1.

1650 Words
Algunos días extraño los rayos del sol más que otros, con el tiempo aprendes apreciar la oscuridad y tiniebla. Por eso me gusta aprovechar los recreos en el patio, disfrutar el como mi cuerpo se calienta y se quema mi blanquecina piel. Otros días prefiero la sombría oscuridad de mi celda, el absoluto silencio y la escalofriante soledad que me apaña por las noches. Siempre he considerado que es mucho más fuerte la costumbre que cualquier otra cosa, puede superar a cualquier otro sentimiento, como el dichoso amor. Sí, no tiene limitaciones como cualquier otro sentir, una vez entra en tu vida, te enseña a acostumbrarte a la más mínima muestra de cariño, comprensión, sinceridad, etc. ¿Qué cómo lo sé? Fácil, lleve una vida normal hasta mis quince años. Mis padres eran ricos, podían darme cada beneficio y objeto material que quisiese, pero nunca me brindaron valores como el amor o simple atención, por lo que termine buscándolo donde menos debía, en la calle. Y así fue como lo conocí, Nicolás Benet, el diablo en persona. Y, ahora ocho años después y gracias a él, me encuentro siendo reclusa en “Prisión para mujeres, Santa Bernardita de Cáceres”.  ¿Qué si extraño mi vida anterior? ¡Por supuesto que no! aquí no soy desdichada, no soy patética, no soy abusada y mucho menos golpeada. Me acostumbre a la rutina carcelera, despertar temprano, hacer largas filas en cada comida, ducharme compartiendo espacio con mas de veinte chicas, dormir en un colchón plano y duro, me acostumbre a sobrevivir, porque la vida aquí dentro no es fácil, tampoco es bonita como la romantizan en los reality shows, ni mucho menos en la televisión. Pero pese esa circunstancia, no podría quejarme, en ocho años ocurren muchos eventos y uno de ellos fue ganarme a cada reclusa y tenerla comiendo de la palma de mi mano. No fue fácil, estas mujeres son peligrosas y muy cuidadosas, un solo fallo y amaneces colgada en el baño, como si “te suicidaste”. Tal como le ocurrió a Susy, mi antigua compañera de celda, la mataron por abrir su bocota. Pero con el tiempo te acostumbras, no puedes encariñarte con ninguna compañera, son tan reemplazables como un par de calcetines sucios. He perdido la cuenta de cuantas he tenido a lo largo de mi condena, quizá unas ciento veintitrés, ciento veinticuatro. ¿Quién lo sabe? No es como que pueda recordarlas a todas, sin embargo, Susy tenia un cariño especial, me ayudo en algo que necesitaba asegurar antes de salir finalmente de esta pocilga. El sonido de la celda abriéndose me alerta, me acomodo en mi cama y observo sigilosa, mi nueva compañera a llegado. Excelente, me coloco de pie, el guardia asegura la puerta y le quita las esposas a la reclusa, su cabello verde es llamativo y da un aire Hípster, me gusta, la chica se queja de dolor por la presión con la que aseguraron sus esposas, entra a la celda con su bandeja en manos, me da una mirada curiosa y trato de intimidarla con la mía, funciona y desvía sus ojos a la cama de la litera, yo duermo abajo, es mucho más cómodo que la parte de arriba, no podría si quiera en pensar chocar con el techo cada que me levante. ― ¿Cu…cuál es su cama? ―farfulla en un intento de sonar valiente, acallo una carcajada y la miro con mis ojos entrecerrados, tiene un piercing en su ceja y me extraña que no se lo quitaran al entrar. ― ¿Cómo es que no te quitaron esa porquería? ―pregunto cruzándome de brazos, su semblante cambia y entiendo que esta nerviosa. ―Eh, no pudieron quitármelo. Esta clavado en mi piel, se incrusto―responde tambaleándose un poco, asiento poco convencida, hay algo en ella que me inquieta. Y tengo que descubrirlo, puede ser otra policía infiltrada, como Bianca, hace dos años.  ―, ¿Te molesta si me quedo con la cama de abajo? Le temo a las alturas. ―Aquí le temerás a muchas cosas peores que la altura y esa es mi cama. La tuya es la de arriba―aseguro y ella asiente sin rechistar. Ordena sus cosas y tiende las sábanas en su colchón, no dejo de mirarla ni un segundo. Cada paso inseguro me pone en alerta, tiene un aire policial, no saben actuar con normalidad y mucho menos serena, tendré que ponerle algunas pruebas para descartar que es una policía. ―Disculpa que te moleste, pero necesito saber algunas cosas, nunca he estado presa…―alarga con detenimiento, esperando mi reacción. Ruedo mis ojos, pero asiento dejándola que prosiga con sus inquietudes. ―, ¿A que hora se levantan? ¿Cómo hago si quiero usar el baño? ¿Y la comida es buena? Sin poder evitarlo suelto una sonora carcajada, el sonido retumba en el estrecho lugar. De todas sus preocupaciones, esas deberían ser las menores, esta en un jodido reclusorio para mujeres. ¿Y piensa en que si la comida esta buena? ¡Por dios! ―De todo lo que debería preocuparte realmente, ¿Eso es lo que no te deja dormir?  ―inquiero con un deje de risa, ella asiente como un conejo asustado. Me acerco peligrosamente a ella y la tomo del borde de su chaqueta ―, Deberías pensar mejor antes de hablar, aquí ser débil y tonta solo hará que te maten, como lo hicieron con la ex dueña de tu cama. Sus ojos se abren como platos y me mira con espanto, resoplo y la suelto, toma aire y acomoda su uniforme, me da una mirada horrorizada y salto a mi cama, le hice un favor, le advertí lo que le puede suceder si abre su jodida boca. La veo subir por las escaleras a su cama y acomodo mi cobija, intentando dormir. ― ¿En serio mataron a la chica que dormía aquí antes de mí? ―pregunta en la oscuridad y espesura de la noche, ruedo mis ojos y decido no responderle―, La directora de la prisión dijo que ella se suicidó. ― ¿No has entendido? ¡Cállate! ―exclamo con fastidio, siento como la hago brincar por mi grito.  ―, Susy esta muerta, eso es lo único que sabemos todas. ―Pero antes dijiste que la mataron…―refuta y me hace perder los estribos, me pongo de pie y de un solo movimiento la tiro de su colchón, el sonido del impacto de su cabeza con el cemento me alerta. ¡Mierda! Se mueve adolorida y respiro con tranquilidad, al menos no la mate. Se levanta y me fulmina con la mirada ―¸Vale, me ha quedado claro que es mejor estar callada.   El molesto sonido de la alarma que ponen todos los días a las 5 am, me despierta, refunfuño y me cubro la cabeza con la almohada y cobija, odio ese sonido de ambulancia o patrulla policial, no lo sé. El click que hacen las puertas de las celdas al ser abiertas me avisa que si no salgo vendrán por mí, me pongo de pie y recojo todo mi cabello en un moño, tomo el neceser que nos dan con productos de aseo y salgo de la celda sin mirar a la nueva, camino al baño y el típico cuchicheo mañanero no se hace esperar, a esta hora aprovechan todas a ponerse al día con el chisme y noticias, todas hablan de la nueva y recuerdo que tengo que alertarlas antes de que llegue al baño. Subo en un retrete y hago que se acallen, llamando su atención. ―Chicas, mi nueva compañera no me da una buena espina, tiene pinta de ser una de las Biancas― digo en voz alta, desde que infiltraron a la policía Bianca en mi celda, les decimos Biancas a todas las infiltradas o posibles. ―, Tengan cuidado, apenas sepa algo, les estaré avisando. Todas asienten y me agradecen por el dato, entro a la ducha y el agua fría me despierta por completo. La mayoría comienzan a molestarse entre si por sus cuerpos, no me avergüenzo, ya es costumbre vernos hasta el hígado en las duchas, la nueva aparece y se tapa sus ojos apenas nos ve, le hacen bardo y Briana la mas brabucona de todas, la toma de los brazos obligándola a mirar. ― ¿Qué? ¿Acaso no te gusta lo que ves? ―le pregunta y ella se queda pasmada en su sitio, me carcajeo con fuerza. Pobre chica, la harán añicos. ―¸ ¡Báñate! Apestas a novata y miedo. ―exclama con diversión, todas la burlan y la pobre se estremece, corre a una esquina y se quita toda su ropa, entra a una ducha y maniobra para poder enjabonarse y taparse. ―, ¡Anda ya! ¡Deja de hacer eso! ¡Quiero ver tu cuerpecito entero! La pobre chica palidece, si supiera que no miente, Briana es lesbiana, pero tiene novia, Amanda. Me rio con gracia observando la escena, cierro la ducha y tomo mi toalla, me seco y visto rápidamente, lavo mis dientes y ordeno mi cabello. Lizzy una chica de unos veinte, se me acerca con prisa. ― ¡Colette! Hoy tendrás una visita, escuche tu nombre en una reunión de guardas―anuncia, la miro sorprendida. Nunca nadie me ha visitado, mis padres murieron en un accidente trágico hace unos tres años, no tengo hermanos o primos. Y como si fuera poco me desheredaron cuando descubrieron que estaba en prisión. ― ¿Segura? ¿Acaso hay otra Colette? ―divierto y ella me da un empujón. ―Animo nene, seguro es algún familiar que no sabias que tenias y viene a traerte tu herencia, ¿Te imaginas? ―pregunta con ilusión, me carcajeo y niego con mi cabeza.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD