— ¿Enserió llegas tan rápido como puedes? —Adrián observaba mal al pelinegro.
— No creas que no me estoy volviendo loco —respondió dejando sus pertenencias en el suelo y dirigiéndose a su habitación.
No necesitaba escuchar lo regaños del castaño, sabía que había sido una mala decisión haberse ido tanto tiempo y cuando su mejor amigo lo llamó al borde del colapso porque Lydia se había desmayado, casi golpea a todo el personal de aeropuerto porque no tenían ningún boleto disponible, estuvo despierto toda la noche, no pudo descansar sabiendo que el rubio se encontraba mal.
Abrió la puerta de la habitación y se quedo fascinado, la mayoría de su ropa yacía encima de la cama, algunas prendas en el suelo y todo impregnado de su olor.
— Dije que no puedes entrar aquí ¿Qué no entiendes? —la voz
