C U A T R O Todos exploramos el horizonte desesperadamente, y por último, a la derecha, vemos una ensenada estrecha. Nos lleva a una estructura oxidada de una vieja embarcación. “¡Ahí, a la derecha!”, le digo a Ben. “¿Y si nos ven?”, pregunta él. “No hay salida. Estaremos atorados. Nos matarán”. “Es un riesgo que tenemos que correr”, le digo. Ben gana velocidad, haciendo un giro brusco a la ensenada estrecha. Corremos más allá de las puertas oxidadas, la angosta entrada de un viejo y oxidado almacén. Al pasar, él apaga el motor, después gira a la izquierda, escondiéndonos detrás de la costa, mientras flotamos en el agua. Miro la estela que dejamos a la luz de la luna, y ruego para que se calme lo suficiente para que tratantes de esclavos no nos sigan la pista. Todos nos sentamos ans