Capítulo 2, parte 1

1465 Words
CAPÍTULO DOS FIESTA DE BIENVENIDA Matthew Ash. Llevo un rato acostado en mi cama observando las estrellas, quizá las personas piensen que estoy loco, o que cómo voy a ver las estrellas desde mi cama. Pero, la cuestión es que hace dos años por mi cumpleaños número dieciséis, mi padre me envió con unos familiares suyos cerca de la costa norte del país y al regresar, una semana después, gran parte del tejado de mi habitación había sido sustituido por un grueso vidrio, que se puede oscurecer o aclarar según mis necesidades. Ese es el tercer mejor regalo que he recibido. El segundo mejor regalo, fue un telescopio de última generación, con el que salgo al balcón a observar el espacio y realizar anotaciones si encuentro algún cambio o anomalía y el primero, ha sido el primer telescopio que me dio papá a escondidas de mamá cuando tenía siete años. Unos días antes de que nuestra pequeña familia se terminara de desmoronar. Durante el rato que he estado observándolas, he notado una estrella o satélite nuevo. En realidad, no sé qué es con exactitud, porque brilla demasiado como para ser alguna de las dos ya mencionadas. Pero, cabe destacar que es hermoso ese pequeño fenómeno, si mañana todavía está, claramente lo voy a investigar. Hoy no me pondré en ello porque voy a asistir a la popular fiesta de bienvenida. Es una buena oportunidad de hacer nuevas amistades para los chicos tímidos o ampliar círculos. Tengo el leve presentimiento que este será un año muy interesante debido a la cantidad exorbitante de alumnos nuevos. Además, del intercambio de conocimientos debido a nuestras diferentes culturas y costumbres. Aunque, no sé cómo haré para que Sarah no se dé cuenta que me voy a escapar tan temprano, ya que estoy castigado por el altercado que tuve con Jake el primer día de clases y no me sorprende estarlo. Estoy mucho más que seguro que fueron algunos de los chiquillos chismosos que asisten a la misma iglesia que mi madre quiénes le dijeron lo sucedido. Siempre que pasa algo en lo que de alguna u otra manera me veo envuelto, Sarah se entera de inmediato. Y, ¿Adivina qué? Nadie fue. Lo peor de todo es que nunca pide mi versión de los hechos, ya que uno no se debe fiar de lo que dicen las demás personas sin haber escuchado a los involucrados. Sin embargo, ella prefiere creerles y escuchar a cualquiera antes que a mí. No me prohíbe usar mis telescopios porque no sabe de la existencia de estos en casa, porque ya los hubiera quemado o destruido con un martillo del abuelo o cualquier otra cosa lo suficientemente fuerte capaz de causar destrucción. Sarah no es una persona razonable cuando de hablar se trata y mucho menos cuando el tema saca a colación ovnis, anomalías en el espacio o Planeta Tierra, simplemente cree que lo único que existe y no vemos es a Dios, aunque desde mi punto de vista, creo que fue inventado por los humanos miles de años atrás para aferrarse a algo y tener el consuelo de que alguien los ama y se interesa por ellos en alguna parte del universo. Cierro mis ojos, mientras tarareo una estrofa de Melting de Cuco, una canción que estuvo muy de moda hace unos años atrás. Esta canción no me trae recuerdos de nadie en particular como muchas personas piensan cuando me escuchan cantarla, es solo una música más de mi amplio repertorio musical. Mis gustos musicales son muy variados, no soy del tipo de persona que se ciega creyendo que es culta solo por escuchar un género musical en específico. El verdadero conocimiento y belleza se encuentra en la variedad y cuando se es capaz de respetar los gustos y opiniones de los demás sin imponer nuestro criterio. Ring... ring... ring... Suena mi móvil de repuesto en alguna parte de la habitación, abro mis párpados y me levanto de la cama. Ring... ring... ring... Sigo el sonido del celular y termino de pie frente al clóset, deslizo la puerta corrediza del mismo y hago a un lado la ropa del perchero para buscar en un compartimento secreto que hice dentro del mismo. Saco algunas cosas y de último tomo el móvil en el momento que aparece el nombre de Silvain en la pantalla anunciando una nueva llamada, contesto rápidamente antes de que vuelva a timbrar como loco. —Hey... — ¿Dónde estás? Estoy esperándote en la esquina de siempre —espeta mi amigo interrumpiendo mi saludo. —Todavía estoy en casa, recuerda que estoy castigado y debo ser cuidadoso si no quiero que me obligue a hacer cosas desagradables. —Sí, sí, entiendo. Me acercaré más, estaré estacionado una casa antes de la tuya, por el lado izquierdo, apresúrate. —Okey. Cuelgo la llamada, agarro mi camisa de vestir negra y me la pongo dejándola abierta, ya que debajo tengo una camiseta del mismo color. Me calzo el primer par de zapatos negros de vestir que veo y peino mi cabello. Con el móvil y dinero en los bolsillos estoy listo, agarro las cosas que saqué del clóset y las meto en un bolso que cuelgo sobre mi hombro. Aseguro la puerta con una silla bajo el picaporte y camino directo a las puertas francesas de mi balcón que ya están abiertas, salgo y entrecierro las mismas lentamente para no hacer tanto ruido. Me muevo sigilosamente hacia la barandilla y reviso que esté bien asegurada la escalera de rescate y echo al otro lado la cosa esta. Sin dilatar más la situación, decidido bajar de una vez por todas. Pobre de mí si llego a caerme de estas escaleras, porque nadie vendrá a rescatarme. No soy una damisela en apuros, ni el protagonista de una película, serie o libro, donde mágicamente aparecerá alguien para ayudarme. No señor, solo soy un adolescente con ganas de irse de fiesta con su mejor amigo. Subo la pierna encima de la baranda y pongo el pie en uno de los peldaños de la escalerilla, impulso el resto del cuerpo fuera del balcón y me aferro a la barandilla como si mi vida dependiera de ello y comienzo a descender mientras se mueve de un lado a otro la liana moderna. Entro en pánico unos segundos porque creí haber puesto el pie en uno de los tubitos y casi termino besando el suelo, respiro profundo y exhalo, lo hago varias veces para aminorar la adrenalina en mi sistema. Siento que el corazón se me saldrá por la boca, juro que lo siento así. Aún no me acostumbro a usar estas escaleras, aunque le agradezco enormemente a mi tío favorito habérmela regalado. Respiro hondo una vez más y comienzo a caminar por la parte poco iluminada del patio para evitar ser visto por los vecinos y mis padres. Diviso a Silvain afuera del auto, recostado en la puerta del conductor y moviendo su pie izquierdo con impaciencia mientras teclea velozmente en la pantalla de su móvil. — ¿Por qué viniste antes de la hora acordada? Sabes que Sarah pudo haberme descubierto. Levanta la mirada del móvil y esboza una mueca de desagrado. —Porque Anabelle decidió ir a última hora y no quiere manejar. Iremos a su casa, pero a decirle que se vaya en su auto —niego con la cabeza y sonrío a lo que él añade—. ¿De qué te ríes? —De la situación, no tratas de la mejor manera a las chicas con las que sales y ellas parecen estar locas por ti —rodeo el auto, abro la puerta del copiloto y entro cerrando la misma—. En fin, no entremos en ese tema y vayamos a desilusionar a la desafortunada del mes. —Yo solo les digo desde el principio lo que quiero de ellas, que después se hagan falsas esperanzas no es mi problema —enciende el auto, da la vuelta en U y salimos a la calle principal—. ¿Estás preparado para ver a beber y follar está noche? Y no te preocupes por conseguir un ligue, le diré a Anabelle que te presente a una de sus amigas y para que no esté con su mal rollo escribiéndome toda la noche, mejor la llevaremos. —No gracias, paso esta noche de seguir tu concepto de diversión —contesto, con un poco de malhumor. —Qué aburrido eres, Matthew. —Pero este aburrido, es el que te ha sacado de muchos líos en los que te has metido por idiota, así que cállate y conduce —espeto. — ¡Sí, papá! —Exclama y ríe, una sonrisa tira de las comisuras de mis labios, pero la oculto cubriendo con una mano un falso bostezo.
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