VIII

1643 Words
Fiona Hanx veía todo como una película. Se sentía fuera de aquel cuerpo que caminaba hasta tomar su medalla de metal, sonreía, robotizada, pero no sentía felicidad. No se reconocía, estaba disociada, era la primera vez que había perdido desde que tenía quince años, antes de llegar a Sayer Corp. No hizo contacto visual con Alice, no hacía falta, sabía a que estaría decepcionada. Lo estaba, la mujer tenía el rostro serio, furioso. Se aguantó lo que pudo, escuchó los aplausos dichosos de Bianca y Otto, la victoria era de Sayer, pero no era de Fiona, por eso a Alice le sabía amarga.   Elizabeth posó en las fotos, recibió su trofeo y volvió junto a los compañeros al camerino, ahí la felicitaron todos, excepto Fiona. Cuando Lilith quiso consolar a Fiona, está la empujó —¡Quítate! ¡Déjame en paz! —gritó la joven, causando que el resto la vieran con desconcierto. Fiona salió de prisa, no podía respirar, corrió por los pasillos. Iba como alma en pena.   Otto caminaba por ese rumbo, quería felicitar a Elizabeth, estaba nervioso, quería abrazarla y sentir su cuerpo contra el suyo. Era su ilusión, aunque tenía miedo de ser rechazado, sin embargo, lo haría, porque moría por eso. De pronto escuchó un sollozo, Fiona golpeaba la pared con su puño, lastimándose. Otto sintió pesar por la chica, se apuró a detenerla —¡Fiona, detente! ¡Tranquila! —exclamó sosteniéndola con fuerza, y la joven se arrojó a sus brazos buscando consuelo. Otto se quedó inmóvil, no quería corresponder, no le nacía. Pero, esa mujer se aferraba a su cuerpo como si fuera un salvavidas. Otto optó por darle unas ligeras palmaditas en la espalda—. Tranquila, es solo un concurso, habrá otros y ganarás. Fiona, se apartó, con los ojos enrojecidos y limpiando sus lágrimas, lo miró bien, era desagradable para su vista, tenía un chaleco de frío, rojo espantoso, pantalones marrones, su peinado era terrible. Pensó en Elizabeth, como todos la felicitaban y la admiraban, sintió rabia correr por su sangre. Tragó saliva, olvidó el asco que le provocaba, y armándose de agallas, tomó el rostro de Otto besando sus labios. El beso fue lento, casi un roce. Otto cerró los ojos por instinto, lo tomó desprevenido, quiso alejarse, pero ella volvió a capturar sus labios. Aquella sensación hizo que su hombría comenzara a reaccionar, ella reafirmó el beso, aunque en su mente solo sintiera desagrado, pegó su cuerpo a él. Otto se dejó llevar por la sensación nueva, entreabrió la boca y sintió la humedad, confiado comenzó a mover sus labios. Una sensación placentera se apoderaba de su cuerpo. Fiona no podía soportar más, se alejó con los ojos cerrados, evitando demostrar las nauseas que tenía. Otto sintió pánico, pensó que ella lo rechazaría. Presó del miedo salió corriendo, dejándola ahí, ella se quedó confundida. Alguien aplaudió de pronto, cuando Fiona se giró a mirar, asustada, encontró a Alice —Muy bien, veo que ya entendiste la gravedad de tu situación. Fiona dio la vuelta y corrió al baño, ahí vomitó y se lavó la boca tres veces.     Otto no detuvo su huida hasta salir del teatro, se sentó sobre una banca de piedra. Hiperventilaba, temblaba, estaba descontrolado. Su rostro enrojecido, era golpeado por el aire frío. Respiró profundo, tratando de calmarse. Acarició sus labios remembrando la sensación de aquella cálida boca sobre ellos. Sintió escalofrío, Nunca había besado antes, solo en su imaginación, sonrió furtivo, pero borró la sonrisa en segundos. No entendía por qué lo había besado. Quizás era una broma, quizás algo estaba mal. «Soy feo, ella es hermosa, no tiene sentido» se repetía incesante. Pensó en Fiona, era bonita, quizás no tanto como Elizabeth, pero lo era. Otto pensó que era demasiado para él, quizás la había juzgado mal, tal vez Fiona no era tan superficial como todos decían. Otto deseó volver a besarla, para repetir esas sensaciones placenteras. —Otto, hola, ¿Cómo estás? —una voz femenina lo sacó de sus pensamientos, se levantó como resorte y se puso pálido, era Elizabeth. —Hola… bien ¿Y tú? —Bien. —Felicidades, ganaste, eres muy talentosa —dijo Otto. Ella sonrió —Gracias, Otto, pero, ¿Así vas a felicitarme? Otto arrugó el entrecejo, confundido —¿Perdón? —Un abrazo, Otto, dame un abrazo —dijo Elizabeth, observando como enrojecía, y pensando que era por timidez, la joven decidió dar el primer paso. Se acercó rápido y lo abrazó por la cintura. Apenas dio oportunidad a que Otto reaccionara. Aquel cuerpecito tibio lo alejó del inclemente frío. Reaccionó rápido, encerrándola en sus brazos con fuerza, cerró los ojos, sintiendo que se estremecía, esa sensación de satisfacción y paz lo invadió por completo. Por un segundo se olvidó del mundo, de lo malo y bueno. Pero, cuando abrió los ojos encontró a Fiona, con la mirada decepcionada, la observó alejarse. Otto rompió el abrazo para sorpresa de la rubia, el hombre se sintió culpable. —Debo irme —dijo Otto, Elizabeth sintió un vació en su interior, no entendía que sucedía, creía leer las señales del hombre, sobre que gustaba de ella, pero de pronto la confundía con esas reacciones, sostuvo su mano —¿Qué pasa? Otto la miró fijamente, se perdía en su mirada verde, sin embargo, recordó las palabras de Fiona «Elizabeth tiene varios hombres a su lado, yo perdería mi tiempo, y tal vez Fiona sea mi destino, no puedo desperdiciar mi única oportunidad» pensó Otto —Debo irme, nos vemos —dijo firme y la joven tuvo que dejarlo ir con pesar. Elizabeth lo siguió con la mirada, hasta que lo perdió. Se quedó triste, pero cuando sus compañeros la invitaron a festejar decidió que no basaría su felicidad en un hombre que no sabía lo que quería, y fue a divertirse con ellos. Sin embargo, en su mente el recuerdo de Otto se quedó grabado.   Otto corrió de prisa, dobló la esquina y miró a Fiona, a punto estaba de subir a un taxi, cuando la detuvo. El taxi siguió su camino —¿Qué quieres? —dijo molesta—. Vuelve con Elizabeth. —Te… tenemos que hablar —balbuceó nervioso —¿Para qué? La elegiste a ella. —No sé de lo que hablas. —Te vi abrazándola. —Yo… La felicité… Fiona enfureció, lo miró con rabia —Olvídate de ella, por favor —dijo suplicante, con el rostro duro —No entiendo. —Entiéndelo, no puedo verte con ella —Fiona tomó su rostro entre sus manos—. Me gustas Otto, te quiero para mí. Otto enrojeció, sintió cosquillas en el estómago, Fiona besó sus labios y él se dejó llevar. El besó fue cortó. Otto apenas se repuso. Vio a lo lejos a su madre acercándose. Bianca se encontró con ellos. —Hijo, te busqué por todos lados, vamos al aeropuerto. —Sí, madre, ¿Vienes con nosotros, Fiona? Fiona asintió de prisa, Bianca estaba desconcertada. Cuando Fiona tomó la mano de su hijo, dudó —¿Qué pasa, Fiona, por que no vas con Alice y los demás? Fiona se giró a mirarla, sabía que Bianca no la quería, creía que era por Alice, quizás estaba en lo cierto —Otto me ha invitado a ir con ustedes, en el avión privado, espero que no le moleste, Bianca. Bianca miró a Otto, titubeante. —Si… madre, invité a Fiona. —No me molesta, está bien. Bianca se quedó preocupada, no entendía que sucedía, pero tenía un mal presentimiento, aquella mujer no le gustaba para estar cerca de su hijo, sentía la mano de Alice sobre eso. Los observó todo el vuelo, observándolos serios y callados.   Al llegar a Nueva York, llevaron a Fiona hasta su apartamento, Se despidió cortes y bajó del auto. Otto la siguió con la mirada hasta que ingresó a su edificio —¿Qué fue todo eso? —preguntó Bianca —¿Qué? —¿Desde cuando eres amigo de Fiona Hanx? —Soy amigo de los bailarines, incluso soy amigo de Elizabeth Zok, ¿Qué tiene de raro? —No es eso, no me extrañaría de otros bailarines, o incluso de Elizabeth, pero Fiona es tan engreída. —La juzgas mal, es buena, madre. La madre mantuvo la actitud sospechosa —¿Hay algo más? —¿De qué hablas? —Conozco a las mujeres y algunas pueden llegar a… —¿A qué? —Otto presintió la respuesta, clavó la mirada marrón sobre su madre, ella sintió temor de ofender a su hijo—. ¿A que pueden llegar? Te refieres a mí, ¿Verdad? Claro, ¿Quién podría llegar a gustar de un feo como yo? —¡No digas eso! ¡Otto!, me refiero a que debes tener cuidado de la clase de mujer que será tu compañera, hay algunas que solo buscan otra cosa. —¿Mi dinero? ¿La empresa? Soy demasiado feo para gustarles por mí mismo. —Otto… —la madre estaba angustiada de la reacción de su hijo —Mejor no sigas hablando, madre, yo no dije que Fiona gustara de mí, sabemos que es algo imposible, ¿Qué podría ver en alguien como yo? Bianca guardó silencio durante el camino, pero sus pensamientos sombríos la atormentaron todo el trayecto «Fama, fortuna, un futuro arreglado… esa mujer podría buscar tantas cosas. Otto, solo deseo que tengas una mujer que te amé tal como eres, y te cuide cuando ya no esté yo en la tierra» pensó Bianca con preocupación   Fiona llegó a casa, subió a su recámara, se miró en el espejo, estaba destrozada ante su fracaso, sostuvo su cabeza con las manos y se echo a llorar, el rímel se corrió por su rostro, descontrolada sollozaba, casi enloquecía. Luego se bañó, al final se quedó dormida.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD