Después de romper la relación o lo que tuviera con Cristina, Alan se concentró en el trabajo. Se dio cuenta que lo que sentía por aquella ruptura no tenía nada que ver con la de Aisha, con Cristina llegó a sentirse bien, tenía todas las cualidades para poder ser feliz con ella. La pregunta era, ¿por qué siendo una mujer guapa, cariñosa, que le demostraba quererlo y tener ganas de evolucionar en la relación, él no pudo hacerlo?, la respuesta era fácil y la tenía clara, seguía enamorado perdido del amor de su vida, de Aisha, la mujer que se apoderó de su corazón y nadie le podía arrebatar, era suyo. Fue consciente que no podría tener nunca más una relación con nadie, no tenía derecho a darle esperanzas a alguna mujer sabiendo que nunca llegaría a nada con ella. Se sentía roto por dentro, Aisha lo rechazaba y la había visto acompañada de un hombre sin saber exactamente la relación que tenía con él, eso le dolía, un fuerte dolor que le salía desde lo más profundo de su ser.
Aquella semana le llamó Leo para comer un día juntos, hablaron de cómo les iba cada uno profesionalmente y su amigo se interesó en cómo seguía aquella relación de la que se enteró cuando Junior estaba en el hospital, Alan le explicó lo que había pasado, que una maldita casualidad hizo que coincidieran cenando con Aisha y se había acabado, a media tarde se despidieron y Alan volvió al despacho para trabajar hasta avanzada la noche.
Aisha comenzó la semana con la cabeza más liada que nunca, el martes cuando salió del laboratorio y conducía para ir a su casa paró el coche en un lado de la calle, sacó el móvil del bolso y llamó al primer amante que tuvo, le preguntó si estaba en su casa, que necesitaba verlo, el tío le respondió que pasara cuando quisiera y pensó que mira por donde iba a pegar un buen polvo esa tarde.
Le abrió la puerta, Aisha entró en el recibidor y le besó los labios entregándole la lengua, él la agarró por las caderas y la puso contra la pared, le comía la boca y el cuello mientras una mano se metía por debajo de la falda subiendo por la pierna, ella le agarraba la cabeza apoyándola en su hombro mirando fijamente la pared que tenía delante, le metió la mano en el coño por encima de las bragas, ella abrió las piernas para que se lo tocara bien, le separó las bragas y dos dedos empezaron a recorrerle el chichi frotándoselo, el tío se separó de ella sacándole la mano de debajo de la falda.
TIO: Lo tienes seco tía, ¿pero qué te pasa?
Aisha no se había podido excitar, ni notando los dedos de un hombre recorriendo su coño por donde se debía de haber excitado lo consiguió. Empezó a llorar, apoyó las manos en sus rodillas agachándose un poco y gritó, gritó y volvió a gritar. El tío pensó que se había vuelto loca, salió del apartamento sin despedirse y se fue a su casa.
Se sentía mal y se duchó, entró en su habitación, se miró en el espejo y se vio bien, se dejó caer sobre la cama pensando que se veía bien pero era incapaz de excitarse con un hombre, se preguntaba si se le habría secado el coño para siempre, se puso una mano en la pierna y la recorrió como hacía un rato lo hizo su amante, la otra se le fue a las tetas apretándoselas, no sabía cómo le venían otra vez imágenes de Alan, al poco rato de estar tocándose el coño tenía las bragas empapadas, se incorporó de golpe sentándose en la cama, volvió a gritar.
— Hijo de puta, hijo de puta, te odio cabrón.
Se dejó caer de nuevo y se hizo una paja que le hizo gemir y chillar de gusto pensando en Alan, su cuerpo, su polla, sus gestos y sus miradas. Cuando acabó se quedó en la cama descansando, como podía ser que lo odiara tanto, porque en esos momentos ya llegaba a ser odio lo que sentía por su ex, y a la vez que solo se pudiera poner cachonda pensando en él, se intentaba convencer a ella misma que era por los años que pasaron juntos, por ser una costumbre que con el tiempo se le pasaría.
Alan aquella semana también se hizo un par de pajas, se colocaba el ordenador portátil encima de una mesita y él sentado en el sofá se la cascaba mirando porno, lo bueno era que al final siempre acababa corriéndose pensando en Aisha, no lo entendía muy bien, si los últimos polvos que había pegado fue con Cristina y fueron excitantes y placenteros, ¿por qué le aparecía Aisha en su cabeza?, ¿por qué cuando pensaba en un coño, pensaba en el de Aisha?, o en su culo, o en sus ojos mirándolo, o en braguitas provocándolo, tenía la cabeza ocupada con esos pensamientos y se acabó haciendo otra paja, Aisha se apoderó de su corazón y ahora parecía que también se había apoderado de su polla.
Habían pasado dos semanas del fortuito encuentro en el restaurante, una noche estaba en su apartamento preparándose algo para cenar, lo pasó a visitar Marga, Alan se sorprendió cuando abrió la puerta.
— Hola, ¿qué haces?
— Prepararme la cena, ¿y tú, qué haces aquí?
— Quería hablar contigo.
— ¿Quieres tomar algo?
Marga le dijo que no y se sentaron en el sofá.
— Pues tú dirás.
Marga se juntó más a él, se giró y se le tiró buscándole los labios besándolo, Alan reaccionó rápido quitándosela de encima, Marga se quedó de pie delante, se quitó el vestido quedándose en sujetador y bragas enseñándole a Alan el buen tipo que tenía.
— ¿Me vas a volver a rechazar, no te vas a comer este cuerpo que te estoy poniendo a huevo gilipollas?
Alan estaba tan sorprendido que no le salían las palabras.
— Marga por favor.
Marga estaba perdiendo los papeles por momentos.
— Qué “por favor” ni que pollas, te follas a la primera que conoces que se parece a Aisha y no me vas a follar a mí sabiendo que llevo años deseándolo c*****o.
Alan se puso de pie de un salto agarrándola del brazo mirándola enfadado.
— ¿Cómo sabes que estaba saliendo con alguien que se parecía a Aisha?, porque no os la presenté ni a ti ni a Leo.
Marga se enfureció levantando la voz.
— Que ingenuo y c*****o que eres, ¿te piensas que conociste por casualidad a Cristina en el gimnasio, precisamente una mujer como ella iba al mismo gimnasio que tú?, los hombres sois idiotas por naturaleza, le dije yo que fuera y te conociera, es amiga mía, sabía que si te la presentaba yo no saldrías con ella, lo jodido es que la hija de puta se enamoró de ti. Solo tenía que pegarte un par de polvos para espabilarte y os ponéis a salir como dos enamoraditos, que ridículo..
A Alan le costaba entender el por qué de todo aquello.
— ¿Y eso para qué loca de los cojones?
— Con Leo intentamos que Aisha y tú volvierais a juntaros, pero sois tan idiotas que no lo hicisteis, así que pensé en lo contrario, al provocar que te enrollaras con otra tía esperaba que te liberaras y poderte follar yo, tendrías de haberte dado cuenta que tú amiga Marga estaba loca por follarte desde el primer día que te vio, pero ya veo que sigues tan c*****o como siempre.
Alan le soltó el brazo apartando la vista.
— Vístete y vete.