-Toma hija tápate con esta manta- mi acompañante me ofrece dulcemente una ligera manta color gris al verme temblar a causa del aire acondicionado- Por cierto, aún no nos presentamos y eso que llevamos más de 5 horas juntas. Mi nombre es Rosario- me sonríe la amable mujer mientras me extiende su mano. Yo la tomo de inmediato y respondo- Mi nombre es Sofía- se la aprieto en respuesta y le devuelvo la sonrisa.
Una vez entrada en calor y con aún varias horas por delante de vuelo me decido conversar con Rosario. No quise ser invasiva así que parto con una pregunta casual - ¿Usted también viaja a Madrid? – supuse que sería una buena pregunta ya que desde la capital española salían varias conexiones a otros países más alejados.
-Si cariño, vamos a la misma ciudad. ¿Has estado antes allí? - su pregunta me toma de sorpresa, caigo en cuenta que si bien había viajado harto con mis padres, jamás había visitado Madrid. Y que por obviedad al llegar estaría bastante perdida.
Mi prima no podrá recogerme en el aeropuerto ya que llegó en medio de su jornada laboral. El día antes de abordar mi avión me dio algunas indicaciones y me dijo que estaría atenta al w******p. “Madrid es muy cosmopolita, cualquiera podrá ayudarte. No te preocupes, de perderte ¡Nada!”.
Aquel día no quise molestarla más ante su respuesta, ya que tengo 25 años soy adulta y responsable, no me costará nada llegar a su apartamento. Vamos Sofi ¿que podría salir mal?
-No, jamás he estado en Madrid. Pero estoy ansiosa por conocer- mis palabras fueron sinceras, cada vez sentía que estaba más lejos de mi pasado. Tal vez venir aquí había sido la mejor de las ideas.
¿Un mundo lleno de posibilidades? Aquellas palabras resonaban fuerte en mi cabeza y cada vez me hacían más sentido.
Rosario me mira con cara de ternura – recuerdo la primera vez que vine a Madrid, escapando de un pasado tormentoso- sus palabras me caen como anillo al dedo y me veo reflejada en ella- encontré en esta ciudad un refugio y un hogar- me da una gran sonrisa y pareciera que hubiese recordado la historia de su vida en tan solo 2 segundos. Seguramente el final era hermoso por la gratitud que vi en sus ojos.
Un movimiento brusco del avión nos sacó de nuestra conversación, habíamos dado un pequeño salto en nuestros asientos y eso hizo que se me apretara el estómago.
-Queridos pasajeros estamos en medio de una leve turbulencia, por favor abrocharse los cinturones- sentí una gota fría recorrer mi espalda. No era la situación más cómoda para mí.
Rosario voltea y al ver mi evidente cara de miedo toma una de mis manos – No temas cariño, esto es muy normal- la aprieta con fuerza y por un instante sentí alivio, contención y cariño. Aquella mujer desconocida estaba brindándome un poco de apoyo y pensé que; después de todo el mundo no es tan cruel como lo pintaban y cómo yo lo había vivido. Tomé con fuerza su mano y cerré mis ojos. Hasta que todo volvió a la calma.
-Viste fue sólo un momento- me dice rosario soltando mi mano.
-Muchas gracias- le digo realmente a agradecida de ella, si no fuese por su acto habría salido corriendo por medio del pasillo gritando como una loca. Me daba vergüenza solo pensarlo.
Conversamos de varios temas con Rosario, es más, no nos paró la lengua en todo el viaje y las largas 14 horas de vuelo se me pasaron como si hubiese sido una brisa de tiempo y todo gracias a ella. Parecía ser una mujer encantadora.
Al aterrizar ella me comparte su número de teléfono, el cuál anoto rápidamente en mi celular.
-Fue un gusto compartir contigo Sofía, espero me vengas a visitar durante tu estadía en Madrid- me dice mientras me da dos besos en ambas mejillas como era la costumbre española. Nos separamos en el aeropuerto, ella salió rumbo a la sala de espera y yo me dirigí hacia el metro.
Suerte la mía que la estación T4 se encontraba nada mas y nada menos que en el mismo aeropuerto, ¡Si dentro de éste! Aún no me convencía de que aquello fuese posible, en Chile estas cosas no pasaban. Así que caminé por dentro del aeropuerto hasta el ala más alejada de este.
Antes de comenzar mi trayecto pensé ¿Qué tan lejos podrá estar la entrada al metro? Sin mentirles fueron 10 minutos caminando a paso lento. Y di gracias cada vez que me topaba con cintas transportadoras las cuales aliviaron mi caminata. Iba con mis Nike favoritos y tan solo llevaba una mochila de espalda y una maleta con ruedas. Mi intención nunca fue quedarme aquí más de dos semanas, asi que había empacado lo justo y necesario.
Desciendo hacia la entrada del metro y mas grande fue mi cara cuando me doy cuenta que no sólo había una estación dentro del aeropuerto si no ¡Tres! Y que tonta me sentí cuando descubrí que había pasado caminando las otras 2 estaciones por encima.
Doy un suspiro y digo en voz alta:” Bueno, supongo que son gajes de ser turista” mientras bajo mis hombros en señal de pesadumbre y comienzo a releer el mensaje de mi prima por enésima vez.
-¿Turista? que maja. ¿Necesitáis ayuda? - antes de volver mi vista a quién me había hablado, miro el w******p y recuerdo la conversación con mi prima “Madrid es muy cosmopolita, cualquiera podrá ayudarte” Como señal divina me digo a mí misma “ahí está tu ayuda Sofía”.
Levanto la vista y me encuentro con un joven bastante alto con un polerón canguro y tapado con su capucha y además bajo esta una gorra tipo baseball, pareciera que se ocultase de algo. Su imagen me provocó de inmediato inseguridad. Y por arte de magia recordé las palabras de mi padre antes de partir. “Sofía no confíes en nadie” esta era una de las situaciones en las cuales mi ex amiga Camila salía a mi rescate y por supuesto hablaba por mí. Haciéndome ver insignificante ante el resto. Esa conclusión la saqué ahora yo, revisando mi historial que me unía a ella.
Estaba en un dilema puesto que ni mi línea de celular ni mi internet funcionaban allí, viéndome acorralada no me quedó más alternativa y un tanto nerviosa dije- Ehm…¿si?- no supe cómo más responder, y tampoco supe si era o no buena idea aceptar la ayuda de un extraño al otro lado del mundo.
Si, necesitaba ayuda. ¿Pero como podría recibirla, sin ponerme nerviosa? el era un completo desconocido.
Mi pregunta fue respondida de inmediato:
El da una sonrisa y dice – Bueno, ¿si o no?
-¡Si!- respondí esta vez con más fuerza.
-Veamos….- me dice mientras inspecciona los mensajes de mi prima Catalina. Encuentra con su dedo una dirección y la pone en el GPS de su celular.
En todo momento no pude dejar de mirarlo, su atuendo me dificultaba verlo con más detalle; y fue tanta mi insistencia que en un momento me percaté de que él volteo a mí y se dio cuenta de la cara de tonta que tenía al mirarlo, para salir del paso comencé a toser muy falsamente tratando de disimular mi desfachatez, lo cual me hizo ver aún más idiota. ¿Qué haces Sofía?
Restándole importancia me dice -Pues ahí está. Tu prima vive en el centro de juerga- y me cierra un ojo. Ese gesto me hizo reparar en él, y darme que era dueño de unos ojos verdes realmente hermosos.
Le recibí rápidamente mi celular con miedo a que el saliera corriendo como una rata. Porque sí, ser paranoica era mi especialidad.
Me indica con detalle en un mapa del tren subterráneo que estaciones y combinaciones debo tomar para llegar a la estación de mi prima.
-Y te bajas aquí- me señala un punto en medio de una línea de color rojo- este es Sol, tu parada- En un momento creí que me hablaba en japonés, si bien los dos hablamos castellano, el suyo era muy traposo y apurado, al cambio el mío era cantadito. ¿Quién lo diría tan cerca pero tan lejos?
Menos mal que tuve la gran idea de ir anotando las paradas importantes en el block de notas de mi celular.
Él al fijarse en lo que hacía se ríe y me dice- Que tengas éxito, turista, voy tarde- se da media vuelta y me sonríe. Lo veo desaparecer tras la escalera mecánica que iba en dirección al aeropuerto.
De mis labios sale un imperceptible – Gracias.