El sábado era el día, Aisha llevó los niños a la casa de sus suegros para poder estar con Alan colocando todas sus cosas sin tener que estar pendiente de ellos. Alan se vistió cómodo de deporte para hacer la mudanza, dejó el apartamento, cerró la puerta para no volver a vivir allí, pensó en lo que le esperaba ese día, volver a casa, traspasar la puerta para quedarse, colocar su ropa compartiendo armarios con Aisha, se emocionaba.
Aisha fue verlo entrar con las maletas para quedarse y empezar a llorar, Alan las dejó en el suelo, se acercó a Aisha que lo miraba resbalándole las lágrimas por la cara, se puso delante acariciándole con una mano la carita limpiándole las lágrimas con el dedo pulgar, ella apoyó sus manos en su cintura, él siguió acariciándole la cara y le puso una mano en la espalda tocándole medio culo, se miraban intensamente a los ojos llorosos los dos, tanto sufrimiento pasado, tanto desasosiego, por fin llegaba a su final y salía el sol para los dos.
— ¿Y los niños?
— Con tus padres, pensé que mejor estuviéramos solos para ordenar tus cosas.
Alan con la mano que le sujetaba la carita se la acercó para besarla, Aisha se entregó totalmente al beso cogiéndolo por la nuca acariciándole el pelo, la otra mano se la pasó por la espalda apretándose a él, Alan le agarró el culo con toda la mano, Aisha separó los labios mirándole a los ojos, se volvieron a besar dejándose caer en el suelo, se excitaban, las lenguas fuera de la boca se rozaban y lamían, se quitaban las camisetas uno al otro, le arrancó el sujetador de un tirón, ella le estiró del pantalón de deporte bajándoselo con la ropa interior, Alan le agarró el pantalón pegando un tirón para quitárselo, le cogió las bragas con una mano y se las arrancó tirándolas, Aisha abrió las piernas y él se colocó en medio, se estiró encima aguantándose con una mano en el suelo volviendo a besarse con pasión desatada, él movía las piernas para deshacerse de la ropa que Aisha le había bajado, le puso la mano en el coño, ella gimió mirándolo con deseo, comprobó que estaba mojada y acercó la polla cogiéndosela para apuntar metiéndosela de un golpe, Aisha puso los ojos en blanco dando un grito, se movió encima de ella como sabía que le llegaría el orgasmo rápidamente, gritaban del placer y de la excitación, se devoraban uno al otro entregándose totalmente, se miraron a los ojos sabiendo que ella estaba a punto, Aisha dio varios gritos corriéndose, Alan se fue moviendo despacio para dejar que su mujer lo hiciera a gusto, cuando Aisha acabó se volvieron a mirar los ojos y se preparó para seguir, Alan rodeó su cintura con las piernas de su mujer y se levantó con ella colgada del cuello, se acercó a un mueble sentándola encima, le levantó las piernas poniéndole los brazos por debajo de las rodillas y se la metió de un golpe seco, ella se aguantaba rodeándole el cuello con sus brazos para estar cerca de su cuerpo besándole los pectorales y los hombros, al sentir la penetración de Alan con decisión y fuerza levantó la cabeza poniendo de nuevo los ojos en blanco dando un buen grito, él la miraba con una sonrisilla jadeando, le encantaba verle la carita a Aisha cuando estaba tan excitada gritando de gusto, ella le agarraba la nuca y le apretaba el culo para atraérselo y empalarse en cada penetrada, estaba a punto de correrse de nuevo y Alan la volvió a levantar empotrándola contra la pared, Aisha dio un grito que retumbó en toda la casa y se empezó a correr arañando la espalda de Alan que le estaba disparando la leche dentro de su coño. Ella jadeaba y se abrazaba besándolo, se preguntaba cómo podía ser que se corriera de esa manera con él, que se excitara tanto, era el único que era capaz de provocarlo, el amor que sentía y el placer que le proporcionaba era lo más intenso que conocía. Se besaban, ella contra la pared agarrada de piernas y brazos a su amor, para que no volviera a salir por aquella puerta como lo hizo en su día destrozándose los dos la vida, para que se quedara con ella y le ayudara en su débil casita de madera.
— Por fin, por fin te vuelvo a tener en casa, mi amor, mi vida, mi mitad que me faltaba. Prométeme que no nos volveremos a separar nunca más.
Alan le miró los ojos.
— Ya te dije un día que habíamos nacido uno para el otro, por mucho que nos hemos empeñado en hacer las cosas mal aquí estamos otra vez.
— ¿Me ayudaras a apuntalar mi casita de madera cuando se mueva por favor?, pero desde dentro conmigo.
— Claro que sí, sabes que hare cualquier cosa por ti.
— Lo sé, la que fallé fui yo.
— Los dos Aisha, los dos la cagamos bien.
Se abrazaron un rato sin decir nada.
Subieron las maletas a la habitación colocando su ropa por los armarios y cajones del vestidor. Aisha en camiseta y braguitas miraba a su marido, como se movía, se agachaba para coger la ropa, se estiraba para colocarla, se apoyó en una puerta con los brazos cruzados sin quitarle la mirada de encima, Alan concentrado en lo que estaba haciendo no se daba cuenta, ella se mordía un labio. Alan la vio y le sonrió, conocía aquella cara y sabía lo que estaba pensando.
— Hace calor.
Se quitó la camiseta quedándose quieto mirándola. Aisha se acercó acariciándole la cara.
— Que guapo eres mi vida, hasta en los peores momentos, cuando más enfadada estaba contigo cuando pensaba en ti, o te veía, joder, cuando salimos aquella vez después de engordarte un poco, te veía tan guapo, siempre te he visto guapo, me cabreaba conmigo por pensarlo y todo, es que me tienes loca, siempre ha sido así, que estúpida intentar olvidarte con esta carita cariño, como iba a olvidarte con lo que te quiero y te deseo.
Su mano le había agarrado el paquete, Alan sonreía escuchándola, lo empujó contra una puerta del armario, le besó, se quitó la camiseta enseñándole las tetas, le pasó el dedo índice por la boca de arriba abajo pasándolo por todo su cuerpo y fue agachándose hasta arrodillarse en el suelo delante de él, le cogió los pantalones y los calzoncillos por los lados y de un tirón se los bajó a los tobillos, lo miró y le agarró la polla metiéndosela en la boca, Alan cerró los ojos, conocía lo bien que se lo hacía Aisha, siempre había conseguido que se corriera con una buena mamada, al estar desnuda de cintura para arriba pensó que se la acabaría con una paja haciendo que se corriera en las tetas, como siempre había hecho. Llegó el momento, Alan notaba que se corría, el placer le había subido y ya no había vuelta atrás, gemía sin parar con la polla dentro de la boca de su mujer, lo estaba volviendo loco, pensó que se la iba a sacar y Aisha apretó los labios subiendo y bajando la cabeza mirándole a los ojos, él la miró y supo lo que iba a pasar, gritó, gruñó, y se corrió en su boca , los lechazos se sucedían y Aisha intentaba no dejar de chupar y mover la cabeza sin perder de vista sus ojos y su cara de placer, le caía la leche por los labios resbalándole por la barbilla goteándole en las tetas, Alan no podía estar más excitado corriéndose de aquella manera con los ojos de Aisha sin parar de mirarlo.
Se ducharon, bajaron a la cocina a tomar alguna cosa y descansar un poco.
— Aisha, lo de antes ha sido, tan, tan…
Aisha le volvía a acariciar la cara con una sonrisa.
— Ya sé lo que ha sido, y ya he visto como te ha gustado.
— Siempre pensé que te daba asco hacerlo.
— De ti no me da asco nada, a ti te como enterito sin dejarme un trocito. Ha sido la primera vez, tú eres el único igual que el culito que lo ha conquistado, solo ha sido tuyo, solo para ti, para cuando lo quieras mi amor.
— Ahora quiero otra cosa.
Se levantó de la silla, Aisha lo miraba riendo, la agarró y la levantó colocándola encima de la mesa, estiró de las braguitas, le abrió las piernas y se tiró a comerle el coño, Aisha empezó gritando de la impresión y no dejó de hacerlo hasta correrse agarrando con fuerza la cabeza de Alan. Se besaron y se miraron a los ojos.
— Buff, es que no pararía de estar contigo, de que me hagas cosas, de que me folles, te quiero y te necesito amor.
Alan veía a Aisha con ilusión y muchas ganas de estar con él, estaba seguro que todo volvería a ir bien.
No paraban de mirarse, esperaban que uno saliera de la ducha para verlo desnudo, se observaban mientras se vestían, a Alan le gustaba ver como Aisha se ponía las braguitas, a veces ella riéndose le pedía que se las escogiera él. No paraban de tocarse cuando estaban juntos, necesitaban sentir sus manos, su piel, su cuerpo junto al del otro. La actividad s****l durante las primeras semanas fue frenética, Alan muchos días salía al medio día para comer en casa con Aisha, antes de comer se comían entre ellos, y de qué manera, aquella pasión, aquel deseo del uno por el otro, aquellas miradas, se desvivían por darle placer a su pareja.
Fueron días de felicidad para toda la familia, Alan salía del despacho para ir a buscar a sus hijos al colegio y llegar juntos a casa donde les esperaba Aisha con la merienda, muchos veces también recogía al pequeño de Teresa y Tomás para llevarlo con su madre que estaba con Aisha.
Por supuesto Alan pagó una cena para los cuatro en un buen restaurante, se gastó el dinero más a gusto de su vida, estar con unos amigos de verdad y Aisha alrededor de una mesa no tenía precio.
Leo y Marga seguían haciendo su vida de pareja liberal, quedaron en un local para tomar algo con una pareja para después ir a su casa, una pareja que les recordaba a Aisha y Alan, era Cristina con un nuevo acompañante fortachón que conoció en un gimnasio. Se los llevaron a su casa cambiando las parejas y acabaron follando unos al lado de los otros. Cuando se despidieron Marga se abrazó a Cristina.
— Lástima que no pudo ser con Alan.
— Hubieras alucinado, que manera de follar, no me extraña que su mujer siguiera enamorada de él.
— ¿Lo que no entiendo es porque lo dejaste?