9. UN LUGAR LLAMADO HOGAR.

1019 Words
MARTÍN. Las puertas del ascensor se abren y Ana sale adelante buscando las llaves de su apartamento. Pero antes de poner la llave en la cerradura, la detengo.  —¿Estás segura?. —Le pregunto con una media sonrisa.  —¿A qué te refieres?. —Su mirada tiene una expresión de confusión.   —Nos conocemos hace prácticamente nada y tu quieres que yo entre a tu hogar, a tu espacio privado, quiero saber si estás segura de dejar entrar a un extraño así.  —Sabes que no eres el primer hombre que entra por primera vez a mi casa, ¿verdad?.  Esta vez su mirada es un poco más divertida, solo espero que entienda lo que le quiero decir.  —No quiero entrar a tu casa una noche y ya Ana, quiero entrar a tu vida.  Mi voz está nerviosa pero mi pecho lleno de calidez o ilusión tal vez, la veo sonreír, me suelta la mano y enseguida su mano viaja a mi rostro, acaricia mi mejilla y cuando afirma con un sencillo movimiento de cabeza, yo le doy mi mejor sonrisa. —Y yo quiero que entres Martín.  —Gracias.  Vuelvo su mano a la llave, que está entre la cerradura, la veo colocar su huella dactilar, además de la clave. Tiene un gran sistema de seguridad, pero el día que un ladrón o alguien mal intencionado quiera ingresar, lo va a lograr sin problemas.    Cuando por fin entramos a su apartamento, me doy cuenta de que el lugar es todo lujo, grita dinero y grita niña rica por todos lados. Observo las paredes, observó el lugar y por alguna extraña razón todo esto no se siente como ella, no se siente como si fuese Ana la dueña de este lugar, supongo que mi cara me delata y mi ceño fruncido también pues ella enseguida me aborda con preguntas. —¿Qué pasa? ¿Muy feo el lugar? ¿Qué le ves de extraño?. —Me bombardea con preguntas y yo solo bajo mi mirada y me siento avergonzado por ser tan imprudente, pero es un defecto que no puedo evitar. —No, no tiene nada de malo es solo que... —Dudo contarle lo que pienso, porque no quiero que me saque de aquí a patadas. —¡¿Qué?!. —Su voz es un poco exasperada— No me gusta que no me digan las cosas enseguida, no me gustan los secretos o que me oculten lo que piensan de mi. —Ahora su cara está sería y yo paso saliva, no quiero arruinarlo. —No se parece a ti. —Ahora es ella la que me mira extrañada y con el ceño fruncido. — El lugar, este lugar, tu apartamento, no se parece en nada a ti, es como si fuesen dos personas diferentes. —Sonrío de medio lado y me relajo un poco. —¡Ah! eso. —Dice como si nada.— Bueno es porque el lugar no es para nada como yo. Mi padre me obligó a vivir aquí si quería algo de independencia, él y mi mamá pagaron para que lo adecuarán de acuerdo al gusto de lo que el famoso diseñador consideraba que era mejor para mi, así que lo deje tal cual como me lo entregaron hace 3 años. —¿3 años?. Pero es tu lugar, debería ser como tú. —¿Qué pasa si no es como yo?. —Veo que realmente no entiende mi punto. —Que nunca lo vas a sentir como tu hogar, como tu refugio y eso es lo que debe ser el espacio en el que vives. —Eres demasiado romántico. —¿Y eso es malo? —Me siento extraño. —No. —Dice mientras abre dos latas de cerveza— Sólo romantizas las cosas y es extraño, yo soy muy simple, no le presto atención a esos "detalles". —Te entiendo. —Si. Se hace un silencio raro entre los dos, solo bebimos las cervezas y nos miramos fijamente, no sé qué clase de tensión se acabó de crear entre nosotros, pero yo me siento realmente incómodo, porque quiero saltar sobre sus labios, pero no quiero que se espante. Seguimos en silencio, pero está vez me invita a su amplia terraza, tiene una vista hermosa de la ciudad, no tan genial como la del Pent House de mi hermano. Pero que vista y por vista, me refiero a su hermoso rostro ya que no he parado de mirarla. Me entrega otra cerveza y por broma le digo que si me quiere embriagar. —No. —Me contesta seria. Siento que acabo de arruinarlo por completo, luego veo que se ríe con indiferencia y el alma me vuelve al cuerpo.  —¿Quieres tener sexo?. —Sigue mirando al frente. —¡¡¡¿Qué?!!!. —Escupo mi bebida. — Lo siento. —Diego mientras intento limpiar mi camisa. —¿Eres virgen doctor? o ¿No tiene sexo en la primera cita? —Dijiste que esto no era una cita. Y no soy virgen. —Se ríe. —Eres realmente tierno. Vamos, otra cerveza y no voy a abusar de ti, me gusta tu compañía, transmites… —¿Qué?. —Nada. Después te digo. Entramos de nuevo al apartamento y ella prende un sistema de sonido que reproduce música de Brasil, un género que me encanta Bossa Nova, es suave y rítmica. No la dejó llegar a la cocina y la tomó por la cintura para pegarla a mi y empezar a bailar suavemente al ritmo de la canción. —Bossa Nova. —Si. ¿Te gusta?. —Mucho. —Le contestó con una sonrisa. —A mi también. Nos miramos fijamente y ya no se si habla de la música, la cerveza o de mi. —Tú me gustas. —Suelto sin reparo. —Bailemos. —Me responde con una sonrisa. No dice nada más, pero para mi es suficiente el tener a esta mujer entre mis brazos, nunca me había sentido tan cómodo y tan tranquilo, hace mucho no sabía lo que era sentir paz.
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