Desperté por voluntad propia, sin escuchar el horrible sonido que producía esa alarma matutina, al abrir mis ojos no lo podía creer, ya no me encontraba en mi celda, el techo estaba limpio y rayado. Sonreí en grande y agradecí al universo por haberlo logrado, era libre, malditamente libre, por fin. Después de tantos años encerrada, en el olvido y el ímpetu de un lugar sombrío, podía disfrutar un nuevo ambiente, aire fresco y sobre todo libertad. Había venido con Trish y su hijo a donde fue mi hogar por algún tiempo, un departamento escondido en una propiedad que anteriormente fue de Nicolas, me lo obsequio cuando “éramos la pareja feliz” y nadie a excepción de él y yo lo conoce, Dom, quien le había entregado las llaves a Trish, era un viejo amigo muy leal. Baje a la cocina y sintiendo algo