De todo el grupo de abogados, Alan fue el último a quien aviso para reunirse, se vieron en el despacho de Giselle, cuando entró, le ofreció asiento y cerró las persianas para que nadie les viera desde fuera.
— ¿Has traído los informes de tus casos?
— No me has pedido ningún informe, pero aunque lo hubieras hecho tampoco los traería, no tengo tiempo en hacerte informes inútiles con el trabajo que tengo.
Giselle se ponía cachonda de oírle hablar con esa irrelevancia, sin ningún respeto hacia ella.
— Te felicito por el próximo caso que vas a llevar gracias a mí.
— Que iba a llevar ese caso ya lo sé desde la semana pasada, me lo confirmaron con un mail, no creo que tú tengas nada que ver con ello.
— Puedo darle el caso a quien yo quiera, ¿o te piensas que eres imprescindible en este bufete?
Alan se puso de pie acercándose a ella.
— ¿Qué quieres, qué coño quieres?, dímelo claramente, porque me pones al límite cada vez que nos vemos.
— Ah sí, ¿te pongo al límite?, ¿qué harías?, me pegarías como buen macho, me someterías con tú fuerza para follarme sin darme tregua, para coger lo que es tuyo, lo que es del macho dominante.
— Por Dios Giselle, estas fatal tía. ¿Pero de qué coño me hablas?. ¿Me estás pidiendo que te viole o algo así?
Giselle se apartó un poco para darle espacio.
— Siéntate por favor.
Alan pensó que le iba a confesar algo interesante y se sentó.
— Estoy convencida que tú eres uno de ellos.
— ¿Pero uno de quien, no te entiendo?
— Hay muy pocas personas con el carisma, el físico y la sensibilidad para hacer que una mujer, como es tu caso, confíe tanto en él que se abandone totalmente, tú podrías ser mi amo, podrías hacer de mí lo que quisieras cuando quisieras, yo sería tú fiel sumisa…
— Para, para, para, esto me parece surrealista, ¿me estás tomando el pelo verdad?
— Por favor, déjame que te lo demuestre, dame una oportunidad, solo una vez.
Alan no se podía creer lo que estaba viviendo, Giselle una mujer con mucho carácter, calculadora, que parecía tan segura de ella misma. En ese momento era otra persona, le estaba implorando para que se vieran y vete a saber qué hacer con todo ese rollo de ser sumisa.
— Mira Giselle, hay muchos hombres que estarían encantados de seguirte donde tú quisieras, pero te repito, conmigo te equivocas, yo no soy así, ni quiero serlo. Solo quiero vivir tranquilo con mi familia.
Se quedaron los dos mirando a los ojos en silencio, Giselle se sentó en su sillón y Alan se dirigió a la puerta para irse.
— Alan.
Se giró serio pensando por donde le saldría ahora.
— No te olvides la documentación de tú nuevo caso.
Alan se fue a su despacho a preparar la primera entrevista con una familia inglesa, estando de vacaciones tuvieron un problema y el juicio se celebraría en dos meses y medio, los llamó para verse la siguiente semana sin dejar de pensar en Giselle, notaba que le estaba estrechando el círculo, que él era tajante en sus respuestas y ella no se daba por vencida, lo dejaba tranquilo un tiempo pero volvía con lo suyo.
Unos días más tarde repasaba una declaración que habían hecho anteriormente sus clientes, los había asistido su abogado inglés amigo del propietario, por eso era importante aquel caso, el jefe quería quedar bien sabiendo que le podría proporcionar más clientes si ganaban un caso que había salido por los periódicos. Estaba concentrado y sonó el teléfono, era su amigo Leo que quería invitarlo a comer, por la voz que hacía Alan pensó que necesitaba hablar con alguien de confianza, quedaron en despejarse la agenda de aquella tarde para almorzar y hablar con tranquilidad. Colgó y volvió a sonar el teléfono, esta vez el móvil y lo llamaba Aisha, le preguntó si por la tarde podría pasar a buscar a los niños al colegio que la había llamado Marga para comer y hablar con ella, le explicó lo que acababa de hablar con Leo y entendieron que debía de ser algún tipo de problema que tenía la pareja, Alan llamó a sus padres para que fueran a buscar a los niños y que los pasarían a buscar cuando acabaran.
Casi a la misma hora entraban en un restaurante diferente, ellas cerca del laboratorio donde trabajaba Aisha y ellos se alejaron del bufete para no encontrarse con nadie conocido. Los dos iniciaron la conversación con una revelación sorprendente, Marga y Leo tenían una relación abierta, no abierta del todo como para que cada uno hiciera lo que le diera la gana pero si en el sentido de que si lo hablaban y sabían quién era la otra persona se lo permitían, no hacía falta conocer al tercero o tercera, simplemente con una foto o señalarlo en alguna fiesta o en algún local ya era suficiente, si los dos estaban de acuerdo follaban con otros.
A Aisha y Alan les costaba de procesar la información, ellos estaban en las antípodas de todo esto, desde que se conocieron no se les pasó por la cabeza hacer algo parecido ni tenían la necesidad. Entendieron la actitud de ellos en algunas situaciones como cuando Marga les enseñó el coño sin problemas en la cena.
MARGA: Ya sé que a vosotros todo esto os cuesta de entenderlo, lo que te quiero explicar Aisha es que Leo ha roto las reglas. Se ha follado a alguien sin decírmelo antes.
— Yo no entiendo mucho de esto, pero si al final os acabáis follando a otro, ¿es muy importante esa norma que tenéis de que sepáis quién es?
MARGA: Es un tema de confianza y respeto, los dos vamos a estar de acuerdo, nunca nos hemos dicho que no. Pero que te lo diga y tú le des el visto bueno es como si no fueran cuernos, cómo estás de acuerdo y lo sabes no es traición.
AISHA (un poco asustada): Bueno, bueno.
MARGA: Aisha lo que me preocupa y me lo ha confesado es que se sigue viendo con ella, ¿comprendes?, no me dijo nada y se la folló, y por si fuera poco me dice que no puede dejar de verla, que lo tiene enganchado con el sexo, ¿pero qué coño le debe hacer esa pedazo de guarra?
AISHA (colorada de vergüenza): Marga por favor baja la voz.
MARGA: Lo quiero, lo quiero mucho, desde que estoy con él noto que soy mejor persona, no sé como explicártelo, sé que a ti esta relación te sonara a chino, pero a nuestra manera nos queremos mucho, yo estoy segura que él me quiere, su cuerpo puedo compartirlo pero su amor no, eso no.
— ¿El te ha confesado que esté enamorado de ella?
MARGA: No, me dice que me quiere, que lo suyo es s****l, pero no me fio. Si fuera así sabiendo que me hace daño ya la habría dejado y no lo ha hecho.
— A ver Leo, ¿pero a ti te compensa seguir con ese rollo? Si es cierto que quieres a Marga.
— A Marga no se lo he podido confesar, pero me estoy enamorando, te prometo que me gustaría no hacerlo, que fuera como en las otras veces, follas y adiós, pero no puedo.
— Joder, tú eres un tío experimentado en estas cosas, ¿cómo puede pasarte?
Se hizo un silencio, Leo masticaba con la vista perdida, Alan aprovechaba para comer y le daba un respiro a su amigo, Leo tragó, se limpió la boca con la servilleta, le dio un trago al vino y miró fijamente a Alan.
— Me estoy follando a Giselle.