CAPÍTULO SIETE La mente de Oliver daba vueltas mientras se duchaba a toda prisa. Armando no había dicho que pudiera quedarse o ser un aprendiz, pero le estaba dando una especie de oportunidad que mantenía la llama de la esperanza ardiendo en su interior. No podía evitar sentir que iba a pasar una especie de prueba. No es que Armando hubiera dicho tal cosa; de hecho, no había dicho mucho al respecto. Pero Oliver estaba desesperado por probarse a sí mismo y demostrarle a Armando que ese era su sitio. Fue hasta el armario y encontró que estaba lleno de varios monos de trabajador. Aunque estaban limpios y bien hechos, parecían muy anticuados. Escogió un mono azul oscuro y se lo puso. Evidentemente, era demasiado grande para él, así que se arremangó las piernas del pantalón. Entonces se miró