Las horas después de aquel desayuno habían pasado lentamente. El palacio quedo en absoluto silencio mientras que cada uno de ellos trato de despejar su mente en alguna actividad. En el caso de Altea, se refugio en la pintura, una habilidad que estaba muy desarrollada en la joven. Por parte de Leander, él se encerró en el cuarto de música para así dejar salir su sentimiento a través de la teclas de su piano. Ambos permanecieron en su propio mundo gran parte del día, pero al sabían que no estaban aquí para reencontrarse a si mismos, sino para encontrar un amor que ninguno de los dos sabía si podía existir. Debían hacer su mejor esfuerzo para tratar de que ese sentimiento naciera entre los dos, y es que la leyenda era clara, no bastaba con un matrimonio, debía haber amor. Leander aun conti