CAPÍTULO IIA luz iluminaba las ventanas de la casa que alquiló. El mobiliario no era lujoso, pero sí muy confortable y había suficiente espacio para acomodar a los sirvientes que la acompañaron desde Londres. Brighton crecía rápidamente y aunque se construían casas a docenas, no había suficiente alojamiento para toda la gente que llegaba. Los ricos y poderosos que seguían al príncipe a todas partes, ofrecían sumas exorbitantes por un sitio donde hospedarse, aunque fuera incómodo. Lady Roysdon se consideraba afortunada, pues había alquilado aquella casa por tres años. Afortunadamente nunca se había visto obligada, como la mayoría de la gente, a ocupar casas o cuartos fuera de la ciudad, ni tampoco había tenido que ofrecer dinero a las personas que ya eran huéspedes en algún hotel a cambi