— Es una buena persona y quiere a su mujer, no se merece que lo hubiéramos metido en nuestras mierdas, no es un hombre para esto, él necesita estabilidad con alguien que lo quiera de verdad.
Cristina y su acompañante se fueron, Marga y Leo tomaron una copa…
— ¿Hubiera sido lo mismo con ellos?
— Con ellos hubiera sido mejor, si lo hubiéramos conseguido después de tantos años persiguiéndolos hubiera sido genial.
— ¿Cómo crees que les irá?
— No creo que les vaya muy bien, se hicieron mucho daño.
— Nosotros también pusimos de nuestra parte para que se lo hicieran.
— Lo sé Marga, nos ayudaron a que pudiéramos seguir juntos y así se lo agradecimos, cuando pienso en lo que les llegamos a hacer por nuestra conveniencia sin pensar en ellos, ¡joder!, no se lo merecían. No creo que puedan volver a estar juntos.
Marga movía la cabeza dándole la razón.
Pasó un tiempo de convivencia, una noche que ya habían acostado a los niños y hablaban en el sofá antes de irse a dormir.
— No me has hablado mucho de tú trabajo, me gustaría saber qué haces, como es tú oficina y cosas así.
Alan la vio venir, aquella carita era de intranquilidad.
— Pues cuando me fui del bufete, Lidia la secretaria que tenía se quiso venir conmigo, nos pusimos de acuerdo con el sueldo y empezamos juntos sin un solo cliente, por suerte entre mi padre, algunas llamadas de ella y el c*****o de Leo que en aquel momentos también nos ayudó bastante rápido empezamos a trabajar.
— Esa Lidia, ¿es la chica que tiene esa voz tan dulce?, la recuerdo de alguna vez que le había dejado un recado para ti cuando trabajabas en el bufete.
Alan sonreía de haber acertado lo que pensaba Aisha.
— Sí, es ella. Mira, hacemos una cosa, mañana vas a buscar a los niños y os venís a mi oficina, así os la enseño y me das tú opinión, si falta o sobra algo.
Aisha le sonrió besándolo, quería saber quién era esa Lidia, no volvería a jugársela con él, necesitaba saber todo lo que le rodeaba, que le dijera lo de – “si falta o sobra algo” – entendió que le pedía su opinión sobre la secretaria, eso le gustó.
Al día siguiente llamaba Aisha con sus dos hijos a la puerta donde había una placa con el nombre de Alan y debajo “Abogado”, la abrió Lidia.
— Buenas tardes, usted debe ser la mujer de Alan y sus dos niños, pasar por favor, les estábamos esperando.
Aisha sonrió pensando que su marido era un cabronazo, le había reconocido la voz dulce, pero era una señora mayor y él no le dijo nada la noche anterior. Entraron detrás de Lidia, salió Alan de su despacho sonriéndole a Aisha sabiendo la sorpresa que se acababa de llevar. Les enseñó lo poco que había, la mesa de Lidia al lado de la puerta con una pequeña sala de espera, su despacho y una salita de reuniones con una mesa en medio rodeada de sillas, en una pared se veía el desconchón en la pintura del golpe de la silla, encima de la mesa habían unas pastas de chocolate y nata que compró Alan para merendar, los niños se quedaron con Lidia que les daba conversación, ellos se sentaron en el despacho en las sillas para visitas, se cogieron de la mano.
— Que cabroncete eres, no me dijiste nada de que Lidia era así.
Alan se hacía el tonto.
— ¿Lidia, como es Lidia?
— Mamonazo, que es una señora mayor, lo que pasa es que engaña, por teléfono parece mucho más joven.
— Y tú sigues tan celosa como siempre.
— Lo siento, te acabo de recuperar después de tanto tiempo y no quiero perderte nunca más, ya soy consciente de que todo empezó por mis celos, intentaré mejorar te lo prometo, te apoyaré siempre y lucharé por ti como no lo hice en su día. Solo te pido un poco de paciencia.
— Supongo que tienes muy claro que yo soy el tío con más paciencia del mundo.
Se reían los dos.
Fueron con sus hijos merendando todos, Aisha se despidió de Lidia con dos besos y la dejó comiéndose una pasta, ellos se fueron a casa.
Teresa, la gran amiga estaba contenta y orgullosa de haberlos podido ayudar, desde que los presentó estaba segura que harían muy buena pareja, que eran uno para el otro, hacían barbacoas y días de piscina juntos, se unieron como debían de haberlo hecho de jóvenes si no hubiera sido por el trabajo de Tomás que los alejó de ellos.
La vida les sonreía, volvían a disfrutar de ella, Alan seguía haciendo deporte pero en casa, no quería que Aisha estuviera intranquila pensando que estaba en el gimnasio y alguna lo pudiera “cazar”. Los primeros tiempos Aisha se notaba muy celosa, controlaba todo lo que hacía su marido, por suerte él se lo ponía muy fácil para que estuviera tranquila. Poco a poco fue mejorando confiando más en ella misma y en Alan.
Fueron pasando los meses y aprovechando que los niños estaban de acampada unos días aprovecharon para hacer un viaje romántico a Paris. Estaban cenando una noche en un buen restaurante con vistas al Sena cuando oyeron una voz conocida que los saludaba, se giraron y se encontraron con Giselle, a Aisha le subieron los colores del cabreo que cogió, Alan apretó los puños encima de la mesa por no estamparle uno en medio de la cara.
— Os he visto, estábamos cenando en una mesa ahí atrás…
Señaló con la cabeza a su acompañante que le esperaba en la puerta, Aisha no tenía ni idea de quién era, Alan lo conoció enseguida haciéndole un gesto con la cabeza saludándolo, era Sebástien.
— …me alegro que estéis juntos otra vez…
Aisha se aguantaba apartando la vista por educación, por no montar un espectáculo.
— …os quiero pedir perdón por todo lo que os hice, alguien me ha hecho ver con el tiempo…
Miró a Sebástien sonriéndole.
— …que no se puede ir por la vida de la manera que iba yo, sé que es tarde para hacerlo y que no me vais a perdonar, pero era algo que llevaba dentro y necesitaba sacarlo…
Aisha y Alan la miraban alucinados, aquella mujer no se parecía en nada a la Giselle que ellos conocieron, les hablaba con un tono de voz tranquilo y relajado.
— …espero que disfrutéis de vuestra estancia en Paris y seáis felices toda la vida.
Se fue caminando lentamente, Alan y Aisha la miraban por la espalda sin salir de su asombro, se agarró del brazo de Sebástien y después de despedirse los dos moviendo la cabeza y una sonrisa se fueron.
Se quedaron mirando uno al otro sin saber que decirse, pasó un rato para que reaccionasen.
— ¿Es posible que pueda haber cambiado tanto?, parecía sincera.
— Si no hubiera querido no tenía porque decirnos nada, estoy tan extrañado como tú cielo.
— ¿Y a él, le conoces?
— Ya te lo expliqué, es Sebástien, el verdadero amo de Giselle, cuando me habló de él me di cuenta lo que significaba para ella, supongo que tenía tangas ganas de que yo me pareciera a él que hasta me facilitó como encontrarlo. Cuando le expliqué a Sebástien lo que Giselle estaba haciendo con la gente que se cruzaba no se lo creía, le conté toda nuestra historia y no sé porqué se enfadó mucho, se ofreció para ir a buscarla para castigarla. Eso es todo, así fue como me la pude sacar de encima.
— Que tonta del culo llegué a ser contigo, mira que me pediste paciencia y yo a mi puta bola sin escucharte.
— Yo también me equivoqué haciéndote tanto caso, me tenía que haber quedado en casa hasta que me echaras a escobazos. Ahora ya lo sé, no te será tan fácil deshacerte de mí capullina.
— Eeh, ¿qué quieres decir con eso?
— Que a partir de ahora lo vamos a consensuar todo, y si no estamos de acuerdo lo discutiremos hasta encontrar una solución, porque si no lo sabías las parejas "normales" discuten. Y te advierto que sacaré todas mis armas de abogado para convencerte.
Aisha reía.
— Me encanta.