Alan y Aisha - IV

1340 Words
Al día siguiente sábado a media mañana Alan estaba repasando el temario de las siguientes asignaturas en la universidad, había dormido muy a gusto soñando con Aisha, estaba seguro que estaba iniciando algo bonito y que podía ser duradero con ella. Aisha por su parte se despertó sobre las nueve, se estiró entre las sabanas de su cama con una sonrisa enorme, había soñado con su príncipe a caballo, pero esta vez le había puesto cara y cuerpo, se sentía feliz de haber conocido a Alan. Hasta sus padres mientras desayunaba se dieron cuenta que algo le pasaba por la cara de felicidad que hacía, tuvo que aguantar algunos comentarios graciosos pero no les quiso decir nada de él, quería asegurarse que lo que estaba viviendo no era un sueño y Alan era tal como lo había conocido aquel primer día. Se metió en su habitación todavía con el pijama puesto y observó su ropa tirada por todas partes, era lo que había quedado de la guerra que mantuvo la tarde anterior para vestirse, la fue recogiendo volviéndola a colgar en su armario, hizo su cama y ordenó un poco antes de coger el teléfono y estirarse en la cama llamando a Alan. El escuchó la canción lenta y romántica que tanto le gustaba que le había puesto de tono al contacto de Aisha para cuando le llamara, se alegró de escucharla y cogió el teléfono con ilusión. —Hola guapísima. Aisha escuchó la respuesta y se le cayeron los palos del sombrajo, que la saludara ya de entrada con un piropo le pareció precioso. — Hola Alan, ¿qué tal? —Muy contento hoy, ¿y tú? — Bien, muy bien. Aisha se dio cuenta que le había afectado tanto el cumplido que le salía una voz de boba perdida acojonante, tuvo que pensar en forzar la garganta para endurecer sus palabras y no parecer un tonta enamorada sin remedio, teniendo claro que era lo que le pasaba realmente. El se había dado cuenta y estaba encantado de producir ese efecto en ella. —Bueno, ¿qué te gustaría hacer hoy? — Pues no sé, no lo había pensado, si te veo de nuevo ya estaré contenta. Acabó de decir aquellas palabras y se tapó la boca con la mano, no se podía creer que se le escapara que estaba loca por volver a verlo. Alan que estaba mucho más tranquilo convencido que después del día anterior y la voz que le notaba a Aisha no tendría ningún problema en seguir viéndola le contestó con seguridad. —Yo había pensado en que nos viéramos después de comer para hacer el café, pasar la tarde juntos y cenar como tú sugeriste ayer antes de despedirnos. A Aisha le pareció un plan perfecto, tenía muchas ganas de volver a verlo y pasar el tiempo con él. — Me parece muy buen plan, a las tres te va bien. A Alan le sorprendió que quisiera quedar tan pronto, a esa hora en su casa muchos días no habían acabado de comer, pero como perdía el culo por estar con ella le dijo que era una hora muy buena, colgaron la llamada y cada uno empezó a pensar en su plan. Aisha miró la hora y se organizó, descansaba un poco, escogía la ropa para ponerse, se metía en la ducha, comía con sus padres acabando ella antes para tener tiempo de vestirse y si todo iba bien estaría lista a la hora adecuada. De pronto sonó un mensaje en el teléfono, lo miró y era de Alan, una sonrisa le apareció en la cara. —“Te paso a buscar por tu casa a las tres, ya que sé dónde vives no dejaré que tus delicados pies se cansen caminando” Lo acompañaba con un emoticono de una carita riendo. Aisha pensó al leerlo que de dónde sacaba esas frases aquel chico, frases que a cualquier otra chica le hubieran parecido ridículas a ella le encantaban, le contestó rápido. — “Perfecto, muy amable, un beso.” Lo envió y se volvió a leer el mensaje, reaccionó asustándose, un beso, le he puesto un beso, pero que tienes en la cabeza, pensó, volvió a escribir con agilidad enviándole otro. — Un beso en la mejilla, entiéndeme. Alan en su habitación sentado en la silla que utilizaba para estudiar con los pies encima de la mesa se partía de risa leyendo el mensaje. Le volvió a contestar intentando provocarla un poco. —“Te entiendo perfectamente, créeme. Otro beso para ti, el lugar lo escoges tú” Aisha leyó el mensaje y se ruborizó, el primer pensamiento que le vino a la cabeza fue el de un beso en los labios, un beso tierno, con cariño, suave, sintiendo los labios de Alan rozándose con los suyos. Se puso nerviosa dejando caer el teléfono encima de la cama, no le contestó pensando en no liarse más, en aquellas letras le pareció ver una seguridad en él que no supo ver el día anterior. Se estiró para descansar un rato y decidió que aquella tarde tenía que probar los labios de Alan. El comió rápido tragando como los pavos casi sin masticar y no hizo el postre para poder cambiarse y salir a tiempo a buscar a su enamorada, ella casi no probó bocado pensando en aquella tarde, dejó en la mesa sentados a media comida a sus padres que siguieron haciéndole algunas bromas sobre la causa de que perdiera el apetito. El entró en su habitación, ya se había preparado la ropa para ponerse, unos tejanos medio rotos y una camisa bonita que se había comprado hacía tiempo para no llevar siempre jersey, le pareció que aquella camisa le daba un toque más elegante, sabiendo que Aisha escogería bien su ropa él quería estar a la altura. Ella abrió el armario, esta vez no haría falta vaciarlo para escoger las prendas, lo tenía claro desde aquella mañana, buscó una minifalda que se ponía muy poco, no porque no le gustara, no se la ponía por la incomodidad de tener que estar atenta a no enseñar las bragas en según qué situaciones, pero la causa valía la pena, se iba a vestir que sin parecer un putón verbenero iba a poner a Alan como una moto, si notó el día anterior que sus miradas la desnudaban en algún momento esa tarde quería que él la deseara, que se muriera de ganas de comérsela, quería provocarlo, la siguiente prenda sería una camisa con un poco de transparencias que sin dejar ver del todo el sujetador sí que lo insinuaba bastante, y por encima se pondría una cazadora de diseño para no ir por la calle tan descarada y para abrigarse si por la noche refrescaba. Buscó la ropa interior para ponerse, encontró otro conjunto de los que le regalaba su madre, un conjunto de una conocida marca muy cara que el sujetador era lo bastante bonito para que si se le veía quedara bien, se puso delante del espejo, se quitó el chándal quedándose totalmente desnuda, se miró, dio un par de vueltas para verse el culito y asegurarse que todo estaba bien puesto, flexionó un poco las piernas para mirarse los pelitos del coño, no pensaba acostarse con él tampoco aquel día, pero tal como pensaba ir podía pasar cualquier cosa, entre ellas que una mano de él acabara visitando aquel lugar, le dio un escalofrío de gusto solo de pensarlo y no quería que hubiera algún pelo fuera de sitio, se tranquilizó al recordar que no hacía mucho que había ido a depilarse, se puso la ropa interior volviendo a mirarse en el espejo, se acabó de vestir y se puso unos botines con tacón para acabar el conjunto, se retocó el pelo, buscó alguna pulserita para adornarse un poco y al mirar el reloj pegó un saltito de sorpresa, ya pasaban algunos minutos de las tres, salió a despedirse de sus padres, les dio un beso a cada uno y caminaba para irse.
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