Alan llevaba toda la semana haciendo lo mismo con Giselle, no le dejaba hablar, solo estar sentada en el suelo delante de él que a su vez se sentaba en un sillón, estaba un rato con ella sin mirarle a la cara. Giselle sabía sus intenciones y cada día se vestía un poco más provocativa, el último día que se vieron llevaba puesto un vestido tan corto que al moverse lo más mínimo le podía ver el tanga, Alan ni la miraba, intentaba distraerse mirando el apartamento o con el móvil, el escote que tenía el vestido le dejaba ver casi todas las tetas, unas tetas impresionantes pensó Alan quitándose los pensamientos de la cabeza rápidamente.
Cuando se fue y bajaba en el ascensor pensó que le tendría que decir que no se vistiera tan provocativa, pero si se lo decía también le daría una pista de que se excitaba y eso no le interesaba. Giselle cuando Alan se fue entró en su habitación, se puso al lado de la cama y se empezó a tocar, se metió una mano por dentro del escote agarrándose una teta, lo hacía con fuerza como se lo hacía Sebástien, sintiendo dolor, la otra mano se la metió por debajo de la falda del vestido tocándose el coño por encima del tanga. Se excitaba mucho teniendo al macho alfa delante sin hacerle ni caso, aquella aparente despreocupación por ella, como si no hubiera nadie delante, la ponía a cien, la hacía sentir como si no fuera nada, esa apatía de Alan hacía ella, ni un comentario, ni un gesto, el control que le demostraba la ponía cachonda. Intentaba imaginarse el cuerpo musculoso que debía tener debajo de la ropa mientras sus dedos resbalaban arriba y abajo por su coño totalmente humedecido del calentón, se quitó el tanga dejándolo en el suelo y se estiró en la cama, abrió el cajón de la mesita de noche y sacó un vibrador doble de buen tamaño, le dio la vuelta a la ruedecita del final poniéndolo en funcionamiento con la vibración que creyó adecuada y se lo apoyó encima del clítoris dando un suspiro dejando ir un gemido, se imaginaba que era la polla de su amo, así, dura como un palo que jugaba con su coño excitado, se frotaba con la parte más grande del vibrador el chichi y con la más pequeña el ojete del culito, a la vez con la otra mano se amasaba las tetas apretándose con los dedos los pezones haciéndose daño, entre su boca medio abierta sacaba la lengua pasándosela por los labios, imaginaba que era él que se los estaba chupando gimiendo por el contacto de las vibraciones en su coño, puso el vibrador en posición y se metió la punta en la entrada de la v****a y la otra puntita más pequeña en el culo, de un golpe se ensartó los dos agujeros hasta el final del vibrador pegando un grito enorme de gusto, se apretaba con fuerza las tetas y se follaba a ella misma por delante y por detrás a una velocidad endiablada, la boca la tenía totalmente abierta gritando moviendo las caderas y la cintura al ritmo de la follada, le llegó un tremendo orgasmo sin parar de meterse y sacarse el aparato notando su manos totalmente mojada de sus flujos meándose de gusto, se quedó estirada en la cama jadeando recuperándose con la imagen de Alan en su cabeza, estaba loca por él.
Alan llegó a su casa y fue a buscar a su mujer que estaba en la cocina haciendo la cena para la familia, la rodeó con sus brazos y le besó el cuello metiéndole una mano en el coño por encima del pantalón.
— Alan que puede entrar algún niño.
— Me da igual, tengo ganas de tocarte.
Aisha se giró pasándole los brazos por el cuello besándolo.
— Espérate a que cenemos y lo niños se vayan a la cama.
Alan le agarraba el culo con fuerza.
— Yo también te voy a llevar a la cama y no a dormir precisamente.
— Anda ves a cambiarte, que quiero hablar contigo.
Se cambió y cenaron todos juntos, los niños explicaron cómo les había ido el día en el colegio y cuando acabaron Aisha los envió a dormir. Alan la agarró de la mano y se la llevó por las escaleras a su habitación.
— ¿No puedes esperar un poco que quería hablar contigo?
El la llevaba rápido agarrada de la mano, entraron en la habitación y de un tirón le bajo el pantalón, la giró y la puso a cuatro patas en la cama, se descalzó y se quitó la camiseta, metió la cabeza por debajo del culo de Aisha y le puso la boca y la nariz encima del coño, se lo apretaba con los labios a la vez que inspiraba oliéndoselo, Aisha tensó la espalda, no quería imaginarse lo que le había pasado a su marido pero sabía que estaba cachondo, y que cuando estaba así la follada iba a ser épica, Alan le agarró las bragas rompiéndoselas para quitárselas, le metió la lengua en medio del coño lamiéndoselo, Aisha ahogó un grito, la lengua de él pasó del agujero que dejó totalmente mojado al clítoris que le empezó a dar vueltas, su mujer no paraba de mover la cintura del placer que sentía, aceleró los movimientos de la lengua y se metió el botoncito en la boca succionándolo, a Aisha un latigazo de gusto le atravesó el cuerpo abriendo la boca y cerrando los ojos para aguantarlo, Alan seguía sin darle tregua y su mujer se corrió a gritos dejando caer la cabeza en la cama, se quitó los pantalones, se arrodilló en la cama y apuntó su polla en la entrada del coño de Aisha metiéndosela de un golpe hasta el fondo, ella volvió a levantar la cabeza mirando para adelante volviendo a tensar la espalda, Alan le había llenado de polla las entrañas y la estaba follando con fuerza, podía oír como resoplaba en cada penetración y el golpe seco del contacto de los dos cuerpos, a Aisha se le juntaba un gemido con otro, notaba su flujo como se expandía por todo su coño, la fuerza de las manos de su marido agarrándole las caderas atrayéndola hacía él en cada embestida, se le empezaba a nublar la vista de la corrida que le estaba subiendo otra vez y justo antes de empezar a correrse Alan le dio un sonoro cachete en el culo que le hizo dar un grito corriéndose como pocas veces lo había hecho, le flojeaban las piernas que su marido le aguantaba sin dejar de follarla y le empezó a llenar el coño de leche, sus lechazos los notaba nítidamente como chocaban en su interior y como salían por los lados cuando él se separaba para volver a penetrarla con su polla dura que parecía no tener intención de aflojarse, la leche y los flujos vaginales le caían por las piernas sin que Alan diera señales de parar, Aisha dejó caer la cabeza en la cama resoplando esperando que él acabara. Alan le soltó las caderas y el cuerpo de Aisha se desmoronó hacía un lado, ella estaba reventada y él seguía erguido detrás de ella con la polla medio tiesa saliéndole por la punta las últimas gotas de semen, a Aisha le seguía pareciendo la imagen de un animal salvaje después de haber devorado a su presa, le encantaba verlo así.
Alan se estiró a su lado acariciándole la cara, volvió a aparecer el marido cariñoso y amable, se besaron los labios con dulzura.
— Quería hablar contigo hombre, no me has dejado respirar. ¿Hay algún motivo por lo que me has hecho esto?
— Porque te quiero y me excitas, ¿qué quieres que te diga?
— Que no es por culpa de esa que vas a ver cada día.
Alan se quedó en silencio mirándole a los ojos.
— De eso te quería hablar, tú me dices que no pasa nada con ella, pero tienes que reconocer que eso es muy raro. Como ha sido raro el cachete del culo de esta noche. ¿Pasa algo cariño?
Alan sabía que se había dejado llevar, no había pensado en Giselle mientras se follaba a su mujer, pero sí que había salido excitado de su casa, eso tenía que reconocerlo.
— ¿No te ha gustado el cachete en el culito cariño?
— Sabes que no te estoy hablando de eso.
— Te prometo que no ha pasado nada con ella, te propongo que vengas conmigo y lo veas con tus propios ojos.
AISHA (sorprendida): ¿Me estás diciendo que nos presentemos los dos en la casa de esa tía?
— Sí, así ves lo que pasa y me das tú opinión.
Aisha se levantó de la cama para meterse en el cuarto de baño a darse una ducha rápida, mientras se duchaba pensó en la propuesta de su marido. Cuando se estaba secando entró Alan, le dio un piquito en los labios y se metió él en la ducha.
— Creo que te haré caso y te acompañaré una tarde de estas.
Debajo del agua de la ducha Alan escuchó algo pero no sabía que era.
— ¿Dices algo cariño?
Aisha abrió la puerta de la ducha y le agarró el culo con una mano.
— Que iré contigo una tarde a ver qué pasa.
Alan le sonrió.
— ¿No quieres entrar conmigo un ratito?
AISHA (riendo): No, que me volverás a follar y ya he tenido bastante hoy.
Rieron los dos.
Dos días más tarde quedaron que Alan la pasaría a buscar por casa para ir juntos al apartamento de Giselle, Aisha estaba nerviosa y no dijo nada en todo el trayecto. Llamaron y les abrió Giselle, miró un momento a Aisha sorprendida pero siguió con su papel, les dejó la puerta abierta y se sentó delante del sillón donde se sentaba cada día Alan. Para ese día con su idea de ir provocándolo se había puesto un corpiño n***o que le apretaban las tetas con un tanga a juego y unos zapatos de tacón, para rematar un collar de cuero como el de los perros alrededor del cuello, Aisha entró del brazo de Alan. Antes de llegar donde estaba Giselle.
— ¿Y tiene que ir vestida así la guarra esta?
— Tranquila cariño, alguna vez he pensado en ordenarle como vestirse, pero he pensado que si lo hago le demostrare debilidad y que me excita según cómo va vestida y eso no lo quiero, quiero que se aburra y nos deje en paz.
Aisha asintió con la cabeza y no dijo nada sentándose en otro sillón sin poder quitarle la vista de encima a Giselle, ella estaba sentada en el suelo con la cabeza baja, la levantó un momento mirando a los ojos a Aisha.
— Hoy no has venido solo amo.
— Te he dicho que no hables mientras este yo aquí, cállate la puta boca. Es mi mujer, la mujer de mi vida, tan ama tuya como yo.
Giselle volvió a mirar a los ojos a Aisha y esta fijó su mirada en los suyos orgullosa de las palabras de Alan.
— Así, si yo también soy su ama podría ordenarle cualquier cosa.
— Haz lo que quieras, a mi no me interesa para nada.
— Dime Giselle, ¿harías lo que te ordenara?
— Si mi amo está de acuerdo sí.
— Claro que está de acuerdo, ¿qué coño te has pensado?, todo lo que te diga ella es como si te lo ordenara yo.
Giselle volvió a mirar a Aisha sin demasiada buena cara.
— Levántate y ponte una bata por encima que pareces una puta barata.
Giselle la obedeció, se metió en su habitación.
— Cariño esta tía está fatal de la cabeza.
Alan le sonreía y Giselle salió con una bata negra puesta transparente que dejaba ver todo lo que llevaba debajo.
— Y que puta que es la cabrona.
Se volvió a sentar en el suelo bajando la cabeza.
— Dime Giselle, ¿has tenido algo s****l con mi marido?
Alan miró a su mujer levantando una ceja, le sorprendió que no lo hubiera creído.
— No mi ama.
— ¿Y qué coño esperas cada día aquí sentada cómo si fueras una perra?
— A hacer cualquier cosa que me ordene.
— Madre mía que mal estás tía.
Estuvieron un rato más y se fueron, bajaban en el ascensor.
— Alan, esa tía no se va a aburrir con tú estrategia.
— Hoy porque tú le has dado conversación, pero te prometo que yo no le doy bola para nada, la tengo ahí callada hasta que me voy.
— Sí, estará ahí sentada sin decir nada, pero como se viste la hijaputa es para provocarte, ¿o es que no lo ves?, ahora entiendo como llegaste el otro día, más caliente que...
— He, he, a mí me calientas tú cariño, nadie más.
— Venga hombre, tú te crees que soy idiota, se te pone delante semejante pibón medio en pelotas provocándote y quieres que piense que ni te la miras.
— Ya te he dicho que solo quiero que se aburra de esperar y nos deje en paz.
— Y yo te digo que no se va a aburrir.