El insomnio parecía ser mi acompañante cada noche, ¿A qué planes sé refería? ¿Qué era lo que deseaba hacer conmigo? ¿Por qué debía acostumbrarme a este lugar? Algo faltaba, no encajaba nada. Su hermana me dijo "Tú padre lo convenció de llevarte a ti en vez de la casa" bueno no dijo eso con exactitud pero algo relacionado. ¿Qué podría haberle dicho Javier al ruso? ¿Qué abuso de mí y por eso no valgo la pena? ¿Y ahora? En que estoy inmiscuida, definitivamente si hay algo peor que vivir con los Roberts.
Vivir con la angustia de no saber que esperar, de que sucederá al siguiente día. Tomé mis apuntes del escritorio y los repase una y otra vez hasta memorizarlos. Me gustaba aprender cosas nuevas y sobretodo de química. Soñaba con hacer algún avance químico en la historia, crear algún medicamento milagroso o algo por el estilo.
Poco a poco me comienza a dar sueño, hasta que ya no siento mi cuerpo.
El fuerte ruido de la puerta abriéndose de golpe me despierta. Le veo entrar al rubio y me desperezo un poco.
—Buenos días, dormilona. ¿Sabes que hora es?—pregunta y se apoya en el marco de la puerta.
—¿De mañana supongo?—respondo y me obligó a sentarme. Pese que quiero dormir más.
—¡Son las 10 de la mañana! Por dios, ¿quién puede dormir tanto?—dice con falsa sorpresa.
—¿Yo? Bueno cuando no puedes dormir bien, despiertas tarde. ¿Por qué tanto alboroto?—contestó sin preocupación.
—Levantaté, te veo en 15 minutos en la biblioteca.—advierte.
¿15 minutos? ¿Acaso no me puedo bañar con tranquilidad? Me levanto arrastrando mis pies y entró al baño, me despojó de toda la ropa y entró a la ducha, el agua fría impacta mi cara y me hace despertar mejor. Salgo de la ducha y me coloco un pantalón color salmón, una blusa blanca y unas sandalias bajas sin tacón. Mi cabello lo alzó en una coleta y salgo rápidamente de la habitación.
Al llegar a la biblioteca le encuentro con un señor un poco mayor, su cabello era gris. Llevaba lentes y algunos cuadernos.
—Llegas 10 minutos tardes, Delaylah. ¿Dónde esta tu educación?—reta y me mira mal. Fui impuntual por diez minutos. ¿Acaso alguien puede bañarse en 10 minutos y vestirse en cinco?
—Lo siento mucho, pero en 15 minutos es imposible ducharse y vestirse.—me disculpo por la demora.— Pero ya estoy aquí, que es lo importante. ¿Para que soy útil?
—Bueno, es el tu nuevo profesor. Dijiste que deseabas ser química, así que bueno aquí lo tienes.—Su voz fue melodía para mis oídos, solo que había algo en como lo dijo que me hizo notar que no lo hacia para complacerme o hacerme sentir bien, lo hacia por algo mas.—, El es el profesor Will, uno de los mejores químicos de Paris.
—Mucho gusto señorita Roberts, espero y pueda cumplir sus expectativas. Me dijo el joven Valentín, que usted es muy brillante.—adula un poco y me extiende su mano.
—El gusto es mío, profesor. No le haga caso, es un exagerado.—le estrecho su mano y divierto un poco.
—Tengo mejores cosas que hacer que tener que escuchar esto, Profesor se la encargo.—dice y se va.
—Entonces señorita, cuénteme ¿Qué sabe de química?—inquiere el profesor.
Tomamos asiento en las mesas del fondo, le converse de todo lo que sabía; las nomenclaturas, las composiciones porcentuales, las fórmulas químicas, el volumen molar, las disoluciones, la estructura atómica y la estequiometria. No era mucho, pero me lo sabia perfectamente, el me miraba sorprendido mientras me hacia preguntas de cada tema, me colocaba ejercicios en el pizarrón y yo los respondía sin problemas. Me enseño nuevos temas que no conocía, temas que se ven en la universidad, dijo que podría darme clases intensivas por lo que me graduaría mas rápido de lo usual y así tendría mi titulo como química.
Todo esto me llenaba el alma, una parte de mi se sentía plena y feliz, por fin comenzaba a vivir, no en las circunstancias que hubiese deseado o anhele, pero algo bueno salió de aquel trato asqueroso de Javier con el ruso. Me sentía tan feliz, una oportunidad surgiendo de la desgracia, no porque la vida nos lance una curva, vamos a dejar de batear. Seguía tomando apuntes de las clases mientras pensaba en Moni, mi pobre amiga debe estar muy preocupada por mi. Quisiera conversarle de todo esto, pero mi teléfono me lo quitaron al entrar a esta casa.
—¿Cuál es el número atómico del azufre?—pregunta el profesor en voz alta, haciéndome notar que he dejado de prestarle atención por pensar en Moni.
—Es 16, Señor Will—digo mientras recupero mi postura.
—Bien, pero presta atención, Delaylah.—amenaza con el marcador en mi dirección.—, ¿Por qué tan distraída?
—Lo siento, profesor. Es que echo de menos a una amiga.—le cuento.
—¿Y por qué no simplemente le marcas? y así aprovecha mi clase.—me conforta.
—No tengo mi teléfono conmigo, me lo quitaron al traerme.—respondo y su rostro es una expresión triste, mientras que su boca forma una perfecta. "o".
—¿Pero cómo es eso posible? ¿Desea usar el...?—Inquirió pero fue interrumpido.
—Me temo querido profesor, Will. Que eso no es de su incumbencia.—la voz fría pero imponente del otro hermano interrumpe al profesor. Ambos nos sobresaltamos un poco.
—Joven Dmitri, no es lo que usted cree solo le estaba preguntando a la señorita Delaylah si deseaba hacer una llamada a su amiga.—explica.
Yo estoy expectante entre los dos, Así que ya conozco los nombres de estos extraños rusos, Lena, Valentín y Dmitri. "Ivanov". ¿Qué hacia el aquí? ¿Acaso se contaban entre ellos lo que harían conmigo?
—No es culpa del Profesor, Will. Yo misma le pedí el teléfono. ¿Cuál es el problema?—decido enfrentarlo.
No dejaría que el profesor fuera despedido o asumiera la culpa por algo que no ocasionó. El rubio mediano asumo, era casi una copia de Valentín, solo que no llevaba tatuajes. Me miró con sorpresa, quizá no se esperaba que le respondiera y menos de esa manera.
—El problema es que no estas autorizada para comunicarte con nadie de afuera.—dice y su expresión es seria.
—No sabia tal cosa, no volverá a suceder joven. Delaylah, te espero mañana a las 8am.—dice y se despide de ambos al mismo tiempo.—, Ah y Delaylah, ten cuidado con ellos.
Advierte susurrando en mi oído al pasar por mi lado, mi piel se eriza al escuchar semejante frase. «Ten cuidado con ellos »
—¿Te vas a quedar aquí o deseas ir a comer?—inquiere con tacto y asiento.
Lo sigo al salir de la biblioteca, atravesamos la casa y las puertas que permanecen cerradas me causan más intriga aún, al llegar los desayunos están servidos y también esta Lena.
—Hola, buenos días—saludó mientras me siento. Serán lo que serán pero mi educación siempre estará por delante.
—Buenos días, Delaylah. He oído que asistes a clases, ¿Qué tal a ido?—pregunta sonriente.
¿Debería desconfiar de ellos? Sé que algo no está bien con ellos ni con esta casa, el mismísimo profesor me advierte que me cuide. ¿Por que ahora parecen querer ser amables conmigo?
—Han estado buenísimas, me gusta.—me limito a contestar y ella me sonríe.
Doy un bocado a mi comida, mientras ellos conversan de sus negocios y el problema que tienen con unos "italianos". Más me intriga aún saber de que van sus negocios y el porque tienen problemas con italianos. ¿De que va todo esto? me sumo en mis pensamientos hasta que soy interrumpida por Lena.
—Eh, Delaylah. ¿Te gustaría acompañarme a una reunión?—pregunta tímidamente.
¿A una reunión? ¿Qué es esta sucediendo aquí? Lo pienso un momento, ¿Qué debería de responder? ¿Será una buena idea asistir con la Ivanov a una reunión?
—No lo pienses tanto Delaylah, solo es una reunión.—insiste—, Además estaba pensando, ahora que vives aquí y somos las únicas mujeres de está casa, ¿No crees que estaría genial llevarnos bien?
No lo se, su falsa amabilidad me causa nauseas, sin contar con que algo esta muy extraño. ¿Por qué de repente le caigo bien? ¿Y hasta quiere llevarme a una reunión? ¿Y si todo es una mentira y quieren hacerme daño? No podría permitírmelo. Pero bien dice el dicho, mantén cerca a tus amigos, pero aún mas cerca a tus enemigos.
—Tienes mucha razón, Lena. Por lo menos debemos llevarnos bien ya que vivimos en la misma casa.—divierto un poco.—Si, me gustaría ir contigo.
—¡Genial, nos haré citas en el salón!—dice y hace pequeños aplausos con sus manos.
Se levanta y deja los platos en la mesa, toma su teléfono y comienza a hacer llamadas hasta perderse en la casa. Me levanto y tomo todos los platos sucios, los apilo de una manera fácil así como lo hacia en la cafetería. Los llevo hasta la cocina y los lavo.
—¿Pero que haces, Delaylah?—escuchó a mis espaldas.
—¿Qué no ves?, estoy jugando a la pelota.—respondo con sarcasmo.
Bufa y me rio disimuladamente—, ¿Acaso no le conociste a Mercedes, Bianca y Lisa? Ellas son las encargadas de limpiar y lavar.
—¿Y? No se me van a caer las manos por ayudarles un poco.—me encojo de hombros.
—Que rara eres.—musita despacio—, Mi hermana se mataría antes de dañar sus preciadas uñas lavando un traste.
—Bueno, primero no soy tu hermana, segundo trabaje en una cafetería y tercero, no todos hemos tenido servicio desde niños.—espeto y terminó de lavar los platos. En eso entra Mercedes, su gesto cambia al verme lo que estoy haciendo y verle a Valentín.
—Señor, no sabía que ella estaba haciendo esto.—se aproxima a defenderse.
—Tranquila Mercedes, Delaylah lo hizo por voluntad propia.—dice para luego retirarse.
—¡Pero que estaba pensando señorita, ya le dije que es mi trabajo!—me dice con ese gesto tan noble de ella.
—No pasa nada, Mercedes.—le digo—, Nunca estará mal una ayuda extra.— le guiñó mi ojo derecho y me voy a mi habitación.
Mientras voy caminando hacia la habitación, escucho la voz de Valentín a través de una de esas misteriosas puertas. Me acercó un poco más para escuchar mejor.
—Ya le dicho que nada impedirá realizarle la entrega mañana por la noche, sí, sí, ya he conseguido lo que me pidió. ¿Cuántas? Sí, sí puedo conseguirte, doscientas Fn-five-seven.
—¿Escuchando conversaciones ajenas?—al escuchar su voz, se me helo la sangre, me habían descubierto de entrometida. Dmitri me miró con picardía.