ARTURO MASTRONARDI. Mi mente nublaba mi juicio, no podía entender como fui capaz de matar al más puro amor que tenía. Mi hija Luz no tenía la culpa, no me hizo daño nunca. Siempre fue luz, como su nombre, luz para mis días, luz para mi oscuridad. Mi chiquita no merecía nada de todo esto, ver su cuerpo inerte en las cenizas, calcinado me provocaba odio. Odio por mí mismo, por lo que fui capaz de hacer y por el demonio que era. ¿Por qué deben pagar justos por pecadores? ¿Por qué le sucedió esto a mi pequeña? Charlotte no me importaba, no después de lo que me hizo. Me traicionó, sin embargo no haberla conocido me hubiese salvado de vivir esa terrible experiencia y ella se hubiese salvado de mí sino hubiese cedido a seguir conociéndome. “Arturito, acepta que eres un demonio” “¿Sabes qué es