hora se la cancelaría. A Aisha le pasó todo lo contrario, cuantas menos horas quedaban para verlo más dudaba, el tiempo le pasaba muy rápido y a ella le hubiera gustado ralentizarlo, que todo fuera más despacio. Cuando salió del laboratorio llevaba el móvil en la mano y lo estuvo sujetando toda la tarde pensando en decirle a Alan que no cenaría con él, que no quería volver a verlo, a media tarde empezó a escribir un mensaje, se lo miró decidiendo si enviarlo o no y lo envió. A Alan le dio un salto el corazón cuando vio que había recibido una nota de Aisha, lo abrió rápido. — ¿Me pasarás a buscar por casa? — Vale, ¿a las ocho treinta? Aisha no le quiso aceptar la hora, quería ser ella quien la decidiera. — No, es muy pronto. — Me dijiste de cenar a las nueve y reservé a esa hora, si tenemos que llegar a la ciudad necesitamos media hora desde casa. Aisha apretó los labios de rabia, casa, había escrito casa, “Se cree que todavía es parte de ella, que sinvergüenza”, pensaba, pero también sabía que tenía razón con la hora, no quiso dar su brazo a torcer. — A las ocho treinta y cinco. — Vale, allí estaré.
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