Desesperación

1877 Words
A las pocas semanas todo estaba preparado para hacer nuevo socio a Leo, Alan había acabado con los casos que tenía pendientes y hacía un par de días que se había despedido del bufete. Cuando se enteró Lidia su secretaria, una señora de cierta edad que le ayudaba desde que cogió un cargo de responsabilidad lo llamó, le pidió para irse con él, le dijo que ya estaba cansada y le vendría mejor estar en un sitio con menos trabajo y menos exigencias, a Alan no le pareció mala idea contratar a su secretaria actual si ella estaba de acuerdo en el sueldo, no le podía pagar el dinero que cobraba en el bufete, Lidia se quedó trabajando hasta que Alan pusiera en marcha el nuevo despacho, a los pocos días estaban los dos en una pequeña oficina sin ningún cliente, se dedicaron a llamar por teléfono y visitar a gente que conocían y eran posibles candidatos a ser los primeros. El padre de Alan le ayudó con algunos amigos y poco a poco empezaron a trabajar. Aisha seguía con su vida, trabajando y dedicándose en cuerpo y alma a sus hijos, aunque el cuerpo también lo utilizaba para otras cosas, para follar, follaba cuando le daba la gana con cualquier de los tres contactos de confianza, había llegado a un momento que se lo tomaba de una manera tan práctica que quedaba directamente en la casa del amante, mientras subía en el ascensor ya se quitaba las bragas y solo entrar se lo follaba, se corrían y se largaba, cosa hecha, como quien va a comprar el pan, lo obtienes y te vas. Ya hacía un tiempo que Aisha había perdido el miedo a preguntar por Alan a Leo cuando cenaban junto a Marga algún fin de semana. El último que lo hicieron ella le preguntó y Leo le explicó todo lo que había pasado en el bufete. — No me lo puedo creer, tantos años apoyándolo para conseguirlo, tantas horas que se ha dejado trabajando, era su máxima ilusión y lo deja así como así. — A veces las prioridades de la gente cambian. — ¿Qué quieres decir con eso? — Alan no está bien Aisha, no sé qué es lo que le pasa exactamente pero no está bien. Se hizo un silencio y Aisha se quedó pensativa un rato. — Yo se lo avisé muchas veces y no hubo manera de que entrara en razón, creo que si está así es por haber perdido a Giselle, no por mí. Nadie sabía el motivo por el que Giselle volvió a Paris, Leo pensó que tal vez tenía razón, sabía de primera mano de lo que era capaz aquella mujer. Al despacho de Alan fueron llegando clientes, muchos eran gente de la calle con pequeños problemas, otros pequeñas empresas que necesitaban asesorarse, y otros clientes del bufete que habían trabajado con él y querían seguir haciéndolo, una mañana entró Lidia a su despacho. — Me han llamado otros clientes del bufete diciendo que vendrán a entrevistarse contigo, se van de allí y se vienen con nosotros. Alan le miró a los ojos. — Escucha Lidia, no serás tú quien los llama y los convences de que vengan aquí, ¿no? — ¿Yooo?, no sé cómo puede pensar en eso. Cuando Lidia se ponía nerviosa le llamaba de usted, a Alan se le escapó una risilla. — Como el bufete nos presente una demanda por robarle los clientes, tú, tú iras a la cárcel, yo diré que no sabía nada de nada. — Para lo que me queda por hacer en esta vida, que me den de comer y un catre para dormir y ya estaré contenta. Se giró y salió del despacho, los dos se reían, Alan con pocas ganas, hacía mucho tiempo que no tenía ningunas ganas de reír. A los pocos días le llamó Lidia por la linea interior. — Jefe, tiene a un señor en la sala de espera que desearía verle, parece importante. — Eso de jefe te lo podrías evitar Lidia, suena un poco a cachondeo. — No se preocupe jefe que no se lo digo delante de nadie, ahora le hago entrar. Se abrió la puerta y entró una sonriente Lidia con Leo al lado. — Sorpresa, les dejo solos para hablen de sus cosas. Ella conocía su amistad de siempre con Leo, cuando lo vio entrar pensó que al “jefe” le vendría bien una buena conversación con su amigo. — Hombre, el señor nuevo socio, ¿Cómo van las cosas por allí? — Ya lo sabes, como siempre. — ¿Qué se te ofrece, no me dirás que tienes algún problema legal y quieres contratarme? — No exactamente, en el bufete tenemos mucho trabajo y nos siguen llegando clientes nuevos, estamos saturados, lo he consultado y me han dicho que algunos de los nuevos clientes que vayan llegando se los podríamos pasar a algún buen abogado de confianza, tú por ejemplo. Estuvieron hablando de diferentes temas, entre ellos como le iba a Leo con Marga desde que se volvieron a unir después de la separación, de Aisha no le quiso preguntar, si Leo le confirmaba que estaba rehaciendo su vida con otro hombre lo hundiría en la miseria, prefería no saber nada. Leo se levantó, se abrazaron para despedirse y cuando estaba a punto de traspasar la puerta. — Leo, ¿no has consultado nada con el bufete verdad? — Que mas da hombre, tendrás clientes que es lo que te conviene. — Joder, entre tú y Lidia nos van a meter a todos en chirona coño. — Va, va, no seas negativo tío, tú trabaja como sabes y todo irá bien. Leo reía con Lidia mientras le acompañaba a la salida. Tres meses más tarde el trabajo le iba muy bien a Alan, tenía bastantes clientes para trabajar tranquilo y ganar lo suficiente para pagarle el sueldo a Lidia y vivir él sobradamente. Para Giselle fue un cambio de vida, Sebástien la obligó a vivir en su casa, la dejaba en el trabajo a primera hora y la pasaba a buscar al medio día, como a una niña pequeña que la llevaban y recogían del colegio, cuando llegaban a su casa empezaba el castigo, la desnudaba y le ataba las manos en la espalda. El comía sentado en la mesa y a ella le dejaba el plato en el suelo para que comiera sin manos. La dejaba atada de pies y manos durante horas amordazada con una bola en la boca. Nada de sexo, el único placer que tenía Giselle era cuando la golpeaba con una pala de madera o un látigo, se conformaba con el dolor como placer. Un tiempo más tarde, una mañana Leo recibió una llamada de Lidia, estaba muy preocupada por Alan, le pidió por favor si podía pasar a hablar con él. Hablaban por teléfono casi cada semana pero hacía tiempo que no se veían, Leo salió temprano a comer y por la tarde se desplazó hasta el despacho de Alan para hacerle una visita. La cara de Lidia al abrirle ya le preocupó, caminó hasta la puerta del despacho de Alan y llamó con los nudillos. — Pasa Lidia, ¿ahora vas a llamar cada vez que quieras entrar? Leo abrió la puerta y entró, los pies se le pararon, le cogió un escalofrío por todo el cuerpo y los ojos se le abrieron como platos, aquella persona que estaba sentada en la mesa de Alan no era él, no lo conocía, parecía mayor de lo que era, le había desaparecido la espectacular musculatura que había tenido toda la vida debajo de la grasa, estaba gordo, con barba de varios días descuidada y el pelo sucio. Cerró la puerta detrás de él tan sorprendido que no podía ni hablar. — Hola Leo, ¿qué te pasa?, parece que has visto un fantasma. Leo se dejó caer en una silla delante de Alan. — Un fantasma no me hubiera afectado tanto como lo que estoy viendo, ¿qué estás haciendo tío?, te estás destruyendo, ¿todo esto es por Giselle? Alan bajó la mirada y se le humedecieron los ojos. — No, no es por Giselle, a ella la eché de mi vida. Hace meses que no hago nada de deporte, como fatal y no tengo ganas de vivir, ¿qué dirías que es eso amigo? — Por favor Alan, tienes hijos que te quieren, no les puedes hacer eso. — Se están haciendo mayores, de aquí cuatro días ya no me necesitaran para nada, además tienen a su madre que siempre estará por ellos. — Tienes que reaccionar, no puedes seguir así, te buscaré un buen psiquiatra, necesitas ayuda. Alan se enfadó levantando la voz. — No quiero ayuda. Leo se puso nervioso y también gritó. — ¿Pero qué es lo que quieres conseguir con esto? Alan le miró los ojos y empezó a llorar hablando rápidamente. — Quiero que todo vuelva a ser igual que antes, quiero borrar el último año y medio, que no exista, quiero llegar a casa y abrazar a Aisha, a mi mujer, al amor de mi vida, estar con ella y mis hijos como siempre debió ser, quiero morirme Leo, quiero morirme porque sé que eso ya es imposible, y todo por culpa mía, no soporto aguantar la culpa de haber destrozado a mi familia, lo que más quiero en el mundo, no lo soporto Leo, no aguanto más. Leo se levantó y se acercó a Alan dando la vuelta a la mesa, lo agarró por los hombros levantándolo y lo abrazó, Alan descargó más lágrimas sobre el hombro de su amigo. — Estoy desesperado Leo, no puedo más, se me han acabado las fuerzas para seguir luchando. Alan lloraba como un niño y Leo pensaba en cómo ayudarlo, lo sacó del despacho para que le diera el aire y fueron a tomar algo, llamó a Marga para decirle que cenaría con Alan, pasó la tarde con él, lo llevó a su casa para que se duchara y afeitara, se lo llevó de cena, le estuvo animando, dándole argumentos para seguir viviendo y lo convenció para ir a visitar a un psiquiatra que lo ayudara. El mismo se cuidó de buscar uno con buenas referencias, cogerle hora y acompañarlo en la primera visita. No podía dejar que su amigo se autodestruyera de esa manera. Alan desde aquel maldito mensaje de Aisha diciéndole que se separaban no había levantado cabeza, se fue hundiendo sin querer evitarlo, pudo deshacerse de Giselle, lo hizo porque todo le importaba una mierda, el sexo con ella era por rabia y venganza, una vez superado eso no quedaba nada, nunca estuvo enamorado de ella, la odiaba. Lo mismo le daba ocho que ochenta, se quería hacer daño por sus decisiones, sus terribles decisiones que le llevaron a donde llegó, el dolor cada día era más insoportable y llegó a un punto en que explotó, se dejó totalmente, si fuera más valiente habría tomado una decisión más drástica, la que lo acaba todo, la muerte, pero no lo era, pensaba en ello pero no pasaba de ahí, nunca le dijo a nadie al punto que llegó de desesperación.
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