Gemir sin parar

2163 Words
A Alan que su amigo le confesara que estaba liado con Giselle le sorprendió, que Leo estuviera totalmente enganchado a ella porque lo dominaba y él se sintiera su sumiso todavía más. Intentó convencerle de que tenía una buena relación con Marga y que no se fiara de Giselle, le explicó los comentarios que había tenido que aguantarle, que eran precisamente todo lo contrario de lo que estaba haciendo con él, que ella estaba loca porque él la dominara. Leo no quiso escucharlo, estaba encegado con Giselle y se estaba convenciendo de terminar la relación con Marga. Aquella noche después de cenar y que los niños se fueran a la cama, Aisha y Alan estaban muy preocupados por sus amigos, se daban cuenta que se estaba rompiendo la pareja y ellos no podían hacer nada. Alan le confesó a Aisha la conversación con Leo, quien era la chica por la que había perdido la cabeza y el desenlace que podía tener aquello, como a él no le había caído bien Giselle desde el inicio, como Leo siempre creyó que no le caía bien porque le había quitado el sitio de socio y era lógico porque Alan nunca le explicó a nadie sus conversaciones con Giselle, ni se las explicó a su mujer, pensó que lo único que conseguiría con ello es hacer dudar a Aisha y eso no lo podía permitir, él la quería como el primer día y la protegería de cualquier cosa que pudiera hacerle daño. Esa noche durmieron muy abrazados, como confirmando que ellos tenían algo muy fuerte que no se rompería nunca. Invitaron a cenar a Marga el viernes, Leo había hecho las maletas y se había ido del apartamento hacía un par de días, la chica estaba destrozada, no entendía que le había pasado a Leo para abandonarla así en tan poco tiempo. Intentaron animarla pero que se le puede decir a una persona cuando está en esa situación, ellos tampoco entendían que le había pasado a Leo, como lo había tirado todo a la basura por estar con Giselle. El lunes Alan se entrevistó con Giselle por el tema del caso, ella se dio cuenta que estaba más serio de lo normal y sabía el motivo. — ¿Estás serio por mi culpa? — No importa porque estoy serio. — Supongo que ya sabes que tú amigo es mío. Alan no se pudo aguantar. — ¿Tuyo?, ¿qué quieres decir con que es tuyo? — Bueno, ha dejado a su mujer por mí, ¿tú como lo llamarías? — Que una persona sin escrúpulos se ha metido en medio de su relación, así lo llamaría yo. — Eh, eh, yo no tengo la culpa de que él la deje, yo no se lo he pedido. — ¿Por qué no dejas de jugar con él?, a ti no te importa, ¿Por qué lo haces? — Ven tú a mi casa y lo dejaré, seguro que volverá con su tierna mujer para pedirle perdón. — ¿Qué quieres que me separe yo?, ¿qué deje a mi familia por ti?, estás loca Giselle. — Tú sabes que acabarás conmigo, tardarás más o menos pero acabarás conmigo. — Vete a la mierda. Salió de su despacho muy enfadado, como podía hablarle así, acosarlo de esa manera. Se fue directo a hablar con Fernando, socio y su antiguo supervisor. La respuesta de Fernando no fue precisamente la que esperaba, le dijo que si se quejaba de que Giselle lo estaba acosando no estaría bien visto, que un abogado de su prestigio no supiera cómo gestionar algo así no decía nada bueno de él. Alan no dijo nada, se encerró en su despacho y pensó, acabó la jornada y se fue a casa. Aisha lo estaba esperando muy preocupada, había visto a Marga y la había encontrado muy mal, tenía miedo de que hiciera una tontería, estaba sorprendida de lo que llegaba a sentir Marga por Leo, siempre había pensado que su relación no era demasiado fuerte y se equivocaba, lo llevaban a su manera pero comprendió que su amor era tan fuerte como cualquier otro. Alan miró serio a Aisha. — Está bien, voy a hacer que Leo vuelva con Marga, espero no tardar mucho. Aisha lo escuchaba sin entender nada de lo que le estaba diciendo. — ¿Qué vas a hacer Alan? — No te preocupes, si sale bien esta noche Marga estará otra vez con Leo. Alan se fue de su casa y Aisha no sabía si preocuparse o no, estaba claro que él tenía alguna información que no había querido darle. Confiaba en él como siempre había hecho y esperaba que todo saliera bien. Alan conducía para ir al caro apartamento de Giselle en el centro de la ciudad, sabía que se encontraría con Leo y sabía qué hacer para que volviera con Marga. Llamó a la puerta y le abrió Giselle sorprendida, entró seguro de sí mismo haciendo que Giselle retrocediera sobre sus pasos, Leo estaba sentado en el sofá tomándose algo levantándose de golpe cuando lo vio. — Alan, ¿qué coño haces aquí? — Evitar que sigas haciendo el gilipollas, vete a casa por favor. Leo miró a Giselle preguntándole con la mirada, no entendía lo qué pasaba. — Lárgate, vuelve con tu amorcito. — ¿Pero qué dices? Giselle no le dejó ni respirar. — Que te largues joder, ahora tengo a quien quería, agradécele a Alan lo que ha hecho por ti. Leo no sabía qué cara poner, que Giselle lo estuviera haciendo servir para atraer a Alan no lo había visto venir, y eso que Alan se lo había avisado, se dio cuenta de lo insensible que era Giselle, no dudó un momento en aprovecharse de él dejando incluso que se separara de su pareja para conseguir lo que quería. Por la manera que miraba a Alan estaba claro que si por alguien sentía algo era por él. Leo se fue de aquel apartamento mirando a Giselle como si fuera el mismísimo puto demonio, fue como si le despertaran de un sueño de una ostia monumental, le hicieron poner los pies en el suelo de golpe y sin anestesia, se habían aprovechado de él como un tonto, se había dejado encegar por Giselle con cuatro caricias y unas cuantas folladas, se aprovechó para lo que quería y lo tiró sin miramientos. Entró en su coche y sin pensarlo dos veces fue a buscar a Marga. Alan se quedó de pie con Giselle delante. Giselle sabía que Alan no estaba cómodo, él no tenía idea de lo que ella esperaba y le dio un poco de margen. Alan entró y se sentó en el sofá, Giselle lo siguió y fue a decirle algo… — Mira Alan… — ¿Tú no eres mi sumisa?, pues cállate la puta boca y siéntate delante de mí en el suelo. Giselle no dijo nada, por su interior una sonrisilla le decía que Alan sabía comportarse mejor de lo que esperaba el primer día, se sentó en el suelo con la cabeza baja. Alan había pensado en una estrategia, si Giselle quería que fuera su amo, lo sería, pero no como ella se esperaba, lo sería para no hacer nada, la tendría sentada delante de él en el suelo como una perra, no le pediría nada, no le haría hacer nada, solo estar allí en silencio, él creía que haciéndole eso ella se acabaría aburriendo. Pero Giselle no era tan fácil, ella se dio cuenta lo que Alan pretendía y le seguiría el juego. Estuvo una media hora sentado sin decirle nada, se levantó y pasó por el lado de Giselle sin mirarla, se acercó a la puerta de entrada. — Mañana te espero por la tarde. — No te he dado permiso para hablar ni moverte, mañana vendré si quiero, tú sí que tienes que estar aquí por si me parece bien pasar. Abrió la puerta y se fue, Giselle se levantó del suelo y se metió en la cocina para prepararse algo de cenar, estaba contenta, había sido el primer contacto con Alan, no fue como ella esperaba pero sabía que tenía la fuerza de voluntad y paciencia para aguantar el tiempo que hiciera falta. Por otro lado veía muy claro que Alan era el hombre, era quien necesitaba. Alan llegó a su casa antes de la cena, Aisha lo miró desconfiada y no le dijo nada porque sus hijos estaban delante, esperó a cenar y que los niños se fueran a dormir. Cogió a su marido de la mano y lo sentó en el sofá preocupada, necesitaba que le explicara que había pasado. — ¿Qué has hecho Alan?, Marga me ha llamado, Leo se ha presentado en su casa y se ha arrodillado delante de ella para pedirle perdón. Le ha explicado toda la historia y le ha dicho que a quien quiere esa tía es a ti. Dime algo porque me tienes atacada. — No te preocupes, no ha pasado nada. He ido a su apartamento y le he hecho ver a Leo que ella no le quiere, solo se estaba aprovechando de él. — Porque te quiere a ti, ¿no? — Está mal de la cabeza, quiere que yo sea su amo, su amo, te lo imaginas, como si fuera una perrita. Me he quedado con ella un rato, le he dicho que se sentara en el suelo y se callara, no le he dicho nada ni hecho nada, esperaré que se arte de la situación y se acabó. — ¿Su amo?, ¿pero qué coño es eso? — Y yo que sé, ya te digo que está mal de la cabeza. — Tengo miedo Alan, no la vayas a ver más por favor. — Tengo que hacerlo y que se dé cuenta que no tiene nada que hacer conmigo, la voy a tener cada día igual, sentada en el suelo y sin hacerle ni caso, en algún momento se cansará y nos dejará tranquilos. — No lo sé, me está dando mucho miedo esto. Aisha intentaba entenderlo, ¿como alguien podía comportarse de aquella manera?, si Alan le había dicho que la dejaba sentada delante de él sin hacerle nada lo creía, siempre habían sido sinceros uno con el otro y no tenía por qué dudar de él. Subieron a su habitación, Aisha se quitó la ropa para ponerse el camisón de dormir, Alan se desnudó y miró a su mujer, le pareció que estaba preciosa, que era como los buenos vinos que cuanto más tiempo pasaba mejor estaba. Se acercó a ella por la espalda y la rodeó con sus brazos, Aisha suspiró al sentir los fuertes brazos de su marido que la rodeaban, entre abrió la boca al notar como sus manos se deslizaban por su piel agarrándole un pecho, como lo amasaba y le acariciaba el pezón, gimió, tenía ganas que él la abrazara, la tocara, sentirlo suyo, lo había pasado muy mal aquella tarde pensando que él estaba con ella, con esa chalada que estaba dispuesta a meterse en su matrimonio. Alan la estrechó acariciándole las tetas y besándole el cuello desde atrás, la llevó hasta la cama y se estiró encima de ella, la besó con dulzura, le recorrió el cuerpo con la lengua chupándole y lamiéndole los pezones, luego siguió bajando la lengua hasta metérsela en medio del coño, se lo comió sabiendo por donde tenía que pasar y donde presionar con la lengua, le hacía gemir sin parar, volvió a subir la cabeza y la besó con pasión, le colocó los brazos por encima de la cabeza y le sujetó las manos con una suya, con la otra se agarró la polla y se la metió en el coño, Aisha dio un pequeño grito de placer y Alan se empezó a mover encima de su mujer follándola con fuerza. A Aisha siempre le había gustado que él la dominara, que la sujetara con fuerza mientras la embestía con aquel cuerpo, ella abría todo lo que podía las piernas y se dejaba llevar por la pasión y el placer. Alan sujetaba a su mujer por las muñecas mientras movía las caderas adelante y atrás o le daba vueltas, notaba como el coño de Aisha se mojaba cada vez más y como sus gemidos se convertían en gritos, el cuerpo se le movía tensándose y eso era señal de esta a punto de llegar al orgasmo. Aisha notaba la polla de su marido llenándole el coño, se movía con fuerza dentro de ella provocándole mucho placer, se le tensaba la espalda y no podía para de gritar, un gran orgasmo le subía y se abandonaba a él, de pronto escuchó a Alan como gruñía, era el preámbulo de una buena corrida que no tardó en notar con el primer lechazo en su v****a. Se corrieron los dos juntos, se besaron y se abrazaron demostrándose que nada había cambiado entre ellos.
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