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2360 Words
— ¡Voy a enloquecer! —gritaba Lydia desde el sofá. — No te pongas así, mujer —Adrián llegó a la sala detrás de la omega. — Nadie quiere darme trabajo, Adrián. ¿Como quieres que este? —preguntó mirando mal al castaño— Lo tienes fácil, tienes un buen trabajo en la empresa de la Torre. — Pronto conseguirás un buen trabajo, ya verás —le ánimo— ¿Quieres que vayamos de compras? Tengo el día libre hoy. — ¿De compras? —preguntó luciendo emocionada de repente. — Si. Prometo comprarte un helado delicioso ¿Qué opinas? — Acepto —canturreo— Déjame ponerme algo más cómodo —dijo levantándose y yendo hacia su habitación. — ¿Algo más cómodo que la pijama que llevas puesta? —preguntó Adrián desde el marco de la puerta. — ¿Pijama! —preguntó— Pero si este es mi conjunto favorito, además me gustan los conejos —murmuro. — Como digas —se rio— Te espero en la sala —aviso alejandose. — ¿Qué debería ponerme? —se preguntó a si misma. Una semana había transcurrido desde que había empezado a vivir en el apartamento de Anthony de la Torre y una semana transcurrió desde que había visto al alfa. ¿Qué si lo extrañaba? No, para nada. Recuerda aquel almuerzo que le preparó y se sentía mal. Pues era cierto que le había pedido espacio y que no volviera a ocurrir “eso” entre ellos, pero que se fuera y no volviera a su propia casa, era ir demasiado lejos. No pregunto por él cuando Adrián llegó con bolsas de ropa, ni cuando pasaron tres días y no había rastros del alfa, simplemente continúo su vida con la compañía del beta, quien se había vuelto alguien agradable y lo llevaba a sitios divertidos, también le ayudaba a conseguir trabajo, aunque no había tenido suerte. Observaba toda la cantidad de ropa que tenía, los cosméticos, accesorios e incluso peluches que le había dado Anthony y se sonrojaba de inmediato. Quizá podría verlo solo para agradecerle. ¡Para nada más! Entonces sin cambiarse, se dirigió a la sala, encontrándose al castaño concentrado en su celular. — No te cambiaste —dijo mirándola. — Amm ¿Crees que puedas darme el número de Anthony? — No creo que sea buena idea —respondió con tranquilidad. — ¿Por qué? —golpeó su pie en el suelo— Solo quiero agradecerle por toda la ropa y cosas que me ha dado. Ha pasado una semana y no ha regresado. — Ser tierna no te ayudará —Adrián suspiro— Anthony no se encuentra en la ciudad, por eso no ha venido. Además creí que eso pediste, que te diera tu espacio, así no sucedía nada entre ustedes. — ¡Como sabes eso! —preguntó tapándose la boca, sorprendida. — Anthony me lo dijo —respondió mientras se ponía de pie— ¿Estás lista? — Supongo —respondió desanimada. Si el beta de cuarta no iba a darle el número de Anthony, lo conseguiría por otro lado. El apartamento era del alfa después de todo, podía encontrar información del pelinegro si se lo proponía. [...] Dolerle los pies era poco. El castaño la había hecho caminar demasiado y solo le compro una botella de agua ¡No hubo helado! Pero no negaba que se había divertido viendo a Adrián medirse un montón de ropa, se tomaron fotografías, incluso habían ido a una exhibición. Se había divertido, pero cierto alfa no salía de sus pensamientos, necesitaba encontrar una manera de comunicarse con él. Se dirigían al apartamento, Lydia caminando detrás de Adrián, pues se dirigían hacia el parqueadero donde se encontraba el auto de su nuevo amigo. — Te dejaré en casa —aviso mirando su celular— Debo hacer un recado. Sin decir nada siguió con total tranquilidad al beta. El recorrido fue silencioso, pues Adrián continuaba pendiente a su celular, sin proponer ningún tipo de conversación, algo que podía admirar de si misma era su buena visión, por lo que cuando el semáforo paso a verde, dio una mirada fugaz hacia la pantalla del móvil y se sorprendió cuando alcanzo a leer el nombre de cierto alfa. ¿Se dirigía donde Anthony? Se preguntaba la rubia. Sería una mala idea pedirle al castaño que lo lleve con él, obviamente este se negaría, entonces ¿Debería seguirlo? Aquella idea sonaba más convincente, no podía darse el lujo de cambiarse de ropa, aprovecharía la oportunidad y tomaría un taxi cuando Adrián se hubiese alejado un poco. — Luces algo ansiosa —comento el castaño. — A-Ah no es nada —hablo nerviosa— Solo me urge entrar al baño, ya sabes.... —comento sobando su estomago. — Oh ya casi estamos ahí, no te preocupes —le tranquilizo. Y estar tranquila era lo que menos quería. Tardaron alrededor de cinco minutos en llegar, Lydia se bajo sonriente, agradeció por la salida tan “divertida” y fingió ingresar al edificio. No debía actuar de manera sospechosa, se encontraba asomada por la gran puerta principal, cuando notó que el auto del castaño se alejó, salió corriendo rápidamente y levanto la mano a la cantidad de taxis que se acercaban a ella. — ¿A donde la llevo jovencita? Casi saltando se subió al auto— ¡Siga a ese auto color gris! —pidió alterada. — C-Claro —el conductor respondió dudoso— ¿Es alguna situación peligrosa? — ¿No? —se pregunto— Solo es un amigo que olvido algo importante en mi casa y no me responde las llamadas. Una excusa poco creíble. — ¡Entiendo! Entonces, abróchese el cinturón —hablo decidido— No lo perderemos. El recorrido fue algo cuestionable, pues Adrián había hecho demasiadas paradas y se alegraba tener dinero en su billetera, porque la tarifa de la carrera le saldría por las nubes. Se encontraba cabeceando, se sentía cansada y con hambre ¿Cuanto más iban a seguir al beta de cuarta? De repente el auto freno abruptamente, haciéndola golpearse con el asiento de al frente. — M-Mierda. — Al parecer hemos llegado —hablo el conductor mirando como un castaño bajaba del auto con unas bolsas. — ¡Oh por Dios! —Lydia gritó— Debo apresurarme. Cancelo la tarifa casi llorando y bajo del auto. Se encontraban en un hotel y no un simple hotel, sino en el Four Seasons Hotel Seoul, un hotel cinco estrellas y entre los más costosos de toda la ciudad. ¿Como diablos iba conseguir entrar ahí? Necesitaba buscar una forma, por lo que decidió esperar. Si no quería que la descubrieran, necesitaba esperar a que Adrián saliera, preguntaría por Anthony de la Torre, le darían el número de la habitación y listo. Esperaba que le permitieran ingresar sin problema alguno, al menos que el beta de cuarta no se demorará demasiado en su visita. Ese beta mentiroso, pensaba Lydia mientras negaba ¿Por qué se había atrevido a mentirle? Fue cuestión de minutos cuando vio al castaño salir del inmenso edificio y no tuvo más remedió que tirarse al suelo. Espero alrededor de tres minutos y se puso de pie, el auto no estaba por ningún lado ¡Era su oportunidad! Ingreso al hotel, sintiendo el aire diferente, sintiéndose fuera de lugar ¡Todo era demasiado elegante! Y ella llevando una pijama, perfecto... — Oh hola —saludo a la recepcionista. — Buena tarde señorita ¿En que puedo servirle? —preguntó de manera educada. — Es que olvidamos darle algo a un amigo, hace un momento estuvo aquí mi compañero —explico nerviosa— Un beta, castaño, alto, guapo... — Lo recuerdo, entonces viene a ver al señor de la Torre —concluyó. — ¡Si! Solo que olvide preguntarle el número de la habitación —menciono riéndose—¿Me lo podría usted recordar? — Claro, se encuentra ocupando la suite ejecutiva para dos personas, el número de la habitación es la 1908 —le informó revisando la computadora. — Eso es en el piso 19 ¿cierto? —preguntó avergonzada. — Así es señorita. — Gracias... No podía admitir cuanto le temía a las alturas, no en ese momento. Camino hacia el ascensor de manera nerviosa, por suerte se encontraba vacío, presiono el botón 19 y cerro los ojos, esperando a que subiera lo más rápido posible. Sintió como empezaba a elevarse y se apoyo de la pared, sintiéndose inestable, luego escucho una campana y la puerta se abrió, salió del ascensor casi cayéndose al suelo. No fue difícil encontrar la habitación, prácticamente camino hasta finalizar el pasillo y pronto se encontró frente a la suite, muy cerca a Anthony. Tomo aire, se organizo la ropa y dio dos toques suaves, espero unos segundos y nada. — Estará tomando una ducha... Intento nuevamente, esta vez golpeo la puerta con un poco más de fuerza y espero pacientemente. Si Adrián había estado hace un momento era imposible que no le abrieran, además la recepcionista en ningún momento dijo que de la Torre no estaba. ¿Debía intentar una vez más? Entonces, cuándo estuvo a punto de tocar la puerta nuevamente, esta se abrió. Dejándola ver a una mujer, cabello rubio, alta, labios gruesos, semi desnuda, una omega dominante; perfecta. — ¿Servicio a la habitación? —preguntó en un tono sensual. — A-Ah... N-No... Mierda ¿Qué decía? Era obvio que había interrumpido algo. — ¿Entonces? — Lo siento tanto, me equivoque de habitación —respondió e hizo una reverencia. — Oh esta bien —la omega sonrió. — ¿Se le olvido algo a Adri? —preguntó una voz que conocía muy bien. — No, Anthony. La chica se equivoco de habitación —respondió sonriente. La puerta se fue cerrando poco a poco y Lydia empuño sus pequeñas manos. ¿Por qué se sentía así? Tenía un nudo en su garganta y leve dolor en su pecho, nunca había experimentado algo así. Debía irse, eso era obvio, pero sus pies no obedecían su cerebro, esperando algo que no era posible. Suspiro, era mejor irse y agradecer porque Anthony de alguna manera, cumplió su palabra. — ¿Lydia? Cuando la omega se enderezo, la puerta se encontraba nuevamente abierta, con un pelinegro observándola sorprendido. — Anthony... — ¿Como supiste que estaba aquí? —preguntó. Entonces se percato del estado del alfa. Su torso desnudo, solo una pequeña toalla cubriendo su parte intima. Su cabello desordenado, labios rojos e hinchados, moretones en su cuello, un desastre total y le dolió. Dolía ver a Anthony de esa manera. — Lo siento, seguí a Adri, fue algo estúpido —comentó desanimada— Es mejor que me vaya. — Espera, Lydia —pidió. Pero no se detuvo ante aquella petición. Continúo caminando, esperando que sucediera como la ultima vez que vio al pelinegro, que corriera detrás de ella, que la detuviera y le pidiera que no se fuera, pero al llegar al ascensor, se encontraba sola. Bajar los diecinueve pisos no fue tan aterrador como subirlos. Lydia sabía que no tenía derecho de sentirse así, molestarse porque el alfa estaba con una omega, cuando fue ella misma quien le pidió que se mantuviera alejado, era demasiado egoísta. Cuando se encontró fuera del edificio, veía como las gotas de lluvia caían de manera lenta y nostálgica. No ayudaba en nada a su estado de ánimo. — No debí venir .... —susurro. [...] Las luces del apartamento estaban encendidas y eso solo podía significar una sola cosa. — ¿Donde estabas? —Adrián preguntó llegando a la sala— Estaba preocupado y no respondías el maldito celular. — Supongo que Anthony te contará, entonces no tiene remedio mentirte —Lydia se detuvo— Te seguí —musito. — ¿Qué? — Te seguí cuando fuiste a llevarle el “recado” a Anthony —admitió— Espere a que te fueras y fui a su habitación. Eso sucedió, si no tienes más preguntas, iré a darme una ducha —dijo empezando a caminar hacia su habitación. — ¿Viste a Anthony con la omega? — Como no hacerlo —se rio— Los dos se ven bien, si llegan a tener hijo saldrían perfectos —suspiro. — ¿Por qué querías ver a Tony? Creí que lo odiabas. — Quería agradecerle por todas las cosas que me compro y por permitirme quedar aquí —la rubia se detuvo frente a su habitación— Quizá lo haga luego, fue estúpido haber ido... Y se adentro a su habitación con las luces aún apagadas, se dejo deslizar por la puerta hasta llegar al suelo, sintiéndose enojada, cansada, celosa. Adrián no insistió y al escuchar el sonido de la puerta principal, dedujo que se había marchado, por lo que se sintió en total libertad de poder llorar. Camino hasta la cama, se tapo con las sabanas y lloró. Llorar porque todo era su culpa, porque se sentía rechazada y porque no tenía derecho de sentirse mal. Aun con las ropas mojadas, las lagrimas eran absorbidas por la almohada y por Jay, a quien abrazo con fuerza. La noche pareció durar pocos minutos, porque aún con su mirada perdida, escucho tres golpes en la puerta y Lydia no había dormido en lo absoluto. Lloro hasta que las lagrimas dejaron de salir, sentía su nariz constipada y podía decir con seguridad de que un resfriado estaba empezando. ¿Cuando se había vuelto tan débil? O mejor dicho ¿Cuando había empezado a permitir ser tan transparente con sus emociones? Los toques en la puerta no volvieron y pronto la ropa húmeda de la noche anterior empezaba a molestarle. Entonces se quito las sabanas de encima, busco la pijama más cómoda y eso se puso. Sintiéndose un poco más ligera y calentita, volvió a la cama, tapándose nuevamente con las sabanas y entendió tarde que eso tuvo que haber hecho cuando recién llegó, porque con ropa seca y oliendo a vainilla, pudo sentir el sueño llegar a ella, sus parpados empezaron a sentirse pesados y se permitió descansar. Sería un día muy largo.
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