CAPÍTULO DIECISÉIS
Ulren observaba cómo sus hombres destrozaban el castillo de Delos y sonreía mientras lo hacían. Era mucho más satisfactorio que quedarse en la torre de las cinco piedras de Felldust, observando cómo los demás se negaban a reconocerlo. Había ganado. Había tomado Felldust, había venido aquí al Imperio y había lisiado a Irrien, dejando que sangrara de una manera que ningún hombre podría sobrevivir por mucho tiempo. Y aunque lo hiciera, la antigua Primera Piedra nunca podría conservar su asiento ahora.
Después estaban los botines de guerra. Ulren esperaba encontrar una ciudad limpia, pero en cambio, el castillo todavía estaba lleno de tesoros: joyas, oro, obras de arte, mujeres. El ridículo plan de Ulren de trasladarse al Imperio y gobernar significaba que había demasiado
