Después, giro otra vez, como una mujer salvaje, lista para enfrentar a los demás. Pero ahora que fui liberada y he causado algunos daños, los otros parecen desconfiar de mí. De los más o menos doce que hay, solamente uno se acerca a desafiarme. Un chico, tuerto, de unos 15 años, pero ancho y gordo. Frunce el ceño al a****r, levantando su sucia mano para golpearme en la cara. Lo esquivo en el último segundo, y se mueve de prisa más allá de mí. Al hacerlo, me inclino hacia atrás y lo pateo fuerte en la parte baja de la espalda. Él vuela hacia adelante, de bruces, y cae sobre su estómago lleno de grasa. No me arriesgo, corro detrás de él, y lo pateo con fuerza entre las piernas, mientras está en el suelo. Se queja de dolor, y deja de moverse. Me vuelvo para enfrentar a los demás, per