CAPÍTULO DIECISÉIS Volvieron a la biblioteca y se sentaron juntos en uno de los sofás de cuero rojo. Ralph escogió un libro de las estanterías y lo dejó abierto sobre la mesa baja que había delante de ellos. Estaba maltrecho y tenía las páginas manchadas y dobladas que a Oliver le recordaban su tan leído libro de inventores. —Lo primero es lo primero —dijo Ralph, volviendo a la página inicial—. Olvida todo lo que crees saber sobre el tiempo. El tiempo no es real. No hay principio ni final. Todo existe siempre. Oliver parpadeó. —Ese no es un concepto especialmente fácil de entender para mí. —Mira —dijo Ralph, señalando a un fragmento de texto—. Esto lo explica mejor. Oliver leyó. «El tiempo es simultáneo. Todo lo que sucederá ya ha sucedido y está sucediendo ahora mientras lees este