Le dejo a Carol las tortitas, me siento a su lado y espero que se las coma. Me mira y sonríe. —Nunca me voy a cansar de esto por muy mayor que sea —canturrea al cortar las orejitas del oso y se las lleva a la boca. —Yo tampoco —murmuro y me giro por completo para mirarla mejor. —Prométeme que me las harás siempre —me pide con esa mirada de niña inocente llena de emoción que me encoge el alma. —Claro que sí, Pitu. Suspira relajada, se acomoda en el sofá y se come todo el plato de tortitas. Entretanto, le hablo de mis nuevos diseños para la pasarela de Navidad y ella muestra el mayor de los entusiasmos. En este tiempo Carol ha estado muy involucrada en mi trabajo. Pasa por mi oficina casi todos los días y le encanta las sesiones de fotos. —Estoy deseando ir a Milán