Capítulo 6: El Idiota

1116 Words
Aquella acción tan repentina la tomó por sorpresa. Pero no era ajena a esas situaciones, sus ojos solían generar comportamientos bastantes exagerados en las personas. Solían asombrarse por su tan característica pigmentación. No los culpaba, pero sí los odiaba profundamente cuando hacían ademanes como los de recién para poder verlos a una distancia más corta de la deseada, y eso era debido a que la dejaban expuesta a una posición bastante incómoda para nuestra protagonista. Detestaba cuando invadían su espacio personal. Lo odiaba profundamente. Pero esta vez había sido diferente. No era odio lo que sentía sino una profunda timidez. El joven era unos años mayor a ella, tenía veintiocho años. Era delgado y extremadamente encantador a los ojos de Zahra. Se sentía atraída por su belleza, parecía una especie de adonis. Quedó atrapada en su magnetismo. Pero su cuerpo fiel a su sensatez, apenas escuchó el sonido del timbre, salió disparada de aquel cubículo casi sin dudarlo; dejando atrás a su único espectador. Sin embargo, la idea de que fuera un acosador siguió rondando entre sus pensamientos y fue creciendo de a poco. Esa fachada hermosa confirmaba sus miedos, normalmente los abusadores tenían un aspecto extremadamente agradables a la vista. De esa forma lograban ocultar de la vista del resto de los mortales sus más perversas acciones. Era lamentable. Pero las estadísticas no mentían. Nerviosa porque el muchacho del ascensor parecía seguirla en cada paso que daba, decidió darle la vuelta a todo el pasillo, recorriendo prácticamente toda la “cuadra” que comunicaba las cuatro caras del edificio. Finalmente se encontró con su puerta sin escuchar los pasos de su perseguidor. Todavía no podía creer lo que le había pasado. Pero lo peor era que el sujeto seguía por allí merodeando. Debería llamar rápidamente al guardia del edificio. Estaba realmente orgullosa de cómo supo manejar la situación y de cómo logró perder al sujeto. Era evidente que ella se manejaba perfectamente en sus propios territorios. Se sintió una leona segura y por un momento creyó entender cómo debían de sentirse aquellas fieras magníficas en medio de las sabanas de África. Se le cayeron las llaves al piso por los nervios. Renegando se agachó para tomarla y llevarlas al cerrojo. Cuando estaba por abrir la puerta, escuchó un sonido detrás de ella. De pronto, se volvió hacia atrás y allí estaba. El joven del ascensor la miró también sorprendido. — ¿Vives aquí? — preguntaron ambos a la vez al descubrir que cada uno miraba hacia las puertas enfrentadas del pasillo para ingresar a través de ellas. — No sabía que eras el nuevo. Yo… — Bueno en realidad… — dijo divertido revolviéndose el cabello mientras que detrás de él se escuchaba que destrababan la puerta para abrirla inmediatamente. — ¿Qué pasa, Jonathan? — inquirió el verdadero inquilino del departamento 5-330 apareciéndose en la escena. — ¿Jonathan? ¿En serio, viejo? ¿Pero qué te hice? — replicó fingiendo estar ofendido. Aborrecía que lo llamaron por su nombre completo. Hacerlo, le generaba la sensación de que estuvieran molestos con él por alguna que otra razón. — … — Zahra quedó atónita y en completo silencio. — No es de tu incumbencia, pero justo me encontré con tu vecina y estábamos platicando un poco. — le contó Jonathan a su amigo, fingiendo estar molesto con él por haberlos interrumpido. — Así que ella está aquí también. — dijo y luego miró despectivamente hacia la figura femenina que se encontraba frente a sus ojos. Entonces, Zahra se percató de su aspecto poco presentable. Estaba frente a dos extraños presentándose por primera vez y se sintió patética. Recién llegaba de una caminata bastante extensa, con los cabellos hechos un lío, desalineada, con las zapatillas empapadas por el par de charcos que no logró sortear a tiempo. Además, seguramente, su aroma no era el más agradable. Aunque, claro está, todas estas suposiciones no fueron más que sus propias conjeturas. Porque para el par de hombres que tenía en frente, nada de lo que ella pensó atravesó sus pensamientos. No hacían más que admirar en un profundo silencio cada una de las facciones de aquella dama que se había topado por casualidad con ellos. Habían reparado en su mirada suave y en sus ojos brillantes como un diamante de topacio violáceo. La sencillez de su alma la transmitía tan abiertamente que agradaba a la vista con tan solo echarle un vistazo. — Hola, perdón. No nos presentamos. Soy…— ella trató de comerse los nervios que le carcomían por dentro y en un intento de ser cortés comenzó a presentarse a sí misma. — Zahra. Lo sé. — la interrumpió sin ánimos de sonar agradable el sujeto que recién abría la puerta y a quien identificó como su nuevo vecino. — ¿Pero, cómo? — dijo asombrada de que ya la conociera. — Dejaron parte de tu correo en mi buzón. Lo dejé debajo de tu puerta hace un rato. Espero no te moleste. — contestó indiferente ante aquel acto de hospitalidad. — En lo absoluto… gracias. — asintió nerviosa. — Yo soy Jona y este inútil que todavía no se presentó es mi amigo: Benjamín — dijo rápidamente al ver que la situación particularmente se tornaba incómoda para la muchacha —. El será tu vecino, pero a mí me verás bastante seguido, suelo visitarlo frecuentemente. — se presentó mostrándose realmente agradecido por lo que acababa de anunciar. — Eso es mentira. No recuerdo que lo hagas con tanta frecuencia. — dijo Benjamín divertido, desmintiendo a su amigo descaradamente. Jonathan se volvió hacia él con cara asesina y Benjamín supo lo que le esperaba tan pronto como la damisela no estuviera presente. — Está bien. Un gusto conocerlos. Nos vemos. — Zahra trató de zafarse de la situación en cuanto vio la oportunidad. Sin embargo, algo le decía que no podría ser así de fácil. — No, espera. — la detuvo Benjamín sin siquiera levantar el tono de su voz. — ¿Hm? — ella se volvió a ellos extrañada por su detención y en el fondo, los nervios y algunas maldiciones se estaban acumulando en la punta de su lengua. ¿Por qué no podía escapar todavía? Ella que era como una especie de “Houdini” para estas típicas circunstancias sociales. — Creo que no nos presentamos formalmente. — insistió Benjamín. — Pero… — Corresponden los honores. — reclamó con aire honorable. — … — Jonathan no entendía nada y acompañó al silencio emitido por Zahra esperando que su amigo continuara con la melodramática escena que había montado en pleno pasillo del edificio. — Es un gusto, Zahra. Yo soy el “Idiota”.

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