Parte 3: Volvió Una Noche

1057 Words
De Harriet… solo queda esperar que pase aquí, para conocer la oscuridad y la luz que atropellara su vida ahora. Las horas pasaron un poco lentas y la brisa era suave, lo suficiente como para no tener que encender el aire acondicionado para Harriet. Avellana, algo estresada, salía una y otra vez de la habitación de su hermano, esperando milagrosamente que este estuviera despierto en cuanto despertara. En cuanto al tío Harvey, solo preparaba sus menjurjes en la recámara en silencio, algunas veces mascullaba grosería y otras veces maldecía al aire por no sé qué cosa que se le había caído en algunos momentos mientras trabajaba. —Esta porquería de pipeta siempre se me cae, ¿qué tengo?, ¿manos de mantequilla? Puta vida, esto vale una fortuna en estos tiempos. —dice al aire furioso y vuelve a sentarse en el pequeño banquillo junto a su escritorio marmoleado de blanco con motas grises realmente preciosas. —Putas pipetas, putas pipetas. —mascullaba furioso mientras sacaba la última y nueva pipa que había comprado hace apenas 6 meses. —Deja de reírte de mí o te enviaré a Alemania a comprar un paquete de estas pipetas de mierda. —dice sin siquiera despegar la mirada de la combinación de hierbas extrañas que estaba haciendo. —¿Cómo quieres que no me ría?, alégrate de que las groserías cuando vienen de ti son graciosas y no desagradan a nadie. —dice entre carcajadas golpeando ligeramente el marco de la puerta. —Ay, parce, nada más escúchate y verás que no te miento tío. —Bah, como sea, no me importa, pipetas de porquería, es que de verdad que esto es una pasada, ¿cómo es posible perder 50 pipetas en menos de seis meses? Por Drácula. —suspira y frota su frente. Escucha nuevamente la risa de Avellana. —Mocosa de mierda, vete de aquí si no me vas a servir de ayuda. —Está bien, está bien, calma, pasita, yo te ayudo a recoger la basura. —sigue riendo ligeramente y se agacha para empezar a coger la basura poco a poco. —Sobra que hagas eso como tortuga, ¿no eres un vampiro? —pregunta, extrañado y con una pequeña sonrisa burlona. —Sí, pero Mateo me enseñó algunas cosas. —observa algo nerviosa la basura y luego levanta la vista para encontrar a su tío petrificado en su asiento. —P-puedo explicarlo… —¿Cómo te atreves a decirle a un humano algo así? —pregunta, conmocionado observándola de arriba abajo. —¿En qué carajos estabas pensando, ¿eh? ¡¿eh?! —Él es diferente, tío, no es igual al resto, ni siquiera le interesa la inmortalidad, la considera triste y dolorosa, y cuando le dije que había una forma de hacerme… —¡¿Qué?! ¡No lo puedo creer! —alterado, se levanta y camina de un lado a otro con las manos en la cabeza y otras veces en la cintura. —¡Te dije que no le importa, al contrario, lloró al saber que podía quedarme con él y envejecer con él! ¡Estaba tan asustado al pensar que sería el único que estaría envejeciendo de los dos! —respira algo agitada y se sienta en el sofá de la habitación pensante. —Dime, ¿hay algo de malo guardar la expectativa al respecto?, y no, no me hables desesperanza, esas solo arruinan al ser humano. Por ello, le dije que no guardara ni la más mínima gota de eso, sino que lo destruiría el hecho de saber, en el hipotético caso, que en realidad era solo un cuento de hadas. —¡Insolente, piensas que diciéndome eso, voy a dejar de gritar lo estúpida que fuiste! ¡Te apresuraste demasiado! —grita sin dejar de verla a los ojos enfurecido. —¿¡Entonces Alexandra también lo hizo!? —grita aquella pregunta, causando un silencio súbito entre ellos. —Tuvo hijos, se casó con la persona que amaba y ahora solo observamos lo feliz que es, ¿entonces ella también se apresuró?, ¿también fue una maldita estúpida en desear algo como eso?, ¿acaso la felicidad es lo que deseas y no lo que el resto desea de ti? —con los ojos llenos de lágrimas observa a su tío, que melancólico intenta hablar. —¡Odio esta maldita vida!, ¿por qué no me dejaste morir enferma ese día, por qué?! —¡Porque eres mi hija, eres mi sobrina o lo que quieras considerarte para mí y no dejaría que murieras! yo no dejaría que murieras. —sin aguantar más las lágrimas, estas acarician sus mejillas junto a unos labios temblorosos. —Debo irme a comprar algunas cosas, tengo que irme. —Y tan pronto las cortinas se movieron suaves en el aire, Harvey había desaparecido de su vista, dejándola sola mirando al techo para luego llorar y descargar toda la frustración que la había estado acompañando todos estos siglos. Avellana era una joven humana igual que cualquier otra, pobre y enferma. Aquella enfermedad estaba consumiendo sus pulmones poco a poco sin saber qué lo causaba, solo sabía en aquel entonces que algún ser diabólico o los dioses a los que tanto oraba, la estaban castigando por algún mal que ella aseguraba, había hecho y no recordaba para su pesar. Lo que hoy se conoce como cáncer de pulmón o cáncer pulmonar, era lo que hace cientos de años había padecido con dolor Avellana, aquella enfermedad se había esparcido al resto de su cuerpo poco a poco, causando alucinaciones constantes y llanto incontrolable, ni hablar de la sangre que no para de toser a cada momento hasta que Harvey, en aquel entonces Agares, la encontró penosa y dolorosa apoyada a la lápida de su padre asesinado por lobos blancos. Sus ojos vidriosos y llenos de dolor causaron el llanto de Harvey, que llenó de tanta sensibilidad y amor maternal, acabó con su dolor aquel mismo día en la noche cálida entre sus brazos. A partir de aquel día, Avellana fue una joven feliz y perspicaz, llena de vida, aunque sonara irónico en la mente de un vampiro tan viejo como Harvey. Pero era de esperarse que un día la frustración y los deseos incontenibles por volver a ser humano en un vampiro se hicieran realidad.
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