II

1282 Words
Otto estaba sentado en el suelo del pasillo, tapaba su rostro con las manos, la voz de aquella mujer se clavaba en su mente y no podía sacarla «¡Qué feo eres!» recordó. Estaba acostumbrado, era cierto, pero escucharlo del exterior seguía doliendo. De pronto, Otto sintió una mano tocar su hombro, se asustó y descubrió a aquella rubia con la que había tropezado por la mañana. Se levantó de prisa, enfocando una mirada confusa —¿Estás bien? Otto asintió con timidez —Sí… —Es hora del almuerzo, ¿Ya comiste? —el hombre negó silencioso—. ¿Qué te parece si vamos a comer? No conozco la ciudad, y muero de hambre. Otto no pareció dispuesto, estaba trastocado de escuchar que aquella joven quisiera ir a comer con él. Muchas cosas pasaban por su mente, ¿Cuál motivo orillaba a una mujer hermosa a acercarse a un hombre feo como él? No lo entendía, pensó en la remota posibilidad de que supiera que era hijo de la dueña, pero al menos él no le había mencionado ni su nombre. —. ¿Vienes o no? —Elizabeth no espero respuesta y tomó la mano del hombre invitándolo a caminar. La siguió por instinto, dudoso.   Fiona estaba en el baño, su estómago le dolía tanto que sentía que moriría, bebió agua de una botella, miró su rostro pálido. Tenía veintitrés años, cabello castaño y lacio, ojos del mismo color, era alta y hermosa, se hacía notar en todos lados, por su porte dulce, ingenuo y perfecto, sin embargo, ella no era así. Se exigía ser la mejor, quería labrar una carrera de éxito desde la infancia, sus padres vivían en Canadá, no compartían el sueño de su hija por el baile, ella empeñada en triunfar se había quedado en los EEUU. En cuanto lavó su rostro, se maquilló de nuevo, quería lucir perfecta, para evitar chismes sobre una rivalidad con la rusa, aunque ya la detestaba con toda su alma, recordó al feo con el que había tropezado, sintió un escalofrió,  «Es tan feo» pensó.   Elizabeth y Otto caminaban por Times Square, un montón de gente iba delante de ellos, ella admiraba el lugar, los aparadores y el ambiente festivo —¡Qué lugar tan hermoso! —exclamó Otto la observó un momento, admiró como sus ojos verdes se iluminaban al mirar —Sí —dijo tímido —No me has dicho tu nombre —replicó Elizabeth —Lo sé, me llamó Otto. —Me gusta tu nombre, suena muy cool —dijo feliz Otto guardó silencio, no sabía si creerle Luego se sentaron en un Food Truck, para Elizabeth era una novedad, comieron burritos sentados en una mesa en el exterior —¡Qué delicioso! —dijo mientras comía —Que bueno que te gustó la comida —Otto no podía dejar de mirarla, cada expresión le parecía inocente y natural, las otras mujeres que él conocía siempre estaban comiendo en lugares lujosos, ninguna admitiría un lugar como ese, pero presintió que Elizabeth Zok, no era como ninguna otra—. ¿Ya habías viajado a Estados Unidos antes? —Sí, cuando tenía quince años vine con mi madre, vine a una competencia mundial de baile, así que conocía un poco. —¿Y ganaste? —Sí, fue de suerte, la verdad no se como lo hice, pero gané. Sonrió al escucharla, seguro de que era una mujer talentosa. Cuando unos hombres pasaron a su lado y los miraron comenzaron a murmurar, su cotilleo podía escucharse a distancia, exclamando lo feo que era Otto para Elizabeth. Ellos mantuvieron la neutralidad, ignorando y continuando con lo suyo, pero esos sujetos no desistieron —¡Hola, linda! —exclamó uno de ellos, dirigiéndose a Elizabeth—. Cariño, tengo algo de plata, de veras, no tienes que exponerte con este «Feo» por unos billetes —dijo burlándose junto a sus otros dos amigos Elizabeth enrojeció, Otto creyó que era por la vergüenza y bajó el rostro para no mirarla, lo cierto es que era rabia, una contenida y dispuesta a explotar —En realidad, no estoy por plata, te equivocas, lo que él tiene tú jamás lo tendrás —dijo retadora—. Y sí, me refiero al tamaño que te falta… —dijo grotesca y con furia, Otto abrió bien los ojos, incrédulo, mientras la gente alrededor aplaudía y se burlaba de lo dicho. El chico no se lo tomó a bien, se había ofendido —Ven conmigo y te demostraré lo que yo sé hacer, nena. —¡Piérdete, pequeñito! —exclamó furiosa y el sujeto frustrado intentó acercarse, aquel acto enloqueció a Otto, no iba a permitir que lastimaran a aquella joven, se puso de pie, envalentonándose. Solo la altura del hombre hizo que aquel contrincante se volviera chiquito, hizo unos pasos atrás —¡Maldito, Frankenstein, me las haz de pagar! Elizabeth no aceptó la ofensa y le tiró por la cara el refresco de cola, el hombre terminó siendo abucheado por los comensales, junto a sus acompañantes salió despavorido, dejándoles el sabor de un mal rato. —¡Groseros, estúpidos! No hagas caso Otto, hay demasiados tontos en el mundo.   Caminaron de regreso y la voz de Otto se volvió apagada, Elizabeth batalló para sacarle palabras de la boca, estaban por llegar a Sayer corp., la joven se sentía mal por él, y antes de entrar sujetó su mano —Oye, lamento si hice algo que te molestara, no fue mi intención. Otto la miró incrédulo, no entendía de lo que hablaba, sintió que sus manos se humedecían de nervios por sentir su piel sobre la suya, sostuvo la mirada verde, porque era demasiado insistente —Yo… no estoy molesto, solo ha sido raro, para ti, supongo. Para mi es usual, yo soy feo —bajó la mirada, intentó alejarse, pero ella no lo permitió —Hey, no digas eso. Nadie es feo, la belleza es subjetiva, depende de los ojos que miran, No suelo admirar la belleza en otros por lo que veo, sino por lo que dicen con sus palabras, lo que hacen con sus actos. Así que, dudó mucho que seas feo —dijo sonriendo, Otto quería correr, su corazón latía como un loco, estaban cerca, no tanto, aun así, su mirada se deslizó a sus labios rosas, cuando ella lo imitó se asustó, no sabía como reaccionar, se quedó quieto Elizabeth admiraba a aquel hombre como si fuera algo nunca visto, era distinto a cualquier hombre con el que hubiese salido, sin embargo, tenía algo que la inquietaba y le transmitía paz, aquello era suficiente para que llamara su atención.   Alice y Rita venían llegando a la Sayer Corp. Alice no dejaba de hablar de lo mal que le caía Bianca, hasta que Rita detuvo su andar con perplejidad —¿Qué pasa? —dijo Alice, Rita señaló a unos jóvenes a las puertas del edificio, Alice observó con atención morbosa —Ah, ¡Es la rusa! ¡Mira que horrible gusto tiene! ¡Qué tipo tan feo! Espero que tenga algo bueno, porque definitivamente estará ciega. —No sabes quién es él, ¿verdad? Alice negó, curiosa —Es Otto Sayer. Alice casi grita, tapó su boca para ahogar la sorpresa «¡Maldita rusa, lista! ¡Está asegurando con creces su futuro!» pensó, sintió su cuerpo temblar de rabia, frunció el ceño, recelosa, miró que aquel par se sonreía y se alejaban entrando al edificio «Con que quieres jugar, rusa, pues en los juegos del poder, jamás me ganarás» La mirada de Alice se volvió venenosa, pensando en un plan siniestro para recuperar el control que sentía perdido.    
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