Capítulo 7 Tiempo más tarde —no nos veíamos a menudo—, pregunté a Davidson cómo se las había arreglado con el chal y le escuché que había atacado el asunto por la vía directa, que resultó ser la más sencilla. La primera oportunidad en que tocaron Samarang envolvió el chal lo más apretadamente que pudo en un pedazo de papel de embalar y se lo llevó a tierra. Una vez despachadas las obligaciones en la ciudad, se metió en un vehículo y se dirigió al hotel. Aprovechando la valiosa experiencia con que contaba, hizo coincidir su llegada con la hora de la siesta de Schomberg. Atravesada la plaza, tan vacía como en la primera ocasión, entró en la sala de billar, eligió un asiento del fondo, cerca de aquella especie de estrado que la dama ocuparía en breve, y rompió el raso silencio de la casa co