Parte 2: Take A Chance On Me

1124 Words
Sin resistir la terrible tentación que lo inundaba, tomo los labios del más joven entre pequeños jadeos y protestas constantes, hasta convertirlos en gemidos y lograra que aquellas palabras y puños en su pecho desaparecieran y se convirtieran en manos débiles que tocaban su rostro, aquel chico estaba siendo absorbido por la clara lujuria, por sus labios, su sabor, su adiestrada lengua lo decía todo, le decía “Cállate, yo te amo, te amo y aun así te he fallado nuevamente”, pensaba mientras sus labio y su lengua iban mucho más profundo sintiendo las lágrimas deslizarse sin parar por sus mejillas, por aquellas pestañas blancas, le partían el corazón, pero no podían separarse, algo los jalaba el uno al otro entre la tristeza y tan fuertes revelaciones, tan fuertes palabras llenas de “Te extraño, te amo, te necesito y no te vayas nunca más de mi lado”, aquello estaba fusionando sus almas, sí, porque incluso un Exsanguis merece tenerla con propiedad en lo simbólico. Ambos se separan agitados a falta de aire, con vistas nubladas, con lágrimas de por medio y el deseo imponente en sus miradas. Daniel se sentía desnudo, expuesto a los ojos de aquel hombre que lo miraba con el cariño que nunca jamás nadie antes lo miró, con el deseo ardiente y feroz que nunca jamás nadie le había transmitido y sobre todo aquello tan cálido y fervoroso, aquellos ojos llenos de arrepentimiento, llenos de tantos recuerdos que el más joven no recuerdo y nunca lo hará, aquellas memorias nunca le serían devueltas por leyes de la naturaleza, eso le hacía sentir aún más molesto consigo mismo ¿Por qué debería, qué culpa tiene de haber vuelto a nacer en otro tiempo, uno muy lejano y haber traído consigo aquellas memorias? —Desearía haber guardado todos mis recuerdos en un pequeño baúl para nunca haberte olvidado. Harriet, me siento tan terrible, ¿por qué…por qué me pasa esto? ¿Por qué nos sucede…por qué todo es tan triste…por qué? —rompe en llanto una vez más, esta vez acurrucado en los brazos del más alto, que entre lágrimas le abraza y consuela. —Ya basta por favor, deja de culparte por todo lo que ha pasado, por favor, te lo ruego, no es tu culpa, no lo es. —rompe en llanto rápidamente y se refugia en el cuello del más pequeño. Aquella sensación de paz le hacía tanta falta, le hacía tanta falta tenerlo así, entre sus brazos, percibir aquel aroma a cerezas dulces. —Yo fui quien rompió nuestra promesa. —lo mira a los ojos, decaído con lágrimas caer una tras otras. Instintivamente, tan natural, tan necesario y oportuno, Daniel toma su rostro con suavidad y lo observa expectante. —¿Promesa? ¿por qué? Estás aquí, ahora. Por Dios, Harriet, fuiste una víctima de la traición, del dolor de una pérdida ¿por qué…? —Yo destruí ese pueblo del que tanto hablan, del que tanto han intentado ocultar y que, por el bien de nuestras especies, desapareció de los libros de historia y de la memoria de todos, Daniel. —sus labios rosáceos y pálidos, tiembla, con el temor profundo de que el niño frente a él decida huir asustado, repudiándolo para siempre por ser un cruel asesino, sin escrúpulos. —Yo destruí Alcaeda. Por favor no te vayas, por favor perdóname, perdóname, soy un monstruo... —Basta, ya basta. —le abraza sintiendo su cuerpo temblar, por, finalmente, hacerle aquella confesión. —No es tu culpa, no lo es, mírame. —toma su rostro con firmeza y lo mira a los ojos. —Tú no sabías que eso sucedería, no sabías que el dolor haría desaparecer todo de ti y toda tu humanidad, tú no sabías que le harías daño a nadie, no podría saberlo y quizás nunca recuerdes lo que pasó, simplemente porque no eras tú. Harriet. —Tu desapareciste en ese momento y yo…también, jamás volvería a ti, Harriet, es tan triste... —solloza. —Desearía devolver el tiempo, desearía impedir que cargaras con algo que ni siquiera recuerdas, desearía…desearía que ya no te sintieras así, por favor, ya déjalo, déjalo ir, déjalo ir. Una pequeña chispa, pero clara de ver hizo temblar el pecho de Harriet, es como si cadenas pesadas de ultratumba, de su torturada conciencia se hubieran ido, forzosamente hacia atrás, hacia esa puerta cubierta de alquitrán húmedo y al voltearla a ver, en esta se generara fuego extraño y desconocido, consumiéndose hasta la última gota de alquitrán, hasta el último trozo de madera. Aquel brillo en sus ojos hizo entender a Daniel, que lo que tanto anhelaba el hombre de cabellos largo y lo que tanto temía de manera descomunal en un principio, era lo que saliera de su boca, que sus palabras son capaces de desarmar y volver a reparar el corazón de este hombre y eso le conmocionaba y le hacía sentir que siempre deberá protegerlo, que siempre deberá mostrarle la luz de la que él se privó durante tanto tiempo como un niño pequeño y asustado por un mundo tan incierto. Sin tardar más, le abrazó y acarició suavemente en cabello, sintiendo una energía diferente; La tensión de su cuerpo se había ido y la calidez de su cuerpo se sentía tan humana que creyó por un momento escuchar su corazón palpitar, uno real, con vitalidad y eso le hacía más especial, le hacía amar cada detalle de aquel hombre con más fuerza. Deseaba conocer cada parte de su pasado nuevamente, incluso juraría que mucho más que en su otra vida, está seguro de que no dejará escapar ningún detalle, de eso sus ojos brillantes y mirada suave y comprensiva, no tenían dudas, mucho menos su mente. "¿Crees en el destino? ¿Crees que hasta los poderes del tiempo pueden ser alterados por un propósito? ¿Crees que el hombre con más suerte en este mundo es aquel que encuentra el amor verdadero?". —Drácula por Bram Stoker Entre la luz tenue y suave que se reflejaba a través de la ventana, dos almas se miraron y admiraron la belleza y la tragedia que rodeaba sus ojos, aquellos que con lágrimas gritaban todo aquello que se había quedado encadenado en sus gargantas. Daniel, acarició aquel rostro que hipnotizado le miraba, tan dócil, tan dulce y angelical. Aquel hombre recibió aquel perdón que necesitaba, escuchó aquellas palabras que creía imposibles, se apresuró a conjeturas negativistas, que al final, fueron destruidas y reemplazadas por la verdad, dichas desde la honestidad de un alma pura y enamorada. Aquel perdón que nunca aceptó de quienes lo rodeaban porque el hombre que ama no pudo ser protegido por sus brazos en aquel entonces.

Read on the App

Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books

Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD