Capítulo 1

3360 Words
PRIMER ENCUENTRO Matthew Ash. Recuerdo que desde que era pequeño, solía sentarme con papá a ver documentales de avistamientos de ovnis en nuestro planeta todos los viernes por la tarde a las seis y treinta. Mamá siempre discutía con él porque decía que esas teorías podían influenciar mis creencias hacía lo desconocido y dejar de creer en su dios. En varias oportunidades, ella se sentó a conversar conmigo y escuchaba atentamente cada cosa que decía y luego me hacía preguntas que me hacían pensar y pensar durante horas, incluso días. La primera vez que le dije que creía que era posible la existencia de vida en algún planeta del universo, me prohibió seguir viendo documentales con papá, ya que opinaba que era muy pequeño para andar con esas cosas en la cabeza. Lo mismo le cuestioné yo, al decirle que ya era muy grande para andar creyendo en "santos", que no podían ver, escuchar, hablar y mucho menos solucionar sus problemas. Sarah ese día se enojó muchísimo y me castigó. Me obligó a ponerme de rodillas sobre unos granos de maíz a rezar el "Ave María", mientras lloraba por el dolor que sentía en mis entumecidas rodillas, más no se arrepintió por someterme a semejante castigo y me dejo allí hasta que convenientemente, faltando una hora para que llegara John —mi padre—, me obligó a levantarme e irme a mi habitación a dormir. Fue la primera vez en tres años que faltaba a una tarde de chicos, y la última durante meses que vi a mamá, porque esa misma tarde después de discutir arduamente con mi progenitor se marchó. Papá se fue alejando de mí conforme pasaban los días y mamá no regresaba, una noche mientras cenábamos, le pregunté que si había sabido algo de ella y me gritó, "¡Esto es tu maldita culpa, Matthew! ¡¿Por qué no te pudiste quedar callado?!". Esa fue la primera noche que subí al tejado de la casa, con el telescopio que me había regalado días atrás a observar la inmensidad del universo y refugiarme en lo desconocido porque ya no tenía a nadie. La primera noche que dejé de culparme porque mamá se había marchado, porque comprendí que quién quiere estar, está a pesar de las diferencias que puedan surgir, y quién no, simplemente se marcha sin mirar atrás. * — ¡Matthew, se te hace tarde! ¡Vete ya, j***r! —Grita Sarah, desde algún lugar de la casa, con su típico buen humor de perro chihuahua con mal de rabia. Definitivamente, no sé cómo papá la soporta, deberá de amarla demasiado. Me coloco un sweater n***o arriba de la camiseta que minutos atrás me había puesto y agarro el bolso de la cama. Me aplico un poco de perfume y salgo de la habitación cerrando la puerta con llave y veo las viejas fotografías familiares que se quedaron estancadas desde hace once años en ambas paredes del pasillo. Bajo con parsimonia las escaleras, entro a la cocina y agarro dos manzanas del frutero, una la meto en el morral y la otra me la como allí mismo junto con dos peras y una banana. —Buen día, papá. ¿Cómo amaneces? John levanta la vista del periódico, lo hace a un lado y me sonríe con calidez. —Buen día, Matt. Estoy bien, y tú, ¿cómo estás? —Bien, bien. Estoy muy emocionado por ir al instituto —respondo con sarcasmo y sonríe. —No seas así, todo irá bien hoy, ¿quieres que te lleve o te vas en transporte público? —Me voy en el ómnibus, gracias por ofrecerte papá. Pero, me vendría bien que me buscaras a la hora de salida. —Okey, te deseo un buen día, hijo. —Gracias papá, igual para ti. Adiós. Salgo de la cocina y camino deprisa a la puerta principal, no porque vaya tarde, es porque no deseo cruzarme con mi adorable madrecita tan temprano. Ya que comenzará a regañarme y exigirme que pase más "tiempo de calidad en familia" con ellos, donde ella se dedicará única y exclusivamente a reprocharme cosas de las que la mayoría de ellas no tengo culpa alguna y papá solo se quedará callado como un espectador mudo, tiene arraigado fuertemente dentro de sí que, si me defiende, ella se marchará como lo hizo hace once años. Somos una jodida familia perfecta, sí que lo somos. Cierro dando un portazo y extraigo del bolsillo izquierdo de mi pantalón el móvil y los audífonos, estos últimos los conecto inalámbricamente y pongo a todo volumen Believer de Imagine Dragons y Lil Wayne, vuelvo a guardar el celular en el bolsillo izquierdo del sweater y continúo caminando hacia la parada de autobuses, queda muy cerca, a dos casas de la de mis padres. Por lo que llego con tiempo de sobra y me permito escoger mi puesto habitual cuando no quiero conducir algún auto de papá o que él me lleve al instituto. Tomo asiento en la quinta fila del lado izquierdo en el lugar de la ventana. Saco del bolso un libro de Ciencia Ficción que compré hace unos días y que hasta ahora no había tenido tiempo de comenzar a leerlo. Rasgo el empaque plástico y lo meto en mi bolsillo izquierdo del pantalón, porque obvio, hay que cuidar el planeta. Me concentro totalmente en la lectura que no me doy cuenta de que el ómnibus casi se llena en su totalidad treinta minutos después para salir a la hora correspondiente. El conductor arranca, avanza quizá unos quince o veinte metros cuando frena de golpe, haciendo que todos damos un pequeño salto en nuestros respectivos asientos. La puerta delantera se abre, dejando que una chica de cabello blanco —que nos mira a todos como si no fuésemos más que un pedazo de mierda y ella la octava maravilla del universo— suba y camine derrochando elegancia y altivez en el pasillo. Se detiene al lado del puesto donde estoy sentado, me mira de pies a cabeza y sonríe, pongo en pausa la música y alzo la ceja derecha. —Hola, ¿está ocupado el asiento a tu lado? —me pregunta con una sonrisa. —No, no está ocupado —respondo, coloco un pequeño separador en el libro y lo cierro. Le doy play al reproductor y el móvil vibra con un mensaje de Silvain. *Silvain: Buenos días, levántate y mueve ese culo perezoso y ven al instituto que estoy solito. * Yo: ¿Y quién dijo que no voy al instituto? Ya voy llegando, cuando veas estacionar un enorme carruaje blanco y bajen muchas personas, sabrás que llegué y venía compartiendo con mi séquito de fanes. * Silvain: ¡NO ME JODAS, MATTHEW! ¡¿es enserio?! Así que, compartiendo con tus fanes, eh. * Yo: De hecho, mi ejército de fanáticos me escoltará, primero bajará una parte, luego bajo yo y, bajan después unos pocos más, ¿No es eso genial? Si me hubieras escrito temprano, te hubiésemos ido a buscar. *Silvain: JA, JA, JA, JA, JA, ¿Su majestad hubiera compartido conmigo, un simple plebeyo, su carruaje? ¡¿Conmigo?! ¡Tan solo soy un criador de puercos! * Yo: Exactamente buen muchacho, por eso mismo es que deseo que usted comparta conmigo mi humilde carruaje. Además, quiero hacerle un nombramiento muy especial. *Silvain: ¡Oh, por Dios! Juro que estoy flipando en este momento. Su alteza, apenas vea llegar su carruaje, lo estaré esperando en la entrada de este humilde instituto. *Yo: No te haré esperar, muchacho. Ya estamos llegando. Nos vemos en un minuto, adiós. PD: nací para ser de la realeza. *Silvain: Deja de soñar. Naciste para ser mi esclavo, perra. Te espero en el estacionamiento. Meto el libro y los audífonos en el bolso. Guardo el móvil en el sweater cuando se detiene el ómnibus. Inmediatamente, se levanta la gran mayoría de las personas y se dan empujones para bajar "más rápido", si supieran que eso solo ocasiona que se demoren más porque pierden el equilibrio al bajar. La chica que se sentó a mi lado no está dentro del ómnibus. De hecho, en ningún momento vi que se levantó y bajó por alguna de las dos puertas, simplemente desapareció. — ¡Dejen de empujar, maldición! —Grita el conductor, enojado—. ¡Eso sólo hace que se demoren más, no sean idiotas! El hombre se levanta y organiza ambas filas para salir ordenadamente, mientras profiere insultos a todos. Ambas colas avanzan rápido y en cuestión de minutos ya casi todos han bajado, me pongo de pie y voy a la puerta trasera que es la que está menos congestionada. Apenas pongo un pie sobre la acera, Silvain viene hacia mí riendo. Seguramente vio todo. —Tus fanes se salieron de control, ¿eh? —Manifiesta con burla. —Sí, lo que pasa es que no están acostumbrados a montarse en carruajes y eso los alteró un poco nada más—respondo con mofa, restándole importancia con mi mano. Silvain ríe a carcajadas y eso llama la atención del público femenino. No somos tipos feos, eso hay que admitirlo. Me siento más que satisfecho con mi aspecto y con la atención recibida. Algunas chicas le guiñan el ojo a Sil, quién tiene fama de Don Juan y a mí me lanzan besos. — ¿Por qué se amontonan así? ¿Es que no hay más espacio? —Se queja mi amigo, tratando de abrirse paso en la marea de estudiantes aglomerados en el estacionamiento—. ¿No hay otro lugar donde hacer sus escenitas de reencuentro tras un mes y medio de vacaciones? Lo peor de esto, es que ya al mediodía estarán hablando mal del otro. —Mi buen amigo, Albert Einstein no se equivocó, la estupidez humana es infinita. No responde más y ambos nos dedicamos a saludar a todos los que conocemos de años escolares anteriores y tratamos de caminar en el reducido espacio. —Mira quién viene allí —señala con una inclinación de barbilla hacia la izquierda, aprieto la mandíbula con fuerza al ver de quien se trata—, tu mejor amigo Jake. Jake, Jake, Jake. Bueno, él es uno de los tipos más desagradables del instituto, también es mi ex verdugo. Se encargó de darme las palizas de mi vida de primer a tercer año. Por lo tanto, es obvio que no es ni será mi persona favorita y se sobreentiende el sarcasmo de Silvain. Además, usa cualquier cosa que las personas comenten para humillarlas y convertirlas en la burla o chisme de la semana solo por toparse con él en alguna de las áreas de la institución y eso lo hace más despreciable aún. —Sí, mi mejor amigo en todo el universo. Solo hagamos de cuenta que no lo vimos y sigamos caminando. En el camino saludo a mi ex novia Catherine y a su nuevo novio, aunque es algo raro hacerlo. Nosotros no somos del tipo de ex novios que se odian y desean lo peor. No terminamos en los mejores términos, pero somos cordiales el uno para con el otro. —Hey, Matthew, ¿Cómo estás? ¿Qué tal las vacaciones? —me saluda el anteriormente mencionado mejor amigo e ignora deliberadamente a Silvain. —Hola, todo bien —formulo de manera escueta y sigo caminando. — ¿Matt? ¿Matty? —Grita con burla y de inmediato la atención recae sobre nosotros—. ¿Vas a dejar a la estrella del instituto hablando solo, Matty? —Los estudiantes hacen un círculo alrededor de nosotros y comienzan a filmar con sus teléfonos celulares. —Mi nombre es Matthew, no Matt y mucho menos Matty. Y es más que obvio que lo haré, no eres más que un idiota con aires de superioridad, cuando todos sabemos que lo que te hace falta es que tus queridos padres te presten atención y como ellos no lo hacen, humillas a los demás para ser el centro de atención de muchas personas, aunque solo sea por una razón negativa —replico, lo suficientemente alto para que todos escuchen y él tenga una cucharada de su propia medicina. Las personas a nuestro alrededor ríen y lo abuchean—. Sólo los imbéciles se dejan humillar por un pobre diablo como tú, ve a j***r a otros o a tratar de llamar la atención de tus progenitores, adiós. — ¿Eso es todo lo que vas a decir? ¿Qué carezco de atención familiar? ¿Acaso ya se te olvidaron las palizas que te di? ¿No recuerdas como me suplicabas que me detuviera? — ¿Acaso tú no recuerdas cómo terminaste la última vez que trataste de hacerlo? ¿Olvidaste que te mandé al hospital con un brazo y varias costillas rotas? Ya basta de este círculo tóxico en el que envuelves a las personas con tu mierda, vete al diablo tú y tus malditos problemas, Jake. Este trata de replicar algo y abre la boca repetidas veces como pez fuera del agua en busca de oxígeno. Sin embargo, al darse cuenta de que no sale ningún sonido de su boca y que solo está haciendo el ridículo se marcha furioso, mientras todos se mofan a costa del aludido y me vitorean. Se comprende su reacción, pues nadie suele enfrentarlo, sino que aceptan ser pisoteados por él las veces que guste y yo efectivamente me cansé de ser su saco de boxeo. Continúo caminando con Silvain, quién sonríe tanto que creo que su cara se partirá en dos. Evitamos deliberadamente a todas esas personas que se atraviesan en nuestro camino para felicitar mi "gran hazaña" de minutos atrás. Adolescentes estúpidos, solo se dejan dominar por alguien más débil que ellos, que tiene que refugiarse en insultos, humillaciones y golpes para sentirse bien consigo mismo. Subimos un par de escalones y entramos al edificio donde se imparten algunas clases de último año y vamos al ala izquierda en la planta baja. —Guau, eso estuvo brutal, hermano. Estoy sin palabras, le has dado su merecido. —De algo sirvió que me prepararas durante años para este momento. No fue en vano todas las veces que me dijiste "estúpido, reacciona, idiota", ¿ya te había dicho que eres el mejor? —Awww, te amo, idiota. —Y yo a ti, estúpido —saco el móvil, veo la hora y lo vuelvo a guardar—. ¿Dónde tenemos clase? Ya es tarde. —En la tercera puerta del siguiente pasillo, hoy toca Historia y antes de que lo menciones, una de tus materias favoritas. Continuamos caminando en silencio y entramos al salón de clases, solo quedan dos puestos libres pero separados. —Yo me sentaré con Andrés, tú ve con la chica —propone con picardía. —Sí, sí, lo que sea, pesado. Hay muchos rostros nuevos, antes de las vacaciones de verano se rumoreaba que vendrían alumnos de intercambio a nuestro instituto y al parecer, fue cierto. — ¿Está ocupado el lugar? —Inquiero de pie, al lado de la chica del ómnibus. —Al parecer no, ya que nadie quiso sentarse conmigo —contesta con un tono de voz cargado de diversión—. Creo que les disgusta mi aspecto. —Y también tu mirada de "soy mejor que todos" —digo en voz baja, casi inaudiblemente y me siento. —Te escuché —ríe delicadamente—. Mi nombre es Audrey Beckham, mucho gusto. Extiende hacia mí su mano, presentándose, la tomo y le doy un leve apretón y la suelto rápidamente—. Matthew Ash. El profesor que impartirá este año la materia tiene fama de cascarrabias y entra al aula de clases en el momento que Audrey iba a responder algo, ella voltea su rostro y mira al frente estudiando sus movimientos. Todos hacemos nuestras respectivas presentaciones y el profesor escribe algo en una pequeña tableta digital y aparece proyectado en el holograma. EXAMEN SORPRESA. Todos comienzan a quejarse y pedirle que suspenda el examen para la próxima clase, lo cual ha sido un completo error porque reduce el tiempo que había estipulado a veinte minutos y él cumple. Envía a todas las tabletas digitales —que con anterioridad pidió que sincronizaran con la suya— la evaluación. —La prueba ha comenzado. Contesto las preguntas con rapidez y se las envío de vuelta. Se me hizo muy fácil porque casi todo el interrogatorio estuvo tomado del libro, Tercera Guerra Mundial: Combate de las Grandes Industrias Farmacéuticas. Ese libro lo leí hace un tiempo, ya que no tenía del todo claro cuáles fueron los motivos que llevaron a la humanidad a enzarzarse en un conflicto bélico de escala mundial por tercera vez en la historia. Veo a los chicos nuevos y la me da lástima ver sus rostros llenos de frustración porque tienen pinta de no haber leído los libros que les mandaron estudiar para estar al tanto de las clases. Audrey, Silvain y varios compañeros más, dejan de teclear y se recuestan sobre el espaldar de sus asientos. La chica sentada a mi lado es peculiar, no ha parado de mirar hacia todos lados como si hubiese perdido algo y lo buscara con vehemencia, aunque no haya nada en el suelo o fuera de lugar. Además, frota constantemente sus manos y las pasa por sus brazos. Marlight es una ciudad fría y aquí hay calefacción, así que es raro que lo haga, ya que no nos estamos congelando. La clase finaliza veinte minutos después y Silvain y yo nos despedimos, tenemos clases diferentes y es hora de separar nuestros destinos por el resto de la mañana. Okey, eso fue muy raro. Regreso por donde vine y me voy al ala derecha del edificio y subo las escaleras hacia el primer piso, lugar dónde están los laboratorios de Biología. Miro sobre mi hombro varias veces, pues me siento observado. Tengo esa sensación desde que bajé del ómnibus y es extraño, porque no me había sucedido con anterioridad. Vuelvo a mirar hacia atrás, ya que escuché el sonido de una risa algo escalofriante. No soy alguien que se suele asustar con facilidad y este escenario se presta para ello, ya que la risotada hizo eco en el desértico pasillo. Vuelvo mi rostro al frente, puesto que no quiero terminar estampado contra una pared y me llevo el susto de mi vida, puesto que Audrey se encuentra apoyada en la pared del fondo del pasillo mirándome con altivez y sonriendo con burla. —Matthew, ¿estás bien? ¿De quién huyes? —Inquiere con una inocencia tan fingida como el amor de Sarah por mí. Si ella es inocente, entonces yo soy un jodido ángel—. No me mires así, estás pálido... como un muerto. La primera reacción que tengo es llevar mis manos al lugar donde está mi corazón, el pobre palpita como loco dentro de mi caja torácica. No hace ni dos minutos siquiera que no había absolutamente nadie en todo este lugar, ni se escuchaban pasos, solo esa estúpida risa y ahora ella aparece así, de la nada. —De nadie, Audrey. Si me disculpas, me tengo que ir, voy a llegar tarde a clases. ¡Nos vemos por ahí, adiós! La escucho reír de una forma tan macabra, que logra erizar los vellos de mis brazos y eso aumenta mis ganas de querer huir y correr como un loco por los pasillos. Le doy la espalda y regreso por donde vine. Iré a mi aula de clases por otro pasillo. Como el masoquista que soy, vuelvo a mirar sobre mi hombro, y la encuentro observándome fijamente y esboza una sonrisa que carece de cordura. Okey, amiga. Me asustaste y conseguiste hacer que me cagara de miedo, pero, ¡ya deja de mirarme tan feo, j***r! Acelero el paso y salgo de allí en cuestión de segundos y continúo deambulando por los pasillos hacia el laboratorio A4, y como dicen por allí, con el corazón en la boca. _________ ¡Hola! Les doy la bienvenida a Enigma, espero que les guste y disfruten la historia. ❤
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