Con lentitud Annia se acercó a Nilo viéndole su rostro con atención, y luego con cuidado se acercó para tocarle el cabello y después su desprolija barba, porque era la primera vez en su vida que veía alguien tan desaliñado, quizás por eso se atrevió a hacer semejante locura. —Nilo, pareciera como si nunca en la vida te hubieses peinado o dado un baño… me sorprende mucho —admite Annia con sinceridad — debes lavar esa ropa, no huele nada bien. Vamos al rio, llevemos el conejito y ahí prepararemos el fuego para cocinarlo. Prometo que te cantaré durante una hora. Al oír eso, Nilo alzó ambas cejas, volviéndose a convertir en lince diciéndole: “Bien, entonces vamos de una vez, móntate encima de mí y así iremos más rápido, eres muy lenta.” Annia de inmediato se llevó la mano a su vientre y ne