OCHO —¡Despierten! —Melcorka le dio una patada a la puerta de la cámara donde dormían los refugiados. El ruido resonó dentro del cuarto abarrotado—. ¡Despierten! Todos respondieron con letargia, hombres y mujeres, dos de los tres niños presentes despertaron mientras la otra intentaba ignorar la orden premonitoria de esta mujer extraña con la espada enorme y mirada atormentada. —¿Por qué nos despiertas a esta hora? —¿En el nombre de Dios quién eres tú? —Mi nombre es Melcorka la Espadachina —Melcorka ignoró sus protestas—. Hemos sido derrotados por los vikingos. Nuestro ejército fue masacrado, nuestro rey fue tomado prisionero, nuestras mujeres fueron violadas, nuestros guerreros torturados, nuestra gente ha sido esclavizada, nuestras tierras han sido arrasadas y conquistadas, y todo lo