Leo y Marga hablaron mucho del tema, no sabían si decírselo a Aisha, si sería bueno o malo para ella. A Aisha la veían bien, se preocupaba de sus hijos y vivía, no le importaba si Alan se saltaba algunas semanas sin ver a los niños. Pensaba que debía tener trabajo o algún lio por ahí, intentaba no acordarse de él, a ella también le hacía daño la separación, pero lo sabía llevar mejor, o al menos aparentemente.
No pasó mucho tiempo que Alan con las visitas al psiquiatra y la medicación fue mejorando, estaba más tranquilo y podía conciliar el sueño sin pesadillas que lo despertaran.
Aprovechó que estaba más centrado para reflexionar una noche de manera menos visceral y más cerebral mientras cenaba. Se crio en una familia acomodada que se lo dieron todo sin faltarle nunca de nada, cuando tenía algún problema en el colegio, su madre hablaba con el profesor y se lo resolvía, cuando lo tenía en el equipo de futbol que jugaba, su padre lo cambiaba de equipo, lo apoyaron mucho y le dieron confianza, pero nunca le dejaron tomar decisiones sobre su vida, le crearon una “falsa seguridad en si mismo” que él se creyó, si hasta estudió la carrera que su padre quería picándolo para que la acabara antes que él. Tal vez por eso desarrolló la musculatura que tenía, para esconder detrás sus limitaciones. Solo tenía que acordarse cuando conoció a Aisha, le gustó tanto y la vio tan guapa, que en vez de ir a por ella se acojonó y puso como excusa que “era demasiada mujer para él”, que imbécil, la puta “falsa seguridad”, gracias a sus amigos la llamó, pero cuando ella le contestó perdió los papeles porque no sabía ni que decir, hizo el ridículo en la primera conversación. En el trabajo era el único sitio donde lo disimulaba, no por carácter, porque se sabía todas las leyes y siempre encontraba una o algún vacío legal para defender a sus clientes.
Otro asunto era lo que pasó con su matrimonio, ¿como algo tan fuerte y lo unido que estaba a Aisha pudo acabar de aquella manera?. Nunca tuvieron ningún problema, joder, es que no llegaron ni a discutir en serio jamás, vivían en una nube de felicidad y amor, el día que se presentó una dificultad no la supo negociar. De una cosa sí que estaba orgulloso, los dos fueron capaces de dejar a sus hijos fuera de sus problemas, él nunca les quiso sacar información de su madre y por lo que había comprobado Aisha tampoco lo hizo, se merecían ser felices y no preocuparse de las mierdas de sus padres. ¿Fue buena idea presentarse en el apartamento de Giselle para que Leo volviera con Marga?, otra vez la “falsa seguridad”, ¿o tendría que haber dejado que se espabilara él por su cuenta?, sus principios no le dejaron otra opción, malditos principios pensó, no estaba molesto con Leo por haberse puesto del lado de Aisha, prefería que cuidaran de ella que de él, estaba seguro que no se acercó e intentó ayudarlo por miedo a la reacción de Giselle, ya lo pilló una vez y sabía lo que se jugaba con la loca aquella, Leo le avisó una vez y él no le hizo caso. Sin Giselle por medio, cuando tuvo que ayudarlo lo hizo sin pestañear.
La estrategia que pensó para que Giselle lo dejara tranquilo y se aburriera, ¿era buena?, podría haber resultado, tarde o temprano se hubiera enterado quien era el verdadero “amo” de Giselle, Sebástien. Lo de contárselo a Aisha pensó que fue un acierto, tenía que ser sincero con ella, uno de los errores fue no avisar a su mujer que no le dijera nada, que no entrara en conversación con Giselle, si cuando abrió la boca por primera vez se hubieran ido y se lo hubiera explicado bien a Aisha tal vez no hubiera ocurrido lo demás, pero la curiosidad de las conversaciones entre ellas le pudo, y la posibilidad de meterle morbo a su matrimonio le tiró todo el plan a la mierda. Que Aisha se enfadara por lo del “regalo” de Giselle y su pasividad era normal, que le dijera que se fuera de su casa no tanto, ella también se dejó llevar tomando alguna decisión precipitada, pero el gran error lo cometió él y solo él, jamás debió de dejar de ir a casa de su familia, si ella no quería que durmiera en su casa lo tenía que respetar, pero durante el día se tenía que haber presentado cada día, estar con sus hijos y sobre todo con ella, explicarle como iban las cosas, tenerla informada de todo, no se tenía que haber distanciado de ella, otra vez la puta “falsa seguridad” se la jugó, como pudo esperar que Aisha lo llamara para volver a su casa cuando no fue capaz de llamarlo cuando se conocieron porque eso le tocaba a él según ella, como pudo cometer ese gran error y dejar que se fueran distanciando, él en ese momento no había tocado a Giselle para nada, si se hubieran mantenido juntos seguro que habrían tenido la fuerza suficiente para arreglar el problema. O tal vez hubiera acabado largándose del puto bufete, habría avanzado la situación que tenía igualmente ahora, lo que no era tan seguro es que conociendo a Giselle lo dejara tranquilo solo por no estar trabajando con ella. Lo cierto a fin de cuentas es que toda la culpa fue suya, tomó malas decisiones y no supo reaccionar como lo tenía que haber hecho, ahora a toro pasado era más facil analizarlo, pero demasiado tarde.
Finalmente Leo y Marga hablaron con Aisha, quedaron para cenar y Leo le explicó todo lo que había pasado con Alan y lo preocupado que estaba por él, le dijo que cuando habló con él en su despacho del bufete y le miró a los ojos estaba seguro que sufría por su separación, pero al decirle ella que sería por Giselle le hizo dudar.
Aisha le escuchó con atención y pensaba que si Alan se sentía culpable de todo le producía una doble sensación, por un lado su parte más malévola se alegraba de que estuviera pagando por sus malas decisiones, y por otro sentía pena, una pena tremenda de saber a qué punto había llegado, le conocía bien y sabía que si estaba así nunca se lo perdonaría, podría medicarse pero en el fondo le quedaría siempre esa culpa, Alan no era hombre de olvidarse de las cosas, las retenía en algún lugar de su cerebro, y esa debía de estar bien grabada. Pensó en la parte en que Leo le contó que Alan se deshizo de Giselle, Aisha se alegró internamente.
Alan estaba reunido con un cliente, cuando acabaron le acompañó a la puerta y vio que en la sala de espera estaba sentado Leo solo, entró y se sentó a su lado.
— ¿Cómo estás tío?, espero que no me traigas más trabajo, con el que tengo ya estoy satisfecho, tendría de contratar a alguien más y no quiero hacerlo.
Leo le sonreía.
— No te preocupes, la visita de hoy no es por trabajo. Es para invitarte a cenar en mi casa el viernes.
A Alan le sorprendió la propuesta, desde que empezó todo con ellos se distanció, sabía que estaban de parte de Aisha y lo encontraba lógico, que lo invitara a cenar y volver a ver a Marga después de tanto tiempo le daba apuro.
— No sé, ¿crees que es buena idea?, a Marga hace mucho tiempo que no la veo y no sé si estará enfadada conmigo.
— Por favor no empieces con tus paranoias, Marga tiene ganas de verte, ¿es que no te acuerdas de lo que te quería?
— Por eso, tengo miedo de haberla decepcionado a ella también.
— No está decepcionada, te está agradecida por lo que hiciste, gracias a ti seguimos juntos.
— Vale, si me dices que Marga no está enfadada conmigo iré.
Leo le volvió a mirar con la sonrisilla.
— Y otra cosa.
— ¿Qué?, “pesao”.
— Aisha también estará.
A Alan le empezó a temblar el labio, eso no se lo esperaba, se puso muy nervioso y se levantó paseando por la sala de espera.
— Ostia, ostia, tío me acabas de acojonar. Pensaba que ella ya se había vuelto a…, que tendría alguna relación, no sé, después de tanto tiempo y lo guapa que es…, Dios me tiemblan las manos.
— Tranquilo hombre, no pasa nada, somos adultos, podemos cenar los cuatro tranquilamente y si después lo creéis conveniente igual podéis hablar un rato, aclarar algunas cosas.
— Estoy muy nervioso tío, no sé qué hacer, ¿cómo reaccionaré cuando la vea?
— Eh tío para ya, te duchas, te afeitas, ponte limpio y te espero el viernes en casa a las nueve, nada más que hablar, ah, y que no se te ocurra llamarme acojonado para decirme que no vienes, te voy a buscar donde sea y te llevo de la oreja a la cena, ¿de acuerdo?
Alan estaba como ido pensando en mil cosas a la vez.
— Que sí, que iré, no te preocupes.
A Marga le costó menos de lo que pensaba convencer a Aisha para cenar y volver a ver a Alan, intentó que se compadeciera de él por lo mal que lo había pasado, diciéndole que seguro que le ayudaría a levantar la cabeza. Aisha aceptó la cena, después se dio cuenta que se había querido hacer la valiente y la fuerte con sus amigos cuando no lo era tanto. Pasó una semana muy nerviosa, el jueves quedó con uno de sus amantes ocasionales, el que le gustaba tenerlo todo bien ordenado, le estuvo comiendo el coño durante media hora, ella gemía y jadeaba, todo el orden que le gustaba tener también lo aplicaba comiéndole el chichi, era metódico y no se dejaba ninguna parte sin lamer, la puso caliente a más no poder, luego abrió las piernas y se la metió hasta el fondo, le hizo que las volviera a juntar y se la folló así, el rocé sobre sus paredes vaginales era tan exagerado que se corrió dos veces seguidas, él le abrió las piernas y se hizo una paja corriéndose encima del coño de Aisha entrándole algún tiro por el agujero de lo dilatado que lo tenía, como a él le gustaba, se fue para su casa relajada. Pensó que eso le ayudaría a estar más tranquila al día siguiente para ver a su ex marido, aunque legalmente todavía estaban casados.