Capitulo 4. Monotonía.

1560 Words
Capitulo 4. Monotonía. En ese momento, todo mi mundo se paraliza, deje caer la carpeta y el bolígrafo simplemente se desplazo de mi mano al suelo en segundos, como ese dolor que se apodera de mis caderas, siento que todo me daba vuelta y sin poder evitarlo caigo en los brazos de Carlota inconsciente. Al recobrar el conocimiento, noto la presencia de Alberto quien luce preocupado y Aurelio, quien lo sostiene mientras me mira de igual manera, mis ojos se van cerrando de manera involuntaria y lo último que presenció es su mirada sobre la mía y ese exquisito perfume nuevamente. Al despertar estoy en la habitación de la clínica sobre la camilla. Alberto apoya sus nudillos sobre su barbilla muy distraído, mi familia y la suya guardan silencio, hasta que notan que estoy despierta. — ¿Qué paso? — Pregunto sin recibir respuesta alguna. Sus rostros me lo dicen todo, y en ese momento toco mi vientre para sentir que esa pequeña masa ya no está, había perdido a mi bebé, lo había perdido. — Alberto, ¿mi bebé? ¿Qué le paso a mi bebé? — Alberto ni siquiera puede mirarme, se apoya de su madre mientras la mía se acerca a mí. — Cariño cálmate, cálmate cariño. — ¿Qué le paso a mi bebé mamá? ¿Dónde está mi bebé? — Lo perdiste mi niña, lo perdiste. — Exclama destrozada llorando. — NOOO, NOOO, QUIERO A MI BEBÉ, QUIERO A MI BEBÉ….— Mi padre y Aurelio me sostienen de quitarme la vía de mi brazo, lo siento, siento ese olor nuevamente por unos segundos hasta que se pierde ante el agarre de mi padre quien me sostiene en sus brazos donde me destrozó por completo. — quiero a mi bebé, quiero a mi bebé. — Todo va a estar bien cariño, todo pasará, todo va a estar bien. Sin poder explicarlo, los doctores confirman lo que me han dicho, no puedo parar de llorar, me siento sola, vacía, necesito sentirlo moverse dentro, de mí, necesito sentir a mi bebé. Al darme de alta, Aurelio y mi padre me llevan a casa, Alberto apenas me mira y me siento sola, en cuanto me dejan en mi habitación, me acomodo cubriendome de pies a cabeza, el dolor se apodera de mí y no puedo hacer más que llorar. Semanas, incluso meses o más encerrada, ni siquiera las palabras de mi esposo podían calmar el dolor de perder a mi bebé, tenía tanta ilusión, la promesa de protegerlo se había esfumado en el aire y la depresión se apoderó de mí. Apenas podía retomar mi vida, pasaba tiempo con Alberto y trabajaba en ocasiones, para él las cosas volvieron a ser lo mismo, aunque me dijeron que fue un aborto espontaneo no dejaba de sentirme culpable, me encerré en mi propio mundo un mundo donde él no cabía, porque él lo había superado primero que yo y eso se le notaba. — Salgamos, vamos a comer fuera, hagamos lo que tú quieras. — No tengo ganas Alberto, veamos una película si lo deseas. — ¿Hasta cuándo vas a seguir en ese estado? El que te destruyas a ti misma no hará que regrese. — ¿Qué dijiste? — Lo miro fríamente. — Vete, vete de aquí, vete — lo golpeó una y otra vez, sacándolo de la habitación. — Pará, Emilia, Pará, me estás cansando con todo esto, me tienes harto, reacciona, despierta ya, no puedes seguir así, tienes que despertar, salir de este encierro, nos está destruyendo, destruyes está relación, date cuenta, quizás no era para nosotros, no era nuestro momento, ahora podemos empezar de nuevo, como estábamos antes. — LARGO, LARGATE, LARGO. — lo golpeó en el pecho y cierro la puerta de golpe volviendo a mi encierro. Al cabo de 1 año, retomo todo de nuevo, sin embargo, una brecha se había abierto entre Alberto y yo, él con sus proyectos y yo tratando de recuperar mi vida, nos empezamos a distanciar de gran manera, hasta esa noche de pasión tras una fiesta en casa de mis padres que me devolvió la esperanza, un nuevo milagro llego a mi vida, aunque no reemplazaba al anterior me llenaba de vida, de una nueva luz en el camino y es aquí donde mi vida empieza a dar un giro de 90°, tenia que cumplir la promesa, está vez no fallaría, por ello suspendí mi carrera, mi trabajo y mi vida por el miedo de perder a mi bebé, me aferre a la esperanza de tenerlo aunque Alberto sintiera que seria lo mismo, no estaba tan aferrado a que se quedaría como yo, incluso sentí su ausencia durante todo el embarazo, hasta que llegó a nuestras vidas, mi pequeño Lucian Luchny. — Alberto, hijo, míralo, es igualito a ti hijo, es perfecto, aunque tenga el cabello como su madre tiene tus rasgos hijo. — Alberto lo mira y podía sentir lo ajeno de su amor, como si no fuera real, como si no fuera suyo, lo detalla tanto de cierta manera eso me golpea fuerte el corazón, porque rechazar a nuestro hijo, significa que me rechazaba a mí, puesto que la pequeña vida en sus brazos es mi mundo y lo más importante en mi vida, lo quisiera Alberto o no. *Cinco meses después. Podría llamarse Monotonía, las cosas no eran como antes y era evidente que no volverían a serlo, podría decir que mi mundo estaba cambiando, pues todo giraba en torno a mi bebé, mi prioridad era él y solo él, diría que yo ayudaba a que las cosas no fluyeran como él las deseaba, Pero eso no me detendría de cumplir mi sueño. Llanto del bebé. Alberto intenta sumergirme al deseo, Pero como en ocasiones, el llanto de nuestro hijo, nos aleja de esa posibilidad. — Deja que vaya la niñera, para eso la contraté. — pide en tono irritado. — No, no podrá calmarlo, ella apenas lo conoce. — Déjala hace su trabajo, tienes que despegarte de él, ¿Cuándo tendremos tiempo para nosotros? — Solo déjame dormirlo, no me tomara mucho tiempo, por favor. — Haz lo que quieras, siempre es igual.— Se levanta enojado saliendo de la habitación. Apenas se podía sentir su apego paterno con él pequeño que rápidamente crecía, no quería ser de esas madres que simplemente le dejan sus hijos a las nanas y se olvidan de ellos, no, yo quería ser parte del crecimiento y la vida de mi hijo, quería estar ahí para él, y pensé que con él tiempo Alberto cambiaría, y si, así lo hizo, Pero con nuestro hijo. Al verlo crecer el pequeño le iba tomando cariño y era inevitable para él no disfrutar de momentos con él, aunque no era placentero todo el tiempo. En cuanto a mi, volví a la empresa, diseñaba y trabajaba desde casa, mientras cuidaba de mi niño e iba a la empresa durante el tiempo que mi niño estaba en la escuela, tres años ya de vida y es la alegría de la familia, mi hermano lo adora al igual que Aurelio quien envía regalos y viene en ocasiones aunque no nos acercamos demasiado, le da cariño a mi niño y él a tu tío. Mis suegros y mis padres se desviven por él, aunque nos presionaban porque tuviéramos más hijos, simplemente lo evadimos porque a simple vista somos la familia feliz, mientras que a puerta cerrada, la monotonía nos consumía y yo me sentía culpable por ello. — ¿Te gustaría ir al cine? Palmer cuidara del niño, le he pedido que trabaje está noche, ¿Te gustaría ir a cenar? — Estoy trabajando Emilia, hoy no puedo, quizás el domingo. — El domingo Palmer tiene libre, Pero podría hablar con mi mamá para que…— Mis palabras fueron interrumpidas por su llamada. — Pacheco, amigo, te escuchó… — Sale de la habitación y no me rindo invento algo nuevo tratando de que él reaccione. Mis ideas son sorprenderlo, diría que no es fácil volver a retomar lo que teníamos, han Sido muchos cambios, el trabajo, el niño, sin embargo el poco tiempo que estamos juntos es contado, Pero para mí es maravilloso, realmente amo a mi esposo y deseo que las cosas mejoren, aunque sea un poco. Me visto con lencería sensual y lo espero en la habitación, al notar que no llega, bajo a su estudio, donde tampoco lo encuentro, decido buscarlo y noto que habla por celular muy a la distancia, se ríe como solía hacerlo y eso me hace sonreír. Está tan cerca de la piscina que decido acercarme a él, lo sorprendo por la espalda, empiezo a besarlo y al el sentirme se voltea, acaparó su atención por completo, suelta su celular en la mesita al mismo tiempo que yo mi bata al suelo, su mirada me recorre, pero no se siente igual, ya que en mi vientre se reflejan pocas, pero notables las estrías que poco a poco me he ido borrando con un tratamiento que mi suegra me recomendó. — Tápate, te van a ver uno de los de seguridad — Me acerco a él y empiezo a tocarlo. — Entremos a la piscina, quizás sea algo diferente para nosotros. —Le digo pasando mi mano por su pecho. — No seas tonta, vamos adentro, vístete.
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